domingo, 26 de abril de 2020

III DOMINGO DE PASCUA "LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN"


Para todo cristiano que quiera vivir seriamente su fe, Emaús ha sido en algún momento de su vida el destino de sus pasos. ¿Quién no ha sentido el fracaso en su vida? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y de buscar otros caminos? Son muchas las razones que nos han podido llevar a querer abandonar, a dejar Jerusalén, para buscarnos un lugar más cómodo y menos comprometido para vivir. Pero, y ésa es también una experiencia común, de algún modo en el camino de Emaús nos hemos encontrado con el Señor, hemos sentido que nuestro corazón ardía con su Palabra y le hemos terminado reconociendo al partir el pan. Y hemos vuelto a Jerusalén. 

La historia de los discípulos que, desesperanzados, dejan Jerusalén y se vuelven a sus casas es nuestra historia. Cada uno podría contar su propia experiencia. Las veces que hemos experimentado el desamor, el egoísmo, incluso la traición, y totalmente abatidos hemos pensado que lo mejor era abandonar, retirarnos, dejarlo todo. Nos hemos dicho: “¡Qué luchen los otros, yo ya he tenido bastante!” Pero también podemos contar cómo en ese mismo camino del abandono, del dejarlo todo, nos hemos encontrado con la fuerza que nos ha invitado a empezar de nuevo, a volver a Jerusalén y creer que, con la ayuda del Señor, todo es posible. Muchos matrimonios han vuelto así a vivir con renovada ilusión su amor, muchos cristianos han descubierto de esa manera la fuerza y el poder de la oración, muchos que no esperaban ya nada de la vida se han levantado y han vuelto a caminar.

El camino de Jerusalén a Emaús y de Emaús a Jerusalén es, pues, nuestro mismo camino. Pero hay algunos elementos en este relato que nos pueden ayudar a reconocer mejor a Jesús en nuestros próximos Emaús –los momentos de abandono, de huida, de pocos ánimos–, que vendrán. Primero, hay que estar atentos a los caminantes desconocidos. En ellos, puede estar presente el Señor. De ellos nos puede llegar la Palabra que ilumine nuestro corazón, que lo haga arder con nueva ilusión. 

Segundo, la Eucaristía es el momento privilegiado para reconocer al Señor y descubrir el sentido de nuestra vida como cristianos. En torno al altar nos sabemos hermanos que compartimos el mismo pan. No en vano el momento de partir el pan fue cuando a los discípulos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. ¿No tenemos muchos de nosotros una experiencia parecida de la Eucaristía?

Y, tercero, no hay que tener miedo en compartir con los demás nuestras experiencias de Emaús tal y como hicieron estos dos discípulos. Todos estamos en camino y todos experimentamos cansancio, desilusión y desesperanza. Quizá, en más de una ocasión, simplemente compartiendo nuestra experiencia y ayudando al que está cansado y a punto de abandonar, podemos ser el caminante desconocido que ilusione de nuevo el corazón de un hombre o de una mujer. ¿No es eso ser misionero?

FELIZ DOMINGO




domingo, 19 de abril de 2020

II DOMINGO DE PASCUA "SEÑOR MIO Y DIOS MIO"


El texto del evangelio de este domingo nos muestra algo fascinante: Jesús vive y está de nuevo en medio de los suyos. No es un fantasma, no hay por qué tener miedo. Al contrario, Jesús les hace experimentar una paz intensa y verdadera junto a una alegría incontenible. Sienten que Jesús, sí, el Resucitado, con su soplo, el soplo del Espíritu, aviva en ellos alegría y paz. Sin embargo el evangelio de hoy también nos muestra la incredulidad, fruto de la cerrazón. Tomás, el apóstol incrédulo, quiere ver, quiere tocar; exige pruebas, cual niño caprichoso, que le saquen de la oscuridad de sus dudas. Y ante esto Jesús vuelve a actuar. Jesús quiere que Tomás abra las puertas que aún tiene cerradas, que venza sus miedos y que también sea partícipe de la paz y la alegría que trae la resurrección. El Resucitado así se lo hace sentir, y Tomás nos ha dejado la confesión de fe más bella que podamos leer y proclamar del evangelio: «Señor mío y Dios mío».

