martes, 31 de diciembre de 2019

SE ACABA 2019



Finaliza el año y como dice la canción es hora de hacer balance de lo bueno y malo. Algunos niños fueron bautizados, pero desgraciadamente fueron muchos mas los que nos dejaron.

Muchas cosas buenas han ocurrido, se me ocurren como gran obra, la reparación de la Iglesia, el baño en el cementerio y la nueva iluminación en el mismo. Esto ha supuesto un gran esfuerzo económico por parte de la parroquia que nos ha obligado a pedir un crédito que iremos poco a poco amortizando. Agradecemos desde aquí a todos los que estáis ayudando económicamente, así como a todos los que fueron por los barrios solicitando vuestra ayuda.

Hemos sido capaces de crear un grupo de Pastoral de la Salud y visitadores de enfermos, un taller de Oración y Vida y el cursillo parroquial Tesoros de la Misa. Otros muchos fueron ofrecidos, pero la falta de peticionarios hizo que no se llevaran a cabo.

Hemos sembrado la semilla para crear dos nuevas tradiciones, las alfombras florales del Corpus Christi y la subida de la Virgen de los Liñares a la Iglesia parroquial por San Miguel. La Iglesia de guardia en la Capilla, creo que ya está implantada.

Dentro de las ofertas parroquiales, tuvimos el Cinefórum que este año fueron los meses de julio y agosto, el Día de la Comunidad Parroquial con la subida, misa y comida en el monte, Pascua del enfermo, Operación bebe, Rosario en familia en Baiona, Rosario de mar a mar en Fuchiños, Semana de oración por la Iglesia perseguida, Concierto de villancicos solidario con operación kilo, Mercadillo de Cáritas, Bendición de mascotas por San Antón, Bendición del pan por San Blas y velas en La Candelaria, Bendición de niños nacidos en el 2018, Renovación de votos matrimoniales de bodas de oro, plata y primer aniversario, Unción comunitaria de enfermos, Vigilias y 24 horas para el Señor.

Nos visitó el Cardenal Rouco Varela, que celebro la Santa Misa y compartió unos momentos con todos. También nos visitó una réplica del manto de la Virgen de Guadalupe y un grupo de jóvenes de la JUFRA de Madrid que quisieron compartir con nosotros la Vigilia de Pentecostés, además de los peregrinos del camino de Santiago que pasan por nuestra parroquia, algunos de los cuales han asistido con nosotros a la Santa Misa.


El grupo de Liturgia nos ha seguido instruyendo con su catequesis visual en todas las celebraciones litúrgicas importantes, Cuaresma, Pentecostés, Adviento, Navidad, Difuntos, Reyes o el Bautismo del Señor. Celebraciones como la Asunción, Corpus Christi, Corazón de Jesús también han sido potenciadas. Ya el año pasado el día de Navidad nos daban una campana significando una llamada, este año nos ha tocado una estrella a la que seguir al igual que los Magos. Hasta hemos sido capaces de hacer un Belén viviente, para así acercarnos más al Recién Nacido.

Pero no todo ha sido bueno. En febrero robaban el Cruceiro de Liñares que había donado una familia, aunque por otro lado otra familia donó otro que fue instalado y bendecido por el Sr Obispo.

Han faltado ganas de formación y compromiso por parte de la parroquia. Se han ofrecido muchos cursos de formación, pero no han tenido demanda. Se ha invitado a los nacidos el año anterior, a los que cumplían bodas de oro, plata y primer aniversario, a los mayores de 80 años para la Unción de enfermos comunitaria y la respuesta ha sido minoritaria. La asistencia dominical a la Santa Misa va disminuyendo, los niños no vienen a Catequesis, no tenemos jóvenes de Confirmación.

En este tiempo donde el laicismo parece predominar en todos los estamentos, también hemos tenido quien ha pedido antes de una operación la Unción de Enfermos, y eso debería servir de ejemplo para todas aquellas personas que estando enfermas se consuela solo con la misa televisada, sin solicitar la confesión o comunión en el domicilio u hospital.

Nos quedaremos con lo bueno y para lo malo ¿qué más podemos ofrecer?

FELIZ AÑO

domingo, 29 de diciembre de 2019

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


En este domingo de la Octava de Navidad, celebramos con inmenso gozo la fiesta de la Sagrada Familia. Contemplar el misterio de la Encarnación desde la visión de la Sagrada Familia, es aprender a descubrir que la familia se ha tornado en una escuela y camino de santidad para cada hombre. Como afirma el papa Francisco, no tengamos miedo de apuntar más alto, de dejarnos amar y liberar por Dios. No tengamos miedo a dejarnos guiar por el Espíritu Santo. La santidad no nos hace menos humanos, porque es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la gracia.  

