domingo, 28 de octubre de 2018

DOMINGO XXX ORDINARIO "SEÑOR, HAZ QUE PUEDA VER"


En el Evangelio vemos al Señor Jesús camino a Jerusalén, donde se ofrecerá Él mismo en el Altar de la Cruz como sacrificio de reconciliación para el perdón de los pecados. El camino que recorre pasa por Jericó, una ciudad que distaba unos treinta kilómetros de Jerusalén.

A la salida de Jericó se encontraba sentado a la vera del camino un ciego pidiendo limosna. El evangelista da razón de su nombre: Bartimeo, es decir, el hijo de Timeo. Él, al enterarse que era el Señor quien pasaba por el camino, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Al dirigirse al Señor con este título lo reconoce como Aquel que habría de nacer de la descendencia de David, el Mesías esperado. Evidentemente ya se había difundido entre la gente del pueblo la creencia de que Jesús era el Cristo.

Es interesante notar que en el Evangelio de Marcos diversos episodios se abren presentando a Jesús en camino a Jerusalén. El evangelista parece sugerir de este modo que la vida cristiana es un ir de camino con Jesús, que ser discípulo es seguir a Jesús por el camino que, pasando por la Cruz, le llevará a participar de la gloria de su Resurrección.

Bartimeo estaba sentado a la vera del cami­no, como simbolizando su estado de marginación de la Vida verdadera debido a su ceguera, concebida como manifestación visible de algún pecado invisible. El Señor escucha la súplica de aquel que implora piedad y le concede el milagro que le pide. Atendiendo a su súplica no sólo cura su ceguera física, liberándolo así de su estado de miseria y postración, sino que también lo libera de su pecado: «tu fe te ha salvado».

La alegría y gratitud del ciego curado se expresa en el seguimiento comprometido: «lo siguió por el camino».




domingo, 21 de octubre de 2018

DOMINGO XXIX ORDINARIO "QUIEN QUIERA SER GRANDE, QUE SE HAGA SERVIDOR DE TODOS"


El Evangelio de este Domingo se ubica inmediatamente luego del renovado anuncio del cómo sucederá aquello que fue anunciado por los profetas: «Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado; le condenarán a muerte, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará» Los discípulos siguen sin querer entender, siguen tercamente aferrados a su idea del Mesías entendido como un glorioso y poderoso liberador político. Interpretan las palabras del Señor como el anuncio de su cercana manifestación gloriosa, el anuncio de la inminente instauración del Reino de Dios en la tierra mediante la restauración del dominio de Israel y el sometimiento de todas las naciones paganas. Ante esa perspectiva y creciente expectativa, se avivan las ambiciones de algunos Apóstoles. Dos de ellos, Santiago y Juan, se acercan al Señor para expresarle su ambición: «concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda», cuando con el poder de Dios hayas instaurado tu Reino y sometido a todas las naciones.

El Señor, lejos de escandalizarse ante la ambición mostrada por sus discípulos, se muestra comprensivo de la fragilidad humana y de las distorsiones introducidas en el corazón humano por el pecado. Ante tal petición y ante la indignación que genera entre los demás Apóstoles, Él los reúne en torno a sí y les enseña a interpretar rectamente el deseo de grandeza que mueve sus corazones: «el que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». Es por el servicio y la humildad como ellos están llamados a ser auténticamente grandes, a ser “los primeros” entre todos. Ése, y no el de la gloria humana y el dominio abusivo sobre los demás, es el camino por el que responderán acertadamente a sus anhelos de grandeza y gloria.

El Señor se pone a sí mismo como modelo y ejemplo a seguir: Él, siendo Dios, se ha hecho hombre, y no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la propia vida como rescate por todos. Él no se impuso mediante su poder, sino que hizo de su propia vida un don para los demás. Es bebiendo de su mismo cáliz, abajándose con Cristo por la humildad, como sus discípulos serán elevados con Él hasta lo más alto, hasta la participación en la misma gloria divina. Siguiendo sus huellas el discípulo puede responder acertadamente a su legítima aspiración a la grandeza humana.



jueves, 18 de octubre de 2018

JUEVES DE IGLESIA DE GUARDIA

Como cada jueves, hemos tenido en la capilla de Liñares, la Iglesia de Guardia. Nada especial, como un jueves cualquiera, pero poco a poco va formándose un grupito de personas que tenemos la inquietud de pasar un rato con el Señor, un rato de oración, de mirar en el interior. 