 El evangelio de hoy es toda una invitación a vencer nuestros miedos y a no cerrar nuestras puertas. A no exigir pruebas a la medida de nuestros caprichos y a no instalarnos en la testarudez. A no aferrarnos a la necesidad de seguridades absurdas que no pasan de ser mera curiosidad. Y es que la resurrección de Jesús es toda una invitación a sentir. Sí, sentir que nuestra experiencia de fe va mucho más allá de comprobaciones epidérmicas, porque nos encontramos ante algo que nos habla de inmensidad y que es más profundo que una simple comprobación física. El ver y el tocar no aclara realmente nada, es más, nos pueden mantener en la incredulidad porque, en cuestión de fe, el amor es mucho más sólido que nuestras manos. Por ello hay que sentir. Hay que abrir todas las puertas que tengamos cerradas en nosotros mismos y sentir cómo se despierta el amor de quien nos ama y el amor que nos brota ante quienes amamos. Sentir cómo el amor nos reblandece, nos modela, nos figura humanamente, nos sitúa como constructores de paz, hacedores de un mundo nuevo, de nuevas situaciones y de circunstancias renovadas. Porque el amor nos dice quiénes somos antes de transparentarse en nuestras obras, y nos llevará donde no imaginamos.

FELIZ DOMINGO


domingo, 12 de abril de 2020

REFLEXIÓN DOMINGO DE PASCUA

Entra en el gozo de tu Señor

¡Entrad todos en el gozo de vuestro Amo! Primeros y últimos, ricos y pobres, vigilantes y holgazanes, los que habéis ayunado y los que no lo habéis hecho: alegraos todos hoy. El festín está a punto, venid todos. El ternero cebado está servido, que nadie se marche hambriento. Gozad todos del banquete de la fe, venid a sacar el tesoro del pozo de la misericordia. Que nadie deplore su pobreza, porque el reino ha llegado para todos; que nadie se lamente de sus faltas, porque el perdón ha brotado del sepulcro; que nadie tema la muerte, porque la muerte del Señor nos ha librado de ella. Ha destruido la muerte aquel al que la muerte había apresado; ha despojado al infierno aquel que ha descendido a los infiernos.

Ya Isaías lo había predicho diciendo: El infierno se consternó al encontrarte. El infierno se ha llenado de amargura, porque ha sido abatido; humillado, porque ha sido condenado a muerte; hundido, porque ha sido aniquilado. Quiso arrebatar un cuerpo y se encontró delante de Dios; arrebató lo que era terrestre, y se encontró con el cielo; tomó lo que era visible, y cayó a causa del Invisible. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¡Cristo ha resucitado y tú has sido derribada! ¡Cristo ha resucitado y los demonios han caído! ¡Cristo ha resucitado y los ángeles se gozan!

San Juan Crisóstomo
Homilía atribuida. Liturgia ortodoxa de Pascua.
Natural de Antioquía, fue monje y obispo de Constantinopla;
gran predicador y escritor, murió en el destierro.
Es doctor de la Iglesia (Ca. 349-407).

DOMINGO DE RESURRECCIÓN "VIO Y CREYÓ"



      El evangelio de este domingo más que un relato de la aparición de Jesús resucitado es un relato de desaparición. Lo que encuentran tanto María Magdalena como los dos apóstoles no es la manifestación gloriosa del Resucitado sino un sepulcro vacío. Ante ese hecho caben dos interpretaciones. La primera es la actitud inicial de María Magdalena: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. La otra es la respuesta de fe de los apóstoles: “Vio y creyó”. 

      La actitud más evidente, más obvia, es sin duda la de María Magdalena. La actitud de los apóstoles es diferente. Llegan al sepulcro y observan lo que ha sucedido. Sólo después se les abre la inteligencia y comprenden lo que no habían entendido antes en las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los muertos”.