Ser y Hacer familia es mucho más que formalizar una relación con nuestra pareja, mucho más que dar el apellido a nuestros hijos, mucho más que conseguir un hogar donde las necesidades estén cubiertas. Familia es aprender a ser verdaderas escuelas de amor donde, a pesar de nuestras diferencias, nos sentimos queridos y apoyados.

Familia es estar abiertos a los demás y también a Dios. Pensar nuestras vidas desde esta perspectiva de unión y realización, es un reto que debe durar todo nuestro ciclo vital. A ello nos invitan las lecturas de esta festividad de la Sagrada Familia.

José, luego de las indicaciones iniciales recibidas del Ángel, asumió su misión de esposo de María y padre putativo de Jesús, cuidando del Niño y de su madre. De este modo los tres formaron una pequeña comunidad de vida y de amor, núcleo familiar que participó en todo de las mismas preocupaciones, sufrimientos, esperanzas y gozos que experimentan las familias humanas más humildes y frágiles.

Luego de la visita de los magos venidos de oriente para adorar al Niño-Rey, el Ángel del Señor se aparece a José en sueños para mandarle: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto». José no espera “hasta mañana”, sino que de inmediato «se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel».

Desde el primer momento el Hijo de Dios, nacido en nuestra carne mortal, pequeño, débil y pobre, verá su existencia amenazada por los poderes de este mundo. El rey Herodes, intenta eliminarlo sin importarle si tenía que atropellar la vida de los más débiles e indefensos. Su crueldad no tendría límite alguno.

Al morir Herodes y pasar el peligro, José nuevamente recibe un aviso del Ángel: «Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel». Él obedece nuevamente con prontitud.

Ni en el relato de la “anunciación a José” ni en las siguientes manifestaciones del Ángel a José escuchamos respuesta alguna. Sin embargo, José, sin mediar palabra, puso inmediatamente por obra lo que el ángel del Señor le había mandado. Él responde también con un “hágase” silencioso pero elocuente, un “hágase” manifestado una y otra vez en aquel poner por obra de inmediato lo que el ángel del Señor le decía. En esta respuesta pronta y obediente, fruto de su amor a Dios y confianza en sus planes, se revela un rasgo esencial de la personalidad del Santo Custodio de la Sagrada Familia. Él, como María, se considera a sí mismo un siervo del Señor, que no busca otra cosa, sino que en él se haga según su Palabra.

Hagamos que todas las familias cristianas, seamos germen de nueva creación para esta sociedad y que como José podamos decir “hágase”.

Feliz Domingo.


miércoles, 25 de diciembre de 2019

NAVIDAD "YA HA NACIDO"


El evangelio es el prólogo del evangelio de Juan, una de las páginas más gloriosas, profundas y teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión inaudita de el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra; con ella crea todas las cosas, como se pone de manifiesto en el relato de la creación de Génesis 1; con ella llama, como le sucede a Abrahán, el padre de los creyentes; con ella libera al pueblo de la esclavitud de Egipto; con ella anuncia los tiempos nuevos, como ocurre en las palabras de los profetas auténticos de Israel; con ella salva, como acontece con Jesucristo que nos revela el amor de este Dios. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la Palabra. También, en nosotros, es muy importante la palabra, como en Dios. Con ella podemos crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestra palabra podemos dar vida a quien esté en la muerte del abandono y la ignominia, o muerte a quien esté buscando algo nuevo mediante compromisos de amor y justicia. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida. Él ha puesto su tienda entre nosotros... para ser nuestro confidente de Dios.

FELIZ NAVIDAD


domingo, 22 de diciembre de 2019

IV DOMINGO DE ADVIENTO "JOSÉ NO TEMAS ACOGER A MARÍA"

El Evangelio dirige la mirada a Aquella de cuyo seno nacerá el Reconciliador y Salvador del mundo: Santa María, la madre del Señor.

En esta Mujer se cumple aquella promesa que Dios había hecho a los primeros padres, en la escena misma de la caída original: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: Él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar». Este anuncio es conocido como el “protoevangelio”, es decir, del primer anuncio de la buena nueva del triunfo de Dios sobre el demonio, sobre el poder del mal y de la muerte. Dios enviará un reconciliador, que nacerá de una misteriosa mujer.

«Al llegar la plenitud de los tiempos —dirá San Pablo—, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva». Aquel que habría de pisar la cabeza de la antigua serpiente es el Hijo mismo de Dios, y María es aquella mujer pensada desde antiguo y elegida por Dios para ser la madre de su Hijo. El Hijo de María, Jesucristo, tiene la misión de rescatar, de salvar y de elevar a la filiación divina a todo ser humano.

