El evangelio de hoy es uno de los
momentos más sociales de la obra de Lucas, en consonancia con el mensaje del
profeta Amós y quiere mostrar el planteamiento nuevo de cómo los discípulos
tienen que comportarse en este mundo, en el que uno de los valores más deseados
por todos es la riqueza (lo que es lo más estimable para los hombres). El
ejemplo del administrador sagaz, listo, inteligente, que no injusto propiamente
hablando, es el punto de partida de toda la enseñanza; aquí se desestabiliza
prácticamente la tradición representada por los fariseos, justificada desde
hacía tiempo por la tesis de que la riqueza era considerada como una bendición
de Dios, olvidando la crítica profética contra los que amontonan poder y
riquezas.
Al final de la parábola del
administrador sagaz, plantea el interrogante de cómo ha podido ser alabado un
hombre que ha actuado de forma y manera que la fortuna del "hombre
rico" va a quedar reducida, ya que los dos casos que se nos presentan solamente
sirven de modelo paradigmático de todos los deudores - "y llamando a cada
uno de los deudores de su señor” es decir a “todos”. La parábola, muy
probablemente, ha sido transformada desde una historia singular de un
administrador de un hombre rico, a una narración en la que indirectamente está
presente Dios como "señor", quien ha puesto las riquezas de la
creación al servicio de los hombres, y nosotros solamente somos administradores
que un día debemos dar cuentas de nuestra actuación. Todo lo que sea acumular
riquezas es una injusticia, una falsedad. Esa es la razón por la cual es
alabado el administrador tras haber sido informado "el señor" de su
proceder. Porque este Señor de la parábola no es un vulgar terrateniente, que
acumula riquezas injustamente, sino el dueño del mundo. La acusación o
difamación que se había hecho de este ecónomo, se va a volver en contra de los
mismos difamadores. Este hombre es el que ha entendido de verdad la forma en
que deben tratarse y usarse las riquezas en este mundo: con equidad. Por eso,
el hombre rico de esta parábola ha pasado a ser el Señor, el juez de todos los
hombres ricos de este mundo, que en vez de ser administradores "que actúan
sagazmente", se han quedado en ser ricos, acumulando riquezas, endeudando
a los pobres cada vez más y exigiéndoles más de lo que pueden dar.
El administrador, por el
contrario, es un ejemplo. Él ha podido enriquecerse sin medida y, sin embargo,
a la hora de entregar las cuentas de su administración, se encuentra con las manos
vacías. En lo único en que puede confiar es en haber actuado con prudencia, con
sagacidad, con sabiduría y equidad con los deudores, es decir es que en vez de
hacerse con las riquezas, que son engañosas, se ha preocupado de hacer amigos,
es decir, haciendo el bien con ellas, cuando la administraba. Con las riquezas,
lo que uno debe pretender es hacerse amigos, haciendo el bien, en vez de
acumular poder. Esto es, en verdad lo más práctico, lo más justo y lo más
positivo que los cristianos deben hacer con los bienes que Dios nos ha
encomendado en este mundo. No se puede hacer amigos, si no es compartiendo con
ellos los bienes; es la mejor manera de usar las riquezas. Lo contrario, además
de ser un escándalo en la perspectiva del Reino, nos cierra el futuro que está
en las manos de Dios.
Podemos entender ahora que “el
señor” –que claramente en la parábola no puede ser más que Dios-, haya
felicitado al gerente, porque ha sabido actuar de manera que las riquezas no
vengan a ser injustas o engañosas. Casi todos consideran las riquezas en este
mundo como el futuro más seguro, y debe ser verdad, si no fuera porque un día debemos
enfrentarnos con la realidad de que tenemos que desprendernos de todo y dar
cuentas al Señor. Un día hay que dejarlo todo; por eso, lo verdaderamente
inteligente es hacer lo que hizo el administrador, quien, al contrario de los
criterios de los que sirven a dos señores, a Dios y a la seguridad del dinero,
ha preferido servir a su señor, usando las riquezas que se le han encomendado
para hacerse amigo de los hombres, en vez de contribuir a acumular riquezas
engañosas para él o para el señor.
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