domingo, 28 de abril de 2019

II DOMINGO DE PASCUA "LA PAZ SEA CON VOSOTROS"


El evangelio de hoy tiene dos partes, una con la  ausencia de Tomás y la otra con Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz. Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios.

El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión.

La figura de Tomás es solamente una actitud de “anti-resurrección”; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Algunos todavía la quieren entender así, pero de esa manera nunca se logrará que la fe tenga sentido. Porque la fe es un misterio, pero también es relevante que debe tener una cierta racionalidad, y en una vuelta a la vida no hay verdadera y real resurrección. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se “encontrará” con el Señor. Esa no es forma de “ver” nada, ni entender nada, ni creer nada.

Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una “imagen”, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.


domingo, 21 de abril de 2019

DOMINGO DE RESURRECCIÓN "RESUCITO, ALELUYA"


Después de celebrar la Semana Santa, el domingo de Pascua llega como un rayo de esperanza. Hemos vivido de cerca la muerte de Jesús. Y en su muerte hemos hecho memoria de todas nuestras muertes. Las muertes que vivimos día a día en nuestras personas, en nuestras familias, en el trabajo, en la sociedad, en el mundo. La guerra y la injusticia son muerte. Pero también lo son las enfermedades y los egoísmos, los rencores y los odios, que nos comen por dentro y van minando nuestra vitalidad. Tantas son las muertes que nos rodean que a veces podemos llegar a pensar que no tenemos futuro, que no hay salida. Parece que el hombre está definitivamente metido en un laberinto que no tiene más salida que la desesperación o, lo que es lo mismo, la muerte. 

Pero muy de mañana unas mujeres fueron al sepulcro donde habían enterrado a Jesús y vieron quitada la losa del sepulcro. Fueron corriendo a avisar a los apóstoles. Pedro llegó y vio que Jesús no estaba allí. Y lo que es más importante: vieron y creyeron. La fe les hizo ver más de lo que veían sus ojos. Donde otros no verían más que un sepulcro vacío, ellos descubrieron otra realidad mucho más profunda: Jesús había resucitado, el Padre le había devuelto a la vida. La promesa de la resurrección se hacía en Jesús realidad y esperanza para toda la humanidad. Con ese último acto de su historia, todo lo que habían vivido y aprendido con Jesús cobraba un significado nuevo. Ahora la liberación esperada era mucho más profunda que la simple liberación política del dominio de los romanos o la llegada de un reino judío que igualase o superase al de Salomón. Si Jesús ha resucitado, entonces es que Dios nos ha liberado de la esclavitud más profunda: la esclavitud de la muerte. 

En Pascua y ante el sepulcro vacío, los que creemos en Jesús comprendemos que no cabe en nuestras vidas lugar para la desesperación. Somos en adelante hombres y mujeres de esperanza. Sabemos, desde la fe, que para Dios no hay ningún caso desesperado. Por más difíciles, por más irresolubles, por más amenazadores, que sean nuestros problemas, mantenemos firme la esperanza. Y aunque nos llegue la muerte, sabemos que ni siquiera ésta es definitiva. Porque Jesús ha resucitado. 

La resurrección de Jesús nos compromete con la esperanza. Nos llama a trabajar por crear esperanza a nuestro alrededor. Por regalarla a los demás como se nos regala la luz del cirio pascual que ilumina nuestra celebración. Defendemos la vida para todos porque el Dios de Jesús es Dios de Vida para todos. Y con nuestra forma de comportarnos día a día vamos regalando vida y esperanza. Para que nadie, nunca, se sienta desesperado. 


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.



viernes, 19 de abril de 2019

SÁBADO SANTO "ESPERANDO LA RESURRECCIÓN"


No podemos pasar un Sábado Santo sin pensar que es un día de luto, de tristeza infinita, de vacío, de silencio de plomo que envuelve a toda la Iglesia. Pero al mismo tiempo, un día puente entre la esperanza y la alegría. De esto mucho sabía nuestra Madre la Virgen María, pero poco los discípulos, amigos y seguidores de Cristo. Los que decían conocer y confiar en Jesús, se encontraban desilusionados, rotos, acabados, porque tenían la esperanza en un Jesús, Dios Rey liberador del momento instantáneo, que soluciona el problema ya, en ese momento; y sus expectativas se vinieron abajo.