Faltando ya pocos días para celebrar el nacimiento de Jesucristo, la Iglesia fija su mirada en Aquella que está pronta a dar a luz, Aquella que como una bella aurora anuncia el ya cercano nacimiento del Sol de Justicia.

¿Pero cómo se hizo hombre el Verbo divino? ¿Cómo llegó a ser “linaje de mujer” Aquel que desde toda la eternidad era ya Hijo de Dios? San Mateo en su evangelio afirma que el Verbo divino se encarnó no por obra o intervención de varón, es decir, por contacto sexual alguno, sino «por obra del Espíritu Santo». San Lucas, que probablemente escuchó el relato de la milagrosa concepción de labios de la misma Virgen, describe detalladamente cómo sucedió esto. De la dificultad que María ofrece al ángel ante el anuncio de que ella concebirá y dará a luz a un Hijo a quien habrá de poner por nombre Jesús, «¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?», se deduce que María tenía el propósito de guardar su virginidad aún estando casada con José. No se entiende cómo pudiese plantear tal dificultad quien pronto pasaría a vivir con él. El término griego que se traduce como “no conozco varón”, abarca también el pasado y el futuro, de modo que debe entenderse así: “no he conocido, no conozco actualmente ni tampoco tengo intención de conocer a varón”, significando este “conocer a varón” el mantener relaciones conyugales.

Los primeros cristianos, que se encontraron ante el hecho milagroso de la concepción virginal del Señor Jesús, descubrieron que estaba ya anunciado desde antiguo en las Escrituras. El evento les permitió comprender que el signo ofrecido por Dios a Acaz, a través de su profeta Isaías, constituía una profecía que se realizó en María: «Miren: la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». La versión de la Escritura usada por el evangelista Mateo, usada también por el Señor Jesús y los demás apóstoles, es la traducción griega llamada de los Setenta. Allí se utiliza explícitamente el término “virgen”. El hecho extraordinario de que una mujer conciba permaneciendo virgen es justamente el signo que confirma que Jesucristo es el Emmanuel.

El título Emmanuel coincide con el nombre que llevará el Hijo de María, nombre que expresa su ser y manifiesta su misión: Jesús significa “Dios salva”. El Emmanuel, Dios-con-nosotros, es Dios que viene en persona a salvar a su pueblo de sus pecados.

¿Y cuál es el papel reservado a José en los designios divinos de reconciliación? Aquel signo divino por Isaías a Acaz quería asegurarle al rey de Israel que la descendencia de David no sería exterminada, como era su temor. Más aún, Dios le promete a Acaz, y con ello a todo Israel, que de la descendencia de David nacería un gran Rey, el caudillo de Israel, el Mesías. El Cristo sería «hijo de David». José, siendo de la descendencia de David, debía asegurar la descendencia davídica a este Niño mediante una paternidad legal.

Ante la noticia que le da María a José de que estaba encinta, dice la traducción literal del texto griego: él «resolvió repudiarla en secreto». Repudiarla es una expresión idiomática que significa no seguir adelante con el desposorio. A diferencia de lo que se interpreta comúnmente, que José decidió repudiar a María en secreto por dudar de su integridad, José le creyó, y creyó que el Niño que había concebido venía de Dios. Su confusión obedecería más bien a un temor reverencial: dado que el hijo de María era el Hijo de Dios, pensaba que lo propio era hacerse a un lado, separarse de María, para no apropiarse de una descendencia sagrada que no era suya, sino de Dios. De allí que el ángel le dijese en sueños: «no temas tomar contigo a María, tu mujer, aunque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo». Entonces José permanece al lado de María, porque Dios mismo le pide asumir la paternidad del Niño, dándole así la descendencia davídica.

Feliz Domingo


domingo, 15 de diciembre de 2019

III DOMINGO DE ADVIENTO "¿ERES TU EL QUE HA DE VENIR...?"


Es durante el encarcelamiento de Juan, que al oír hablar «de las obras del Mesías», «mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”».

Llama la atención que quien manda a sus discípulos a hacer esta pregunta es el mismo que poco antes, cuando bautizaba en el Jordán, había dicho de Él: «Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel». Es de Él de quien había dado incluso testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él» y también: «Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios». ¿Por qué entonces manda a preguntar ahora a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”».

Conviene entender que para ese momento Juan tenía muchos discípulos y ejercía una fuerte influencia sobre multitudes, y «como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Mesías» Juan, no cabe duda, era un personaje muy importante. Pero, ¿era él el enviado de Dios? Juan sabía perfectamente que Jesús era el Mesías, ¿pero ¿cómo hacer para que sus discípulos y seguidores entendiesen que el Señor Jesús, y no él, era en realidad el Cristo? ¿Cómo “disminuir” él para que Jesús creciese?