      Jesús es, curiosamente, el gran ausente de este relato pero al mismo tiempo la auténtica fuerza que dinamiza la vida de los creyentes. Apenas las vendas y el sudario quedan como testigos mudos de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Pero es precisamente sobre ese vacío como se afirma la fe. ¿No nos dijeron que la fe era creer lo que no se ve? Pues aquí tenemos una prueba concreta. En torno a la ausencia de Jesús brota la convicción de que está vivo, de que ha resucitado. No han sido los judíos o los romanos los que se han llevado su cuerpo. Ha sido Dios mismo, el Abbá de que tantas veces habló, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre él.

      Pero no hay pruebas de ello. No hubo policías recogiendo las huellas dactilares. No hubo jueces ni comisiones parlamentarias. No hubo periodistas ni cámaras ni micrófonos. Nada de eso. Solamente el testimonio de los primeros testigos que nos ha llegado a través de los siglos. De voz en voz y de vida en vida ha ido pasando el mensaje: “Jesús ha resucitado”. Muchos han encontrado en esa fe una fuente de esperanza, de vitalidad, de energía que ha dado sentido a sus vidas. La vida de tantos santos, canonizados o no, es testimonio de ello. Pero no hay pruebas. Sólo la confianza en la palabra de aquellos testigos nos abre el camino hacia esa nueva forma de vivir. ¿Quieres tú también creer?

Este evangelio nos muestra cómo el amor y la amistad hacen buscar al Señor. En tu momento de oración puedes pedirle a Jesús resucitado que renueve en ti la fuerza de su Vida, que te dé el valor para ser su testigo, que te renueve por dentro con la fuerza de su Espíritu...

FELIZ PASCUA


sábado, 11 de abril de 2020

REFLEXIÓN SÁBADO SANTO

Esta es la noche en la que Cristo, rotas las cadenas de la muerte, asciende victorioso

El cielo brilla cuando está iluminado por el coro de las estrellas, pero esta noche brilla menos por el resplandor de los astros que por el gozo que experimenta ante la victoria de nuestro Dios y Salvador. Sed valientes: Yo he vencido al mundo. Después de esta victoria de Dios sobre el enemigo invisible, también nosotros, ciertamente, venceremos a los demonios. Permanezcamos, pues, cerca de la cruz de nuestra salvación para recoger los primeros frutos de los dones de Jesús. El Sol de justicia, nuestro Señor Jesucristo, ha iluminado este día para el mundo entero; por medio de la cruz, se ha levantado y ha salvado a los creyentes.

Nuestra asamblea, hermanos, es una fiesta de victoria, la victoria del Rey del universo, Hijo de Dios. Hoy el diablo ha sido derrotado por el Crucificado y, por el Resucitado, toda la humanidad se ha llenado de gozo. Este día grita: «Hoy he visto al Rey del cielo, ceñido de luz, subir por encima del rayo y de toda claridad, por encima del sol y de las aguas, por encima de las nubes». Primero se escondió en el seno de una mujer, después en el seno de la tierra; santificando primero a los que son engendrados, seguidamente, por la resurrección, ha dado la vida a los que estaban muertos, porque pena y aflicción se alejarán.

San Hesiquio de Jerusalén
1ª homilía para la Pascua, 1.5-6.
Monje, presbítero y gran predicador († Ca. 451).

viernes, 10 de abril de 2020

REFLEXIÓN VIERNES SANTO

El signo de salvación

El Señor, en su pasión, asumió todos los errores que había cometido el género humano a fin de que, en el futuro, no hubiera nada que condujera al hombre al error. La cruz es, pues, un gran misterio, y si tratamos de comprenderla, el mundo será salvado por este signo. Así como la Iglesia no puede permanecer en pie sin la cruz, así también una nave se debilita sin su mástil. Cierto que el diablo la atormenta y el viento ataca a la nave, pero cuando se levanta el signo de la cruz, igual que se levanta el mástil en la nave, la injusticia del diablo es rechazada, la borrasca cae inmediatamente.