Los apóstoles tenían hasta miedo, ¿qué iba a ser ahora sin el Maestro? Pensaban que todo lo que habían hecho, visto y vivido no había valido la pena. Viendo así a un Jesús fracasado, muerto y sepultado, para ellos todo había finalizado. Pero estaban obviando la parte más importante: la resurrección, la solución, la verdad detrás de toda esa situación de penuria y desesperanza, de pérdida de fe en el peor momento. Perdemos la fe.  En los momentos más difíciles de nuestras vidas, perdemos la fe, igual que los Apóstoles.

Pero insisto hermanos en no podemos vivir un Sábado Santo como ellos, como los Apóstoles lo vivieron, sino como lo vivió Nuestra Madre, la Virgen María, clave en este día. Mujer heroica de gran fe, ni se acercó al sepulcro porque ella no estaba desilusionada, ni asustada, ella confiaba firmemente y aguardaba y meditaba todas las palabras de Jesús en su corazón: “al tercer día, el Hijo de Dios, resucitará de entre los muertos”. Y ahí estaba la Virgen, entre ayuno y oración, esperando la resurrección. Confiaba plenamente en Jesús.

Y aquí viene lo más bonito, el gran ejemplo, la Virgen María, y aún a pesar de haber vivido un auténtico calvario, infinito sufrimiento, lo peor, lo peor que puede vivir una madre, ver como su hijo es traicionado, negado, escupido, humillado, ultrajado, cargando con un madero y una corona de espinas incrustada en la cabeza, hasta crucificarlo, clavarlo con tres clavos en una cruz, y como colofón final, una lanza traspasaba su corazón. ¿Os podéis imaginar dantesca imagen? Y allí, en directo, sin anestesia, sola, la Virgen al pie de la cruz, aceptando su cruz, dolida, muy dolida, pero agarrándose en ese momento, aferrándose en ese momento a la alarma, a la herramienta más eficaz que Jesús nos dejó, que es la fe. La fe. A las palabras de su Hijo se agarró la Virgen María, y ella era humana, como nosotros, de carne y hueso, los mismos sentimientos, todo igual, pero con una gran diferencia que nosotros, tenía esperanza, tenía fe. Nunca la perdió, aún a pesar de haber vivido lo peor, una verdadera cruz para una madre, un verdadero dolor infinito, inaguantable. Me encanta, es nuestro modelo.

Juan estaba allí, con su madre, en la cruz. Pero ella nunca dudó, nunca dudó de la palabra del Señor. Y lo que comentaba, para mí es un modelo porque cuando le dijo “Aquí tienes a tu madre” “Madre, aquí tienes a tu hijo”, es decir, aquí tienes a tu referente, a tu madre, a tu modelo, modelo de vida, que en el peor momento de su vida no perdió la fe. La Virgen espera y no olvida. Ella fue la única que mantuvo la promesa de Dios, una llama viva de esperanza y de fe. Sabía, a diferencia de los discípulos, que con la muerte de su hijo, aquí no terminaba la cosa, a revés, sino que con su muerte empezaba todo. ¡Qué gran receta nos dejó!, ¡qué gran receta!, la Virgen: fe y esperanza en esos instantes de profundo dolor y sufrimiento.

Hermanos, os invitos a unirnos a la devoción de Nuestra Santísima Madre Virgen María, la Virgen de la Soledad, pero también de la Esperanza, os invito a vivir nuestras cruces como ella lo hizo, nuestra cruz del día a día que puede llegar a crucificarnos, a sepultarnos literalmente. Pero nunca perdamos la fe. 

Ante el dolor de la vida imitemos a nuestra Madre, ¿y cómo?, pues con el verbo “estar”. Estando. Estar en silencio ante el misterio de la muerte física, psicológica. Hay muchas formas de muerte, pero esperando, sin perder la fe a que Jesús actúe y haga brillar en nuestras vidas la luz en medio de las tinieblas, esperando que la alegría triunfe sobre la tristeza, el amor sobre el odio y la vida sobre la muerte. Porque, con su resurrección, hemos resucitado todos. Con su resurrección todos hemos resucitado con Él.