Hoy empezábamos con los acordes de la guitarra de Rubén de Lis, que cantaba "Nadie te ama como yo": 
"Cuánto he esperado este momento
Cuánto he esperado que estuvieras así
Cuánto he esperado que me hablaras
Cuánto he esperado que vinieras a mí
...."

Recordaba lo que dijo hoy D. Benito en la homilía: ¿Qué podemos hacer para que les guste esto a la gente?. Parecía un poco decepcionado. Como también San Pablo, en la lectura de hoy, se quejaba de que todos lo habían abandonado, menos Lucas y mostraba decepción, agradecimiento, reproche y fe en el Señor que nunca falla. 

Podríamos preguntarnos también hoy, que es lo que nos preocupa, que nos ilusiona, si nuestro deseo es vivir el Evangelio y compartir la buena noticia , o si abandonamos como abandonaron a Pablo. 

¿Como lo habría afrontado Pablo hoy?¿Cómo lo se lo diría hoy a Timoteo?

"Palabras de Pablo:
Querido Timoteo, a ver si vienes pronto. Dimas ha pasado de mí y se ha marchado a Tesalónica. Dice que esto del evangelio no es para él, que quiere vivir la vida. Y lo mismo ha hecho Crescente, aunque este se ha ido a Galacia, porque le han ofrecido trabajo allí. Solo se ha quedado conmigo Lucas, que es el más fiel. Y ya que vienes, tráete a Marcos, que es buenísimo anunciando la buena noticia. Tíquico tampoco está, le he mandado a Éfeso, que hay mucho que hacer por allí. Ah, y aprovechando el viaje, a ver si me puedes traer un abrigo que me dejé en casa de Carpo, que aquí hace un frío tremendo. Y tráeme también el disco duro, que tengo en él todas las cartas. Alejandro, el de las fotocopias, me ha tratado fatal. Ten cuidado con él, que creo que no le gusta nada lo que decimos. La verdad es que al principio, cuando me atacaron, nadie dio la cara. Yo creo que a todo el mundo le asusta un poco esto de anunciar el evangelio. Supongo que es por si les señalan, o les toman por ingenuos, o por si molesta decir la verdad, que mucha gente anda muy cómoda y prefiere no oírnos. Bueno, lo que te cuento, que me dejaron solo. Pero en fin, intento no enfadarme. Después de todo, Dios siempre me asiste y me da fuerzas para seguir adelante, y hablar más alto, para que lo oiga todo el mundo. No me voy a callar."

Rezandovoy (adaptación libre de 2Tim 4, 9-17)

No todo está perdido, aquí seguiremos animando a todo aquel que quiera acompañar al Señor un rato, y pidiéndole que nos de fuerzas para seguir. 

Nuestro lema: "Vente cuando puedas, vete cuando quieras"

miércoles, 17 de octubre de 2018

UN SIGNO

¿Qué más signo, Señor,
nos hace falta?
Los pobres, en su hambre,
señalan el amor como camino.
Los niños, en sus juegos,
eligen lo sencillo como escuela.
Los profetas, gritando,
reclaman tu verdad y tu justicia.
Las víctimas de guerras
aspiran a la paz como horizonte.
Los presos de un espejo
envuelven en sonrisas la tristeza.
Los ídolos de barro
sepultan bajo fango la belleza.
Los que se hacen preguntas
intuyen tu palabra en el silencio.
Los muertos, en su sueño,
piden la eternidad como respuesta.
¿Qué más signo, Señor,
necesitamos,
para volver
el tiempo sementera,
para apostar la vida al evangelio,
para buscar la tierra prometida,
para elegir tu senda?