El que cultiva la tierra empieza su trabajo con la señal de la cruz: uniendo los elementos de su arado imita la imagen de una cruz. La misma forma del hombre cuando levanta las manos representa una cruz; sobre todo cuando oramos con las manos levantadas, a través de nuestro cuerpo proclamamos la pasión del Señor. Es con este signo como Moisés venció en la guerra contra los amalecitas: no con las armas, sino con las manos levantadas hacia Dios. Así pues, por este signo del Señor el mar se abre, la tierra se cultiva, el cielo se gobierna, los hombres se salvan. Y yo incluso afirmo que por este signo del Señor las profundidades del reino de los muertos se abren.

San Máximo de Turín
Sermón 38: PL 57, 341s; CCL 23, 149s.
Obispo de Turín; de este notable predicador
se conservan numerosos sermones (siglos IV-V).

jueves, 9 de abril de 2020

REFLEXIÓN JUEVES SANTO

Él los amó hasta el final

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado los suyos, los amó hasta el final. Estas palabras son inmediatamente seguidas por la narración de la amarga pasión de Cristo, empezando con la humilde ceremonia del lavatorio de pies de Jesús a sus discípulos y luego dando a conocer su traidor. Le siguen la enseñanza de Jesús, su oración, su arresto, su juicio, su flagelación, su crucifixión y toda la dolorosa pasión.

Por esta razón san Juan nos deja las palabras previamente citadas, para hacernos comprender que Cristo ha llevado a cabo todos sus actos por amor. Jesús demostró muy bien este gran amor a sus discípulos durante la última Cena, afirmando que amándose los unos a los otros seguirían su ejemplo. Pues a aquellos que amaba, los amó hasta el final, y deseaba que ellos hicieran lo mismo. Él no fue inconstante, como tanta gente que ama de manera pasajera, que abandona todo en la primera derrota y pasa de ser amigo a enemigo, como Judas el traidor. Jesús lo preservó en el amor hasta el final, hasta que, y precisamente por amor, llegó a este doloroso extremo. Y no solo obraba para aquellos que ya eran sus amigos, sino para sus enemigos, con el fin de hacerlos sus amigos.

Santo Tomás Moro
Tratado sobre la pasión.
Hombre de estado inglés, canciller del rey Enrique VIII,
que lo mandó decapitar por no prestar el juramento antipapista
frente al surgimiento de la Iglesia anglicana y por oponerse
al divorcio con la reina Catalina de Aragón (1478-1535).

miércoles, 8 de abril de 2020

REFLEXIÓN MIÉRCOLES SANTO

Sacar bien del mal, justicia de la injusticia

¿Acaso no os he escogido yo a vosotros? ¿Diremos que escogiendo a Judas el Salvador quiso cumplir a través de él, contra su voluntad, sin que lo supiera, una obra tan grande y buena? Esto es lo propio de Dios: hacer servir para el bien las obras malas de los malos. El malvado hace servir para el mal todas las buenas obras de Dios; el hombre de bien, al contrario, hace servir para el bien las malas acciones de los malvados. ¿Y quién es más bueno que Dios? El Señor mismo lo dice: Nadie es bueno sino Dios.

¿Quién es peor que Judas? Entre todos los discípulos del Maestro, entre los Doce, él es el escogido para llevar la bolsa y ocuparse de los pobres. Pero después de tal beneficio, recibe dinero para entregar al que es la Vida; persiguió como enemigo al que había seguido como discípulo. Pero el Señor hizo servir para el bien un gran crimen. Aceptó ser traicionado para rescatarnos: el crimen de Judas fue cambiado en un bien. ¿A cuántos mártires persiguió Satanás? Pero si no lo hubiera hecho, no celebraríamos hoy su triunfo. El malvado no puede contrariar la bondad de Dios. El Artífice supremo no permitiría la existencia del mal si no supiera servirse de él para que todo concurra al bien.