Y para finalizar, me gustaría leer este fragmento que me encanta: “Si hay noches oscuras, también hay alboradas luminosas. Hay siempre un tercer día, en el que  Dios, tarde o temprano, cumple sus promesas”. Todos tenemos un tercer día y se hace presente más allá de nuestras esperanzas, de nuestros deseos, como el alba de la resurrección.

Que os sirva esta reflexión para que en los peores momentos de vuestra vida, como lo sufrió la Virgen María, tengamos fe y esperanza en el Señor, porque, como he comentado antes, todos nos hemos salvado con el Señor, hemos resucitado con Él. Él tuvo el tercer día de resucitación. Nosotros también tendremos un tercer día donde el Señor nos resucitará de todas las cosas.
Amén.

Deborah F-A Delgado

jueves, 18 de abril de 2019

JUEVES SANTO: LA CENA DEL SEÑOR


En este Jueves Santo, nos reunimos  para acompañar a Jesús en su duro camino hasta su cruz y muerte,  intentando ser capaces de imitarlo en las realidades de nuestras vidas.

Contemplamos como Jesús  lava los pies a sus discípulos y les da el pan y el vino de la Eucaristía para que nosotros hagamos como Él y vivamos siempre unidos a Él.

Una vez más sentimos la verdad del misterio que se renueva, de los dones que Cristo nos ha preparado para siempre. Y el jueves Santo se inscribe no en el pasado de aquel año en que Jesús murió, sino en la perenne presencia de un misterio que da sentido a nuestra vida.

Jesús nos pide en este día que oremos con Él y también con Él compartamos su amor, su dolor y tristeza.

Señor, queremos estar junto a Ti, quizá no sepamos decirte cosas, pero queremos estar y sentir tu amor y también queremos amarte y que nos enseñes a amar, acógenos como discípulos que quieren escucharte, seguirte, haz de nosotros tus amigos.

Señor, toca nuestro corazón, danos tu gracia, sálvanos y llénanos de la vida que solo Tú sabes dar.

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte

Tú me mueves, Señor, muéveme al verte
clavado en una cruz y encarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera;
pues, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. 
Amén.


domingo, 14 de abril de 2019

HORARIOS DE SEMANA SANTA


HORARIOS DE SEMANA SANTA

13 ABRIL: SÁBADO DE RAMOS
10:30 a 17:00. Roteiro cuaresmal (ruta de senderismo con momentos de reflexión)
14 ABRIL: DOMINGO RAMOS:
BENDITO EL QUE VIENE
11:00 Bendición y procesión de Ramos: Misas de 11:00 Iglesia  y 12:30 Linares

15 ABRIL: LUNES SANTO:
10:00 a 20:00 visita a enfermos (precepto pascual)
20:00  Misa y celebración Penitencial  

17 ABRIL: MIÉRCOLES SANTO:
12:00 Misa Crismal en la Catedral (Bendición de los Santos Óleos)
20:00 Santa Misa

18 ABRIL: JUEVES SANTO
HACED ESTO EN MEMORIA MIA
09.30 h. Laudes + meditación
20:00. Celebración de la Cena del Señor con lavatorio de pies
23:00  a 24:00. Hora Santa comunitaria. A continuación turnos de vela durante la noche

19 ABRIL: VIERNES SANTO
AMÓ HASTA EL EXTREMO
09.30  Laudes + meditación
10.30  Viacrucis en bici, triciclo, footing, coche...en familia por 14 puntos da parroquia.
Plan B: en la Iglesia con mal tempo.
20:00  Celebración Pasión del Señor con Procesión.
23:00  Viacrucis diocesano (subida al monte A Guía-Teis)

20 ABRIL: SÁBADO SANTO
ESPERA EN EL SEÑOR, TEN ÁNIMO
09:30  Laudes + meditación
10.30  Rosario de la Soledad de la Madre de Dios (Iglesia y Capilla a la misma hora)
12:00 a 15:00  Desierto espiritual (trae  tu Biblia, papel, boli y picnic)
22:30  VIGILIA PASCUAL "GLORIA Y ALELUYA"

21 ABRIL: DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION
CRISTO VIVE PARA SIEMPRE
11:00 EUCARISTIA y felicitación pascual
12.30 EUCARISTIA (capilla Nuestra Señora de los Linares)
19:00  Concierto de música Sacra





DOMINGO DE RAMOS


Hoy, la Misa comienza con la bendición de las palmas y la procesión de ingreso en el templo. Así, el Domingo de Ramos rememora la entrada "triunfal" de Cristo-Rey en la Ciudad Santa, pocos días antes de su Pasión. Es su última y definitiva subida a Jerusalén: este ascenso terminará en la Cruz. Pocos días antes, el Maestro resucitó a Lázaro y en la ciudad había una gran expectación.