José María R. Olaizola

domingo, 14 de octubre de 2018

D. DANIEL "DE OIA A OIA"



Hoy ha tomado posesión de sus parroquias el Reverendo D. Daniel Goberna Sanromán, nada menos que cuatro parroquias: Viladesuso, Mougás, Pedornes y Santa Maria de Oia con su anejo de San Xian. Es su primer destino parroquial desde que hace cinco años fue ordenado sacerdote en la Catedral de Tui por Monseñor Quinteiro. Antes estuvo perfeccionando estudios de canto y música en la Ciudad del  Vaticano en Roma, terminando sus estudios este año y pasando adscrito a la Diócesis.

En una ceremonia presidida por el Sr. Obispo, acompañado por varios sacerdotes y diáconos, se celebró la toma de posesión en la Iglesia del Monasterio de Santa María de Oia, con varios momentos emotivos, como fue la aceptación del cargo o su paso por la pila bautismal y confesonario. Eran muchos de sus parroquianos los que se acercaron a conocer a su nuevo pastor. La Iglesia se quedó pequeña y eso que casi es una catedral por su tamaño.

El Sr Obispo en la homilía le recordó como en el evangelio de hoy Jesús les dice a sus discípulos: "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.", y  que hoy, era ese día para él, por lo tanto le invitaba a crear una  gran familia de cuatro parroquias, con sus dificultades, pero que la recompensa sería grande.

Cuando, D. Daniel tomó la palabra, nos comentó, que además de aceptar el cargo con entusiasmo, quería ser como ese barro que une las piedras que configuran todas las edificaciones de sus parroquias, algo tan pobre pero capaz de unir con fuerza todos los componentes para darle solidez, o como ese "Buen Pastor" que sepa guiar a su rebaño, encomendándose a la Virgen del Mar que le ayudara a éste fin, a la que se cantó la Salve Marinera como colofón del acto.

Desde la Parroquia de San Miguel de Oia, donde fue bautizado, le deseamos la mayor de las suertes en este ministerio, fundiéndonos en un abrazo con él y su familia y pidiéndole a San Miguel y la Virgen de los Liñares su intercesión para que le guíen en su acción pastoral.

Siempre estará en nuestras oraciones.


DOMINGO XXVIII ORDINARIO "VENDE TODO LO QUE TIENES Y SÍGUEME"


El Evangelio cuenta una historia que habla también de la sabiduría. Un hombre se acerca a Jesús. Está preocupado por alcanzar la vida eterna. Y pregunta a Jesús qué debe hacer. Había cumplido los mandamientos desde pequeño, y estaba lleno de ideales más altos y de aspiraciones más grandes. Porque era bueno y bien intencionado, quería superar la simple observancia de la ley, para no quedarse en una religión de obligaciones cumplidas.

De repente, Jesús le propone, con mucho amor, algo nuevo, impensado, le abre nuevos horizontes. Es llamado a un radicalismo para seguirle, ha de dejarlo todo, quedarse sin nada y centrarse en lo único que vale la pena: seguir a Jesús. Para emprender la aventura del Espíritu hay que ser capaz de dejar todo: riquezas, relaciones útiles, buen puesto en la sociedad. Vender los bienes materiales es adquirir la libertad interior, superar ataduras terrenas, abandonar privilegios confortables, para alcanzar la disponibilidad del corazón que hace al hombre pobre de espíritu y rico en Dios. 

Es un gran desafío. Porque para alcanzar la verdadera sabiduría hay que saber relativizar todo lo que se tiene, todo lo demás. No se encuentra la vida en las cosas que se poseen ni en cumplir todos los mandamientos. La verdadera sabiduría está en reconocer que todo es don, un regalo que Dios nos hace. Y sólo cuando nos volvemos a él con las manos vacías, somos capaces de acoger ese don enorme que es la felicidad o la vida eterna. 