San Agustín
Oriundo de Tagaste (en la actual Argelia), fue obispo de Hipona.
Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina.
Es doctor de la Iglesia (354-430).

martes, 7 de abril de 2020

REFLEXIÓN MARTES SANTO

Soportó nuestros sufrimientos

El Señor se revistió de nuestra debilidad para recubrir nuestra inconstancia con la firmeza de su fuerza. Vino del cielo a este mundo como un mercader rico y bienhechor y, por un admirable intercambio, concluyó un negocio: tomando lo que era nuestro, nos concedió lo que era suyo; por lo que era nuestra vergüenza, nos dio su honor; por los dolores, la curación; por la muerte, la vida.

Pedro fue el primero en experimentar cuán provechosa ha sido para los creyentes la humildad. Sacudido por la violenta tempestad de su turbación, volvió en sí por este brusco cambio, y recuperó su fuerza. Encontró el remedio en el ejemplo del Señor. En efecto, el siervo no podía ser mayor que su señor, ni el discípulo que su maestro, y no habría podido vencer el estremecimiento de la fragilidad humana si el vencedor de la muerte no se hubiera estremecido primero. La Verdad lo penetró con su mirada, justo allí donde su corazón tenía necesidad de curación. Fue como si la voz del Señor se hubiera hecho oír para decirle: «¿Dónde vas, Pedro? ¿Por qué te encierras en ti mismo? Vuelve a mí, confía en mí y sígueme. Ahora es el tiempo de mi pasión, la hora de tu suplicio no ha llegado todavía. ¿Por qué temer ahora? También tú superarás la prueba, no tengas miedo».

San León Magno
Gran predicador y escritor, fue obispo de Roma;
desarrolló una ingente labor de mediación
para evitar la violencia de las incursiones bárbaras († 461).

lunes, 6 de abril de 2020

REFLEXIÓN LUNES SANTO

A los pobres los tenéis siempre con vosotros
Cristo fue entregado por ti, inmolado por ti, vive en la miseria por ti, y aun así, tú no das nada. ¿Hay una piedra más dura que vuestros corazones ante la interpelación de tantas razones? No fue bastante que Cristo padeciera la cruz y la muerte; quiso ser pobre, mendigo y desnudo, encarcelado para que al menos ante esta realidad te dejaras conmover. «Si no das remedio a mis dolores, por lo menos ten piedad de mí en mi pobreza. Si no tienes piedad de mí por mi pobreza, que mis enfermedades te ablanden y mis cadenas te enternezcan. Si todo esto no te conmueve, que te mueva al menos la insignificancia de mi petición; no te pido nada costoso, sino pan, un techo y una palabra amistosa. Fui encadenado por ti y lo sigo estando todavía para que, conmovido por mis cadenas pasadas o actuales, tengas misericordia de mí. He pasado hambre por ti y sigo sufriendo el hambre por ti. Tuve sed cuando estuve colgado en la cruz y sigo teniendo sed en los pobres a fin de atraerte hacia mí para tu salvación».

Jesús dice, en efecto: Quien acoge a uno de estos pequeños me acoge a mí. «Te podría premiar sin esto, pero yo quiero hacerme tu deudor para que lleves tú la corona segura. Por esto, aunque yo me podría alimentar a mí mismo, voy mendigando. Quiero que me des de comer tú, porque te amo ardientemente».

San Juan Crisóstomo
Natural de Antioquía, fue monje y obispo de Constantinopla;
gran predicador y escritor, murió en el destierro.
Es doctor de la Iglesia (Ca. 349-407).

domingo, 5 de abril de 2020

REFLEXIÓN DOMINGO DE RAMOS

Bendito el que viene en nombre del Señor
La fiesta de hoy presenta a los ojos de los hombres a aquel que nuestra alma desea bajo dos aspectos diferentes. Los dos aspectos atraen nuestra mirada; los dos son objeto de nuestro deseo y de nuestro amor, porque en ambos es el Salvador de los hombres. Si contemplamos al mismo tiempo la procesión de hoy y la pasión, vemos a Jesús glorioso y sublime y humillado y sufriente.