La celebración de hoy trae a la memoria aquel refrán que dice “qué poco dura la alegría en la casa del pobre”. Pasamos muy rápidamente de la celebración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén a la lectura de la Pasión. Todo en la misma celebración. Oímos al pueblo aclamar a Jesús a su entrada en Jerusalén. Y poco después es el mismo pueblo el que grita ante Pilatos exigiendo que éste condene a Jesús a morir en la cruz. 

Hoy nos podemos encontrar nosotros reflejados en ese pueblo. Ya hemos terminado la Cuaresma. Esos cuarenta días nos han ayudado probablemente a conocernos un poco mejor. Sabemos de nuestras incoherencias, de nuestras infidelidades, de nuestras debilidades. Al repasar nuestra vida recordamos que ha habido momentos en los que nos hemos dejado llevar por el entusiasmo. Fueron momentos en los que nos identificamos con Pedro y, como él, le dijimos a Jesús que le íbamos a seguir a donde fuese necesario, que siempre estaríamos a su lado. Como el pueblo de Jerusalén a la entrada de Jesús sobre el borrico, le aclamamos como nuestro señor y nuestro salvador. 

Pero también recordamos los muchos momentos en que hemos sido también como ese pueblo de Jerusalén pero unos días más tarde. O como Pedro en el momento de la dificultad. Le hemos negado, hemos abandonado sus caminos y hemos puesto el corazón y la vida y la esperanza en otros señores que nos han llevado inevitablemente a la esclavitud y a la muerte. Como el pueblo de Jerusalén en el momento de la Pasión, hemos gritado “Crucifícale”. Y como Pedro hemos preferido decir que no le conocíamos de nada, que nosotros no sabemos nada y que nunca nos hemos cruzado con ese señor al que llaman Jesús. 

Jesús llega a Jerusalén como rey mesiánico, humilde y pacífico, en actitud de servicio y no como un rey temporal que usa y abusa de su poder. La cruz es el trono desde donde reina (no le falta la corona real), amando y perdonando. En efecto, el Evangelio de Lucas se puede resumir diciendo que revela el amor de Jesús manifestado en la misericordia y el perdón.

Este perdón y esta misericordia se muestran durante toda la vida de Jesús, pero de una manera eminente se hacen sentir cuando Jesús es clavado en la cruz. ¡Qué significativas resultan las tres palabras que, desde la cruz, escuchamos hoy de los labios de Jesús!:
  • Él ama y perdona incluso a sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
  • Al ladrón de su derecha, que le pide un recuerdo en el Reino, también lo perdona y lo salva: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
  • Jesús perdona y ama sobre todo en el momento supremo de su entrega, cuando exclama: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

Ésta es la última lección del Maestro desde la cruz: la misericordia y el perdón, frutos del amor. ¡A nosotros nos cuesta tanto perdonar! Pero si hacemos la experiencia del amor de Jesús que nos excusa, nos perdona y nos salva, no nos costará tanto mirar a todos con una ternura que perdona con amor, y absuelve sin mezquindad.


FELIZ SEMANA SANTA

martes, 9 de abril de 2019

LA MUERTE NO ES NADA

Carta de Santa Mónica a su hijo San Agustín

La muerte no es nada.
No he hecho más que pasar al otro lado.
Yo sigo siendo yo. Vosotros seguís siendo vosotros.
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
Dadme el nombre que siempre me disteis
Habladme como siempre me hablasteis
No empleéis un tono distinto.
No adoptéis una expresión solemne ni triste.
Seguid riendo con lo que nos hacía reír juntos.
Rezad, sonreid, pensad en mí y rezad conmigo.
Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue.
Sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra.