Si Juan envía a sus discípulos con esta pregunta no es porque él dude, sino para que sus discípulos crean que Jesús es el Mesías esperado por Israel. ¿Y qué mejor que el testimonio de las mismas obras? Por ello el Señor Jesús responde: «Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio». En Él se cumple lo que Isaías había anunciado: «Miren a su Dios… viene en persona a salvarlos. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará». Él es el Mesías, es Dios mismo que viene a salvar a su pueblo.

Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento:  ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que hablan, cojos que andan, etc.

¿Y Jesús ya no hace milagros?  Es cierto que veces se sabe de curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá.  Pero son muchos los milagros que Jesús puede hacer –y de hecho hace- si nos disponemos.   Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.

Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados.  Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia. 

Jesús curó ciegos… dispongámonos a que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como El las ve.  Jesús curó sordos… Él puede curar la sordera de nuestro ruido, que no nos deja oír bien su Voz y así podamos seguirle sólo a Él.

Jesús curó mudos… ¿y en qué somos mudos nosotros?  En que no hablamos de Él y de su mensaje.  ¡Los católicos estamos enmudecidos!  Pero Él puede curar esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar.  ¡Porque la Nueva Evangelización es trabajo de todos y cada uno de nosotros!

Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías.

Feliz Domingo.


domingo, 8 de diciembre de 2019

INMACULADA CONCEPCIÓN "LLENA ERES DE GRACIA"

Celebramos el día 8 de diciembre la solemnidad de Santa María, en su Concepción Inmaculada -porque sería Madre de Dios-, recordando la declaración dogmática del papa Pio XI ese mismo día del año 1854. Contemplamos a María en el misterio de la Salvación, unida a Cristo, hija del Padre y en plenitud de gracia con el Espíritu Santo. Decía San Ambrosio que María es modelo para nosotros, tipo de la iglesia, en el orden de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. Hoy cabe preguntarnos ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida (individual y comunitaria) como discípulos de Jesús, hijos adoptivos de Dios?

Al comienzo del Adviento, la liturgia del día presenta dos mujeres, una creada a imagen y semejanza de Dios, otra concebida sin pecado para ser la madre de Dios. Las dos tienen que responder en libertad a la Palabra de Dios, Eva y María han de responder libremente al amor de Dios que experimentan tras escucharle en su corazón. Mientras Eva desoye y se deja engañar por el maligno, María escucha en fidelidad y obediencia, declarándose la esclava del Señor en aquel discurso mantenido con el ángel que le anuncia su futura maternidad. ¿Cómo será esto…?

El relato del Génesis nos traslada a los primitivos tiempos de la creación, en los que ya se anuncia el amor de Dios, que será motor para el envío del Mesías salvador de la humanidad.

La terquedad del pueblo judío, elegido por Dios para ser su Señor- se mantendrá con esperanza, por una parte, la venida de un Mesías libertador, y por otra se mantiene sin reconocer su presencia cuando llega (por su independencia de la religiosidad oficial), con el nacimiento de Jesús el hijo del carpintero de Nazaret, esposo de María la Virgen Inmaculada.

María, la mujer llena de gracia nos habla de la sin pecado, sin desórdenes afectivos ni efectivos en su libertad cotidiana, algo que será totalmente compatible con limitaciones y dolores tanto orgánicos como psicológicos inherentes a su condición humana.

La fiesta de la Inmaculada se centra anunciando el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. María se convierte así en la puerta por la cual Dios mismo entra en el mundo con figura humana, hecho hombre. Es puerta y, también, la primera discípula de Jesús en su etapa terrena, como mediadora y corredentora permanente. Su fidelidad de discípula en el Reino de Dios supera sus acciones biológicas de madre, igualmente necesarios en los misteriosos planes salvíficos y eternos...
Oremos: ¡Dios te salve, María!, llena de gracia; ¡el Señor está contigo! Santa María, Madre de Dios ¡ruega por nosotros pecadores!

Feliz Día de la Inmaculada

sábado, 7 de diciembre de 2019

MANTO DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

 El día 7 de diciembre, San Miguel de Oia recibe la visita de una de las 25 réplicas del Manto de la Virgen de Guadalupe, distribuidas por el territorio Español.

Esta tarde nuestra parroquia, ha tenido el privilegio de recibir una de las réplicas del manto de la Virgen de Guadalupe , procedente directamente del Santuario de México.

Manto custodiado por el matrimonio bilbaíno,  Ana y Enrique, que amablemente se han ofrecido a visitar nuestra parroquia y a traernos este sacramental Mariano.