En la procesión, recibe los honores de rey; y en la pasión, es golpeado como un malhechor. Aquí, la gloria y el honor le rodean; allí, se revela sin forma ni hermosura. Aquí él es la alegría de los hombres y el orgullo del pueblo; allí, oprobio de los hombres, desprecio del pueblo. Aquí es aclamado: Hosanna al Hijo de David; allí oímos los gritos enfurecidos de la gente que pide su muerte, burlándose del que se hizo rey de Israel. Aquí la gente sale a su encuentro con palmas en las manos; allí le dan bofetadas y con cañas le golpean en la cabeza. Aquí es colmado de elogios; allí, cubierto de injurias. Aquí la gente extiende sus mantos ante Jesús; allí es despojado de sus vestiduras. Aquí es recibido en Jerusalén como el Rey justo y el Salvador; allí es expulsado de Jerusalén como un criminal y un impostor. Que brille siempre sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro, en la tristeza como en las alegrías, tú que eres la alegría y la salvación de todos, tanto montado sobre el asno como clavado en la cruz.

Beato Guerrico de Igny
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Abad cisterciense (Ca. 1080-1157)

DOMINGO DE RAMOS "BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR"

La pasión según san Mateo es un relato apasionante que va del anuncio al cumplimiento. Hay un punto central en el relato. Justo en el momento en que va a ser arrestado, Jesús proclama: “Ha llegado la hora”. A partir de ese momento lo que en la primera parte del relato ha sido un anuncio se va cumpliendo poco a poco.

La primera parte es el relato de la Última Cena, momento en el que Jesús al bendecir el pan y el vino los refiere a sí mismo y a su propia entrega. Ellos son y serán para siempre el signo de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres. Una nueva época está a punto de empezar, pero pasará necesariamente por la muerte de Jesús. En ese contexto, entendemos el anuncio de la traición de Judas y de las negaciones de Pedro. En ese contexto, en la soledad del Monte de los Olivos, compartimos el temor ante la muerte que experimenta Jesús.

En la segunda parte todo se cumple como si fuera un guion que los actores van actuando con fidelidad a la letra escrita. La traición de Judas se consuma con un beso. El valor inútil de Pedro, jugando a defender al Maestro con una espada, se confirma en sus tres negaciones. ¿Quién fue el mayor traidor? El canto del gallo será un recordatorio para Pedro de su propia debilidad. El juicio marca el definitivo enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas de Israel. Ésa es la auténtica causa de su muerte. El que ha pasado su vida pública hablando de Dios Padre y haciendo el bien es condenado como blasfemo. De algún modo, la condena de Jesús es una apuesta frente a Dios. Jesús muere en nombre de Dios. Y los que le condenan lo hacen también en nombre de Dios.

El relato culmina con la muerte de Jesús. Para llegar ahí, Jesús ha sido juzgado injustamente y ha sido torturado. A pesar de todo, Jesús muere creyendo en la esperanza. Las últimas palabras que el evangelista pone en su boca son el principio del salmo 22. Es un salmo en que el autor experimenta el dolor, el sufrimiento y el abandono de Dios en ese sufrimiento, pero al final proclama su esperanza en la fuerza y la gracia de Dios que salva y da vida a los que creen en Él. Sin duda, el evangelista quiso expresar de esa manera cuáles eran los sentimientos de Jesús en los últimos momentos de su vida terrena. 

La celebración de la Semana Santa ha sido y es para los abatidos por la vida, por la cruz que siempre está presente en ella, “una palabra de aliento”. Dios está con nosotros y en nuestro mundo hay un lugar para la esperanza. Aunque hayamos celebrado muchas Semanas Santas, nos sigue haciendo falta hacer memoria de Jesús de Nazaret para no desesperar frente a un mundo donde la muerte, en todas sus formas, sigue estando presente. Por más que nos cueste verlo, el Dios de la Vida triunfa sobre la muerte. Esa es nuestra fe.

FELIZ DOMINGO DE RAMOS