La vida es lo que siempre fue, el hilo no se ha cortado.
¿Por qué habría de estar yo fuera de vuestros pensamientos?
¿Sólo porque estoy fuera de vuestra vista?
No estoy lejos, sólo a la vuelta del camino...
Lo veis, todo está bien...
Volveréis a encontrar mi corazón,
Volveréis a encontrar ternura acendrada.
Volveréis a encontrar lágrimas y no lloréis si me amáis.

No lloréis si me amáis,
Si conociérais el don de Dios y lo que es el cielo,
Si pudiérais oir el cántico de los ángeles
Y verme en medio de ellos,
Si pudiérais ver desarrollarse ante vuestros ojos,
Los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso,
Si por un instante pudiérais contemplar como yo,
La belleza ante la cual las bellezas palidecen.
Vosotros me habéis visto,
Me habéis amado en el país de las sombras
¿No os resignáis a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

Creedme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
Como ha roto las que a mí me encadenaban,
Cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
Y vuestras almas vengan a este cielo en que os ha precedido la mía,
Ese día volveréis a verme,
Sentiréis que os sigo amando, que os amé,
Y encontraréis mi corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volveréis a verme en transfiguración, en éxtasis feliz,
Ya no esperando la muerte, sino avanzando conmigo,
Os llevaré de la mano por senderos nuevos de luz y de vida,
Bebiendo con embriaguez a los pies de Dios,
Un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Enjugad vuestro llanto y no lloréis si me amáis.

lunes, 8 de abril de 2019

CAMINO DE SANTIAGO EN SEMANA SANTA




http://www.depasxuventude.com/2019/04/ultimas-plazas-para-el-camino-de.html?m=1

Animar a participar a nuestros jóvenes de 14 a 30 años. Haz clic en el enlace para mas información.

Es una experiencia muy bonita, para conocer y hacer nuevos  amigos viviendo el triduo Pascual de otra manera.

Quedan pocas plazas.

LA FE AYUDA A VIVIR

domingo, 7 de abril de 2019

V DE CUARESMA "EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA"



En el Evangelio de hoy, nos encontramos con una historia que desgraciadamente se sigue repitiendo hoy en algunas culturas. 

La primera actitud de Jesús -lo había hecho antes muchas veces- fue retirarse a orar al monte.  Sin el soporte previo de la oración -que también es acción- los pasos siguientes no tendrían sentido.  Después ya se puso a enseñar y a oír acusaciones sin prueba alguna.

A Jesús le presentan una mujer sorprendida en adulterio –siempre las culpas se dirigen contra la mujer–. La ley, lo de antes, la tradición decía que había que apedrearla hasta la muerte. Era el castigo por su pecado. Los letrados y fariseos seguro que no se acordaban de la lectura del profeta Isaías pero Jesús sí: “No recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo”. Jesús es el que realiza la novedad.

Su acción fue escuchar primero, dejar un tiempo de reflexión, de cierta tensión expectante y actuar en consecuencia. ¿Qué escribió en el suelo? No lo sabemos. Da igual, Dejaba trascurrir un breve tiempo para ponerlos nerviosos. Primero hace caer en la cuenta a los acusadores de que nadie está libre de pecado. Sus palabras han quedado en la sabiduría popular: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra” y todos se marcharon ¿avergonzados? Es probable. Nadie tiró ninguna piedra; era su corazón de piedra el que les impedía aceptar y comprender la misericordia de Jesús. ¡Lástima que las apliquemos tan pocas veces en nuestra vida! 

Y luego, una vez que los acusadores han desaparecido Jesús se incorporó. Son muchas las veces que en el Evangelio Jesús invita a “levantarse y andar”; Él mismo  “se levanta” en muchos momentos y pasa a la acción. Seguro que  Jesús también ayudó a incorporarse a aquella mujer arrojada, arrebujada en su ropa, en su temor y su vergüenza, pero fueron sus palabras las que le  ayudaron a levantarse de la postración para siempre: “Anda, vete tranquila, y en adelante no peques más”.

No hubo reproches, ni envíos penitenciales o de limosna al templo ¡qué más hubieran querido los del templo: una mujer que vuelve arrepentida y con dádivas!; Ella sintió solo aceptación de su persona y el pronto regreso a casa donde le esperaban su marido y sus hijos…; es de suponer que si era llamada adúltera, es por estar casada. Porque la acusación, una vez más, había sido falsa. Como tantas.