A los ricos se les hace difícil entrar por ese camino. Están muy preocupados con las cosas que tienen. Pasan el día pensando en cómo tener más y en cómo defenderlas mejor. Los otros se les antojan amenazas. Los ven como ladrones que les quieren quitar lo que es suyo. Sólo si son capaces de liberarse de las cosas que tienen, descubrirán en el rostro del otro a un hermano o hermana y se darán cuenta de que la felicidad está en el encuentro fraterno con los demás. Todos como hermanos y hermanas entre nosotros y como hijos e hijas de Dios. 

El joven rico del evangelio (y nosotros también) es invitado a vivir un “éxodo” pasando del “tener” al “ser”, del “poseer” seguridades materiales al “ser” discípulo de Jesús. Es necesario descubrir a Dios como el gran tesoro, el sumo bien, la plena felicidad, para no hacer de las riquezas terrenas un “dios”, al que se rinde culto a cualquier precio. Lo que pide Cristo es valentía para saber dejar cosas y recibir el evangelio, hacerse pobre en el presente para ser rico en el futuro.



jueves, 11 de octubre de 2018

COLOQUIO DE UN DIOS QUE PIDE



Señor, no te canses de pedirme,
aunque tantas veces te haya dicho no.
No te canses de buscarme,
aunque tantas veces yo haya buscado otras cosas.
No te canses de llamarme,
aunque tantas veces me haya hecho el sordo.
No te canses, Señor,
porque cualquier día te daré todo lo que me pides,
cualquier día te encontraré para no dejarte jamás,
cualquier día mi corazón te dirá sí sin condiciones.
Pero quiero decirte que
solo será posible si cada día derramas sobre mí tu Espíritu.
Pídeme, búscame, llámame, Señor. No te canses de mí.

(Fermín Negre)

domingo, 7 de octubre de 2018

DOMINGO XXVII ORDINARIO "SERÁN LOS DOS UNA SOLA CARNE"


Dios no ha creado al hombre para vivir en soledad, sino en relación, en compañía; pues “no es bueno que el hombre esté solo”.  La compañía de los animales es buena, pero insuficiente (Gen 2,18). De ahí que la primera pala­bra del hombre en la Biblia sea de reconocimiento del otro y de comunión de amor. «¡Esta sí que es carne de mi carne!». El sentido de la vida está ligado a la experiencia del encuentro amoroso.

Pero la experiencia humana nos hace ver que tanto el hombre como la mujer pueden hacer fracasar el vínculo querido por Dios.

Ahí se sitúa la pregunta que los fariseos plantean a Jesús para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?".

No se trata del divorcio tal como lo conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón.

La ley "machista", dada por Moisés que permitía a los hombres dar acta de repudio a sus mujeres se impuso en el pueblo por la "dureza de corazón" de los varones. Pero según Jesús de Nazaret, no se trata de plantear ¿qué es lícito?, sino de ¿cuál es el proyecto de Dios?

En el Evangelio, Jesús afirma la igualdad del hombre y la mujer. Y es clara la dimensión de fidelidad inquebrantable que comporta el matrimonio (“lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”).
Una advertencia para no destruir el proyecto de Dios: “que no se nos endurezca el corazón” por creernos superiores al otro, por envidias, egoísmos, ansias de dominar…

Un camino posible: Acoger a la persona como don de Dios. Ser como niños en  sencillez y agradecimiento acogiendo el Reino para que la relación mutua en este mundo sea ámbito de felicidad, vínculo gozoso, fiel e indisoluble entre dos seres humanos, donación amorosa e incondicional en la que es posible amarse más allá de las diferencias, de los conflictos de pareja, en la entrega sincera y el sincero te quiero. Amor en el que no falten las palabras: permiso, gracias, por favor, perdón, te quiero (como recordó el Papa Francisco 29.07.2016).

Ver la diferencia sexual como un bien  necesario para la complementariedad; un regalo, una bendición de Dios para "creced y multiplicaos” que en la relación amorosa entre el hombre y la mujer, es santificada por el matrimonio y elevada al esplendor de una comunión plena y eterna.