La imagen de la Virgen y el manto, han sido expuestos en la Capilla de los Liñares,  con el fin de que los feligreses que lo deseasen, fueran cubiertos y bendecidos con él.

El manto de la virgen de Guadalupe es por tanto un sacramental que permite acercar a Dios, por medio del sacramento de la eucaristía y del sacramento del perdón de los pecados. Además acerca de forma especial a nuestra madre la virgen María.

 En el manto de la Santísima Virgen de Guadalupe, muestra en una parte las estrellas como aparecen en el Ayate de San Juan Diego, y en la otra, un mapamundi bordado resaltando el estado de Jalisco, que es donde se inicia el apostolado del manto; la ciudad de México con la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe para señalar donde se apareció. Y el Vaticano, con las llaves, para mostrar al Santísimo Padre, nuestro guía Belén, con las letras JHS, signo de pan de vida. Y por último, el lugar a donde se envía el manto, ya sea un continente, un país o una ciudad.

En todo el mundo sólo hay 590 réplicas de mantos, de los cuales, 25 están en nuestro país, y ha sido uno de ellos, (el manto número 542), el que ha bendecido y cubierto a varios parroquianos después de la celebración de la Santa Misa de hoy,  en la Capilla de los Liñares. 

Con la exposición del Santísimo  presente, varias personas quisieron  ser cubiertos con dicho manto, acompañados por el rezo del Santo Rosario, ofrecido por las familias y los matrimonios, para que exista el amor, la unión, y la paz entre ellos.

Deborah Fdez-Alvariño Delgado.

domingo, 1 de diciembre de 2019

I DOMINGO DE ADVIENTO "ESTAD VIGILANTES"


Con este Domingo Primero de Adviento comenzamos un nuevo Ciclo Litúrgico.  El Adviento nos recuerda que estamos a la espera del Salvador. Y las Lecturas de hoy nos invitan a ver la venida del Señor de varias maneras:
Una es la venida del Señor a nuestro corazón.  Otra es la celebración de la primera venida del Señor, cuando nació hace unos dos mil años.  Y otra es la que se refiere a la Parusía; es decir, a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos.
Respecto de la venida del Señor a nuestro corazón, la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is.2, 1-5) nos recuerda que debemos prepararnos “para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas”.
Lo usual es que recordemos cuando Jesús nació hace unos dos mil años:  la primera venida del Señor.  Es lo que, por supuesto, celebramos en Navidad.  Y para esa venida también hay que preparase. ¿Cómo?  Preparando el corazón para que Jesús pueda acunarse en nuestro interior.
Respecto de la Segunda Venida de Cristo en gloria, la Carta de San Pablo a los Romanos (Rom. 13, 11-14); nos hace ver una realidad: a medida que avanza la historia, cada vez nos encontramos más cerca de la Parusía: “ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer”. Por eso nos invita San Pablo a “despertar del sueño”.
Y ¿en qué consiste ese sueño? Consiste en que vivimos fuera de la realidad, tal como nos lo indica el mismo Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 24, 37-44).  Consiste en que vivimos a espaldas de esa marcha inexorable de la humanidad hacia la Venida de Cristo en gloria.   Consiste en que vivimos como en los tiempos de Noé, cuando -como nos dice el Señor- “la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, y cuando menos lo esperaban sobrevino el diluvio y se llevó a todos”.
Y atención a esta alerta del Señor: “Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre”.
Así vivimos nosotros en el siglo XXI:  sin darnos cuenta de que -como dice este Evangelio- “a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre” (Mt. 24, 44).
Estar preparados nos lo pide el Señor siempre y muy especialmente en este Evangelio: “Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor”. 
¿En qué consiste esa preparación? Las Lecturas de este Primer Domingo del Año Litúrgico nos lo indican:
“Caminemos en la luz del Señor”, nos dice el Profeta Isaías. 
“Desechemos las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz ... Nada de borracheras, lujurias, desenfrenos; nada de pleitos y envidias.  Revístanse más bien de nuestro Señor Jesucristo”, nos dice San Pablo en su Carta a los Romanos (Rm. 13, 11-14)
¿Por qué estas indicaciones de conversión en este momento?  Porque el Adviento es un tiempo de preparación de nuestro corazón para recibir al Señor.   Estas indicaciones nos sugieren dejar el pecado y revestirnos de virtudes “para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas”.
Nuestra colaboración es sencilla:  simplemente responder a la gracia para ser revestidos con las armas de la luz, como son:  la fe, la esperanza, la caridad, la humildad, la templanza, el gozo, la paz, la paciencia, la comprensión de los demás, la bondad y la fidelidad; la mansedumbre, la sencillez, la pobreza espiritual, la niñez espiritual, etc.
El Adviento es tiempo de preparación para ese momento.  Que nuestra vida sea un continuo Adviento en espera del Señor.  Así podremos ir “con alegría al encuentro del Señor”,  como nos dice el Salmo 121.

Feliz Domingo

http://www.homilia.org/index.htm

domingo, 24 de noviembre de 2019

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY


Todos los años terminamos el año litúrgico con esta fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Es un modo bello y significativo de concluir el itinerario de todo un año, dedicado a conmemorar los misterios de nuestro Salvador, que iluminan y desvelan nuestra vida personal y comunitaria.

Muchos nos preguntamos qué sentido puede tener proclamar a Jesucristo como rey en una sociedad desacralizada que hace del gobierno democrático su ideal y que esconde lo religioso. La fe ha sido relegada al ámbito de la privatividad. Concretamente, la moderna Europa pretende ignorar sus raíces cristianas.

Para evitar todo tipo de suspicacias, hay que entender bien la realeza de Cristo. No se trata de mezclar las cosas de Dios con las del César. No implica ningún matiz político ni partidista, porque su Reino no es como los de este mundo y en modo alguno hace competencia a los reinos terrenales, sino que es compatible con cualquier régimen justo que sirva al bien común. Jesús es verdadero Rey. Él mismo lo confiesa abiertamente ante el gobernador romano Pilato. Este le interroga: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”. “Sí, yo soy Rey como tú dices» (Jn 18,33-37). Jesús es pues auténtico Rey. Pero, ¿cuáles son los títulos o razones de su realeza? Los siguientes:

a) Estar por encima de las cosas y los hombres como creador suyo que es. Pues: “Todas las cosas han sido hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn 1,3)
b) Ser el único Mediador de la salvación, no solo de los hombres, sino de toda la creación. Jesús es el “primogénito de toda criatura” (Col 1,15), colocándose sobre todo cuanto existe como indiscutible Rey.
c) Y ser el único Redentor. Como Redentor, le pertenecemos por derecho de “conquista” realizada derramando no la sangre de los demás, sino la suya propia: “Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados” (Col 1,13-14).

Partiendo de la base de la realeza de Jesús, los cesares políticos de turno no deben temer la competencia de Cristo Rey, porque su realeza es de orden religioso y moral. No es un reinado material, intramundano. Jesús no hace competencia a ninguna potestad humana. Cristo es Rey de los hombres a otro nivel superior.

La liturgia del día nos habla de otro tipo de Rey. El reino de Jesucristo es un Reino que, sin desentenderse de las realidades humanas, las trasciende y sobrepasa. Ciertamente Pilato no entendió la realeza de Cristo y muchos cristianos tampoco, porque no es un poder, de fuerza, de conquista, de imposición violenta. Es sencillamente, un Reino cuyo compendio dio en el Padrenuestro y en las Bienaventuranzas. Empieza en la intimidad del hombre allí donde brotan los deseos, las inquietudes y los proyectos. Las características de su reinado nos las describe el Prefacio de la misa: “Reino de verdad y de vida. Reino de santidad y de gracia. Reino de justicia, de amor y de paz”.

Se da el Reino de Dios allí donde las personas viven con dignidad y grandeza moral, y se relacionan fraternalmente, donde se vive el amor, síntesis de todos los valores de los discípulos de Jesús. No todo el Reino de Dios está en la Iglesia ni todo lo que está en la Iglesia es Reino de Dios. El Reino de Dios es una realidad callada y humilde, nada ruidosa ni aparatosa. Sus signos son la solidaridad con los pobres, la curación de los enfermos. Es necesario conocer bien dónde, en qué comunidades y movimientos se encarna mejor para integrarse en ellos, situarnos en sus claros espacios y colaborar en su crecimiento, vida y misión.

Hoy día muchos rechazan la soberanía de Cristo, declarándole la guerra abierta o solapada, buscando expulsarle de la sociedad, de la escuela, de la familia y hasta de la conciencia del hombre. Son los sucesores de aquellos que gritaban ante Pilato: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! No tenemos más rey que al César”.

La pregunta que debemos hacernos los cristianos este día no es la que hicieron los fariseos al Señor: ¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?, sino, ¿cómo construir el Reino de Dios? Porque este es, al mismo tiempo, don y tarea.

Feliz Domingo.

(Leonardo García Martín, "¡Ay de mí, si no evangelizare!: Homilías ciclos A, B y C" Ed. San Pablo)

domingo, 17 de noviembre de 2019

DOMINGO XXXIII DEL ORDINARIO "CON VUESTRA PERSEVERANCIA SALVAREIS VUESTRAS ALMAS"


El Evangelio de este domingo consiste en la primera parte de un discurso de Jesús: sobre los últimos tiempos. Jesús lo pronuncia en Jerusalén, en las inmediaciones del templo; y la ocasión se la dio precisamente la gente que hablaba del templo y de su belleza. Porque era hermoso ese templo. Entonces Jesús dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Naturalmente le preguntan: ¿cuándo va a ser eso?, ¿cuáles serán las señales? Pero Jesús desplaza la atención de estos aspectos secundarios a las verdaderas cuestiones. Y son dos. Primero: no dejarse engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.

Los medios de comunicación actuales nos ofrecen imágenes de todo el mundo y en el momento en que suceden los acontecimientos. En un mismo informativo de televisión podemos ver las imágenes de unas enormes inundaciones, incendios, los enfrentamientos brutales de manifestantes con la policía, pasando por la marea negra en alguno de los mares, la marginación a que están sometidas las mujeres en algún país o el hambre casi crónica y terrible en algún lugar de África. Y muchas otras noticias que llenan la pantalla de nuestro televisor de malas noticias, de desastres naturales y humanos que no sabemos bien cómo vamos a ser capaces de enfrentar. ¿Se acerca el final de los tiempos? ¿Será capaz nuestro mundo de aguantar el envite de la contaminación que nosotros mismos provocamos? ¿Será capaz nuestra sociedad humana de ser más justa y de promover los derechos de todos los hombres y mujeres sin excepción? 

Nos dice Jesús que ciertamente van a suceder muchas cosas porque los reinos de este mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero con todo eso, hay que seguir tranquilos. Pero hay más: los creyentes seremos entregados a la autoridad. Se nos tratará como criminales. Pero todo eso no será más que una oportunidad para dar testimonio de nuestra fe. Porque ni un sólo cabello de nuestra cabeza será destruido, porque el Reino de Dios, nos trae la justicia y la paz. Si no es así es porque los poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán en conflicto con los que dominan en el mundo.

Pensemos en los muchos hermanos y hermanas cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe. Son muchos, tal vez muchos más que en los primeros siglos, pero Jesús está con ellos. Tenemos que estar unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto; admiramos su valentía y su testimonio. Son nuestros hermanos y hermanas, que en muchas partes del mundo sufren a causa de ser fieles a Jesucristo.

Por tanto, el mensaje de hoy es claro: tranquilidad y confianza. Es tiempo para trabajar con normalidad, para vivir una vida decente y cristiana, atendiendo a nuestros propios asuntos y sin inquietarnos ni a nosotros mismos ni a los demás. Es tiempo de dar testimonio de nuestra fe cristiana, una fe que sabe construir la comunidad, la familia de todos los hijos de Dios en medio de todas esas cosas que pasan en nuestro mundo. No nos pongamos nerviosos pensando en lo que va a suceder en el futuro y se nos olvide vivir el presente, nuestro presente, en cristiano, día a día, minuto a minuto.

Feliz Domingo.


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domingo, 10 de noviembre de 2019

DOMINGO XXXII DEL ORDINARIO "NO ES UN DIOS DE MUERTOS"


Jesús, como persona, como ser humano, se pregunta, y le preguntaban, enseñaba y respondía a las trampas que le proponían. La ridiculez de la trampa saducea para ver de quién será esposa la mujer de los siete hermanos no hará dudar a Jesús. En este caso son los saduceos, el partido de la clase dirigente de Israel, que se caracterizaba, entre otras cosas, por una negación de la vida después de la muerte, los que pretenden ponerle en ridículo. En ese sentido, los fariseos eran mucho más coherentes con la fe en el Dios de la Alianza. Es verdad que la concepción de los fariseos era demasiado prosaica y pensaban que la vida después de la muerte sería como la de ahora; de ello se burlaban los saduceos que solamente creían en esta vida. En todo caso, su pensamiento escatológico podría ceñirse a la supervivencia del pueblo de Dios en este mundo, en definitiva… un mundo sin fin, sin consumación. Y, por lo mismo, donde el sufrimiento, la muerte y la infelicidad, nunca serían vencidas.