No es lo que los acusadores esperaban –cuando querían apedrear a la mujer, lo hacían precisamente en nombre de Dios–: una palabra de condena sino que es un perdón, de acogida, de cariño. 

Y entre la polvareda de su regreso a casa, se volvió a mirar a Jesús, vislumbrándolo, con los ojos cegados por el sol, mientras Él sonreía, viendo cómo ella trastabillaba en su apresurada carrera ganadora y liberadora.

Algún día deberíamos llegar a comprender que ésa es precisamente la novedad que nos ha traído Jesús: que Dios no nos condena sino que nos salva, nos levanta y nos invita a seguir caminando. Él sabe que el pecado nos hace más daño a nosotros que a nadie. Por eso no quiere que pequemos. Y confía en que seremos capaces de salir adelante. ¿No es eso el agua de la vida que brota en medio del desierto de nuestros corazones?

https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/comentario-del-domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/7-4-2019/pautas/

viernes, 5 de abril de 2019

MATER FATIMA


“Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”, pidió la Virgen María a los pastorcitos en sus apariciones en Fátima. Más de un siglo después, Mater Fátima convocó a creyentes a un gran encuentro de oración y adoración que se celebró ayer jueves en el centenario de la muerte de San Francisco Marto, uno de los tres pastorcitos a los que se le apareció la Virgen en Leiria.

De este modo, la parroquia de Fátima a través de esta iniciativa y con el apoyo del cardenal Antonio Marto, obispo de Leiria-Fátima, así como del propio santuario, invitó al mundo a una adoración eucarística donde se rezó el Rosario en varios idiomas. Al final se hizo una consagración al Inmaculado Corazón de María.

Más de 70 santuarios y parroquias de 50 países de todo el mundo se unieron al rezo del Rosario por la paz de manera presencial en sus iglesias o siguiéndolo a través de cerca de 90 medios de comunicación que lo retransmitieron, entre estaciones de televisión, radios o plataformas de Internet.

Esta gran celebración se llevó a cabo en la parroquia de Fátima en Dos Pastorinhos, en la localidad de Fátima (Portugal), y estaban invitados todos aquellos que buscan “consuelo, esperanza, paz y reconciliación”, pues según los organizadores “una oportunidad para quienes quieran compartir la alegría de su fe en un mundo necesitado de Dios”.

La participación fue extensa y todos los que quisieron unirse espiritualmente a este encuentro pudieron hacerlo en catedrales, parroquias, colegios o instituciones de todo el mundo rezando el Rosario y estando en comunión con Mater Fátima.

Una invitación a todos los estratos y grupos de la sociedad.

El Santo Rosario se rezó meditando los misterios luminosos, establecidos por San Juan Pablo II, quien le agradeció a la Virgen de Fátima haber sobrevivido al atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981. Estas fueron las intenciones por las que se rezó este Rosario a nivel mundial:

    1.   Paz en el mundo, por el Santo Padre y por el fin del aborto.
    2.   Conversión de los pobres pecadores.
    3.   Reparación de los corazones de Jesús y María.
    4.   Conversión de Rusia.
    5.   Interceder por las almas del Purgatorio.

Posteriormente, ante el Santísimo Sacramento se realizó la consagración al Inmaculado Corazón de la Virgen María. Para ello se utilizó la oración que fue escrita por San Juan Pablo II y recitada por él el 25 de marzo de 1984 en el Santuario de la Virgen de Fátima cuando consagró el mundo entero al Inmaculado Corazón de María.

“Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios”, dijo la Virgen a los pastorcitos. 


En nuestra parroquia nos unimos a ésta celebración en la Capilla de los Liñares, donde nos conectamos en directo con Fátima para hacer junto a ellos el Rosario.  Fueron unos momentos donde se respiraba la comunión con los de allí, en un Rosario plurilingüe donde no importaba el idioma, todos rezábamos en el nuestro, al mismo tiempo, sin pensar que en todo el mundo estaban haciendo lo mismo.

El próximo encuentro el 20 de febrero de 2020, con motivo del centenario de la muerte de Santa Jacinta Marto.

Estamos todos invitados.