Jesús es más personal y comprometido que los fariseos y se enfrenta con los materialistas saduceos; lo que tiene que decir lo afirma rotundamente, recurre a las tradiciones de su pueblo, a los padres: Abrahán, Isaac y Jacob. Pero es justamente su concepción de Dios como Padre, como bondad, como misericordia, lo que le llevaba a enseñar que nuestra vida no termina con la muerte. Un Dios que simplemente nos dejara morir, o que nos dejara en la insatisfacción de esta vida y de sus males, no sería un Dios verdadero. Y es que la cuestión de la otra vida, en el mensaje de Jesús, tiene que ver mucho con la concepción de quién es Dios y quiénes somos nosotros. Jesús tiene un argumento que es inteligente y respetuoso a la vez: no tendría sentido que los padres hubieran puesto se fe en un Dios que no da vida para siempre. El Dios que se reveló en la zarza ardiendo de Sinaí a Moisés es un Dios de una vez, porque es liberador; es liberador del pueblo de la esclavitud y es liberador de la esclavitud que produce la muerte. De ahí que Jesús proclame con fuerza que Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Para Él “todos están vivos”, dice Jesús afirmando algo que debe ser el testimonio más profundo de su pensamiento escatológico, de lo que le ha preocupado al ser humano desde que tiene uso de razón: hemos sido creados para la vida y no para la muerte.

Es verdad que, sobre la otra vida, sobre la resurrección, debemos aprender muchas cosas y, sobre todo, debemos “repensar” con radicalidad este gran misterio de la vida cristiana. No podemos hacer afirmaciones y proclamar tópicos como si nada hubiera cambiado en la teología y en la cultura actual. Jesús, en su enfrentamiento con los saduceos, no solamente se permite desmontarles su ideología cerrada y tradicional, materialista y “atea” en cierta forma. También corrige la mentalidad de los fariseos que pensaban que en la otra vida todo debía ser como en esta o algo parecido. Debemos estar abiertos a no especular con que la resurrección tiene que ocurrir al final de los tiempos y a que se junten las cenizas de millones y millones de seres. Debemos estar abiertos que creer en la resurrección como un don de Dios, como un regalo, como el final de su obra creadora en nosotros, no después de toda una eternidad, de años sin sentido, sino en el mismo momento de la muerte.

¿En qué va a consistir la resurrección? Pues no sabemos con certeza. Pero vamos a confiar en Dios, nuestro Padre, porque todo lo que venga de él será bueno para nosotros. Y de él no puede venir más que la vida. Eso es lo que dice Jesús a los saduceos que le preguntan por ese complicado caso en el Evangelio: ¿Por qué tenemos que suponer que la vida eterna va a ser como ésta, así de limitada, así de pobre? ¿No es Dios un Dios de vivos? El que creó este mundo, ¿no será capaz de crear mil mundos distintos donde la vida se pueda desarrollar en plenitud, en una plenitud que nosotros, con nuestra mente limitada por las fronteras de este universo, no podemos ni siquiera imaginar? Una confianza así es la que manifestó la familia de que se nos habla en la primera lectura. No saben ni el cómo ni el cuándo ni el dónde, pero están seguros de que Dios los levantará de entre los muertos. Y de qué hará buenas todas sus promesas. También nosotros creemos en él y estamos convencidos de que Dios hará eterna nuestra vida y eterno nuestro amor.

domingo, 3 de noviembre de 2019

DOMINGO XXXI DEL ORDINARIO "HOY ME ALOJARÉ EN TU CASA"



A cuántas personas conocemos que su fundamental preocupación es mantener su imagen. Podemos ver que se trata de un trabajo agotador. Tienen que estar todo el día en guardia, tienen que decir la mentira oportuna a la persona oportuna en el momento justo, tienen que disimular continuamente. Estas personas no se pueden permitir expresar nunca lo que sienten de verdad. Siempre van como cubiertos con una coraza que, supongo, les debe pesar muchísimo y resultarles muy incómoda. De ese modo logran el aplauso de la gente. Pero ciertamente pagan un precio muy alto. Demasiado alto. 

La historia de Zaqueo es parecida. Por lo que nos dice el Evangelio, era un hombre rico. De entrada, eso ya nos habla de una persona que tiene una buena imagen. La imagen social se hace a base de tener una buena casa y un buen coche, vivir en un buen barrio y disponer de fondos en el banco. A esas personas, los empleados de los bancos los tratan con respeto. Zaqueo era un hombre rico. Zaqueo había conseguido el respeto de los que vivían con él. Pero sabía que ese respeto era más por temor que por amor. Le tenían respeto, pero no cariño. Porque su riqueza, probablemente, había sido amasada a base de machacar a los demás. Zaqueo era un publicano, uno que se dedicaba a recaudar los impuestos para los opresores romanos a cambio de quedarse con un tanto por ciento. Había hecho su riqueza a base de oprimir a sus vecinos. Zaqueo sabía que su imagen era sólo apariencia, que si le cedían el paso cuando le encontraban por la calle no era porque le amasen. En absoluto. Más bien, le odiaban. Zaqueo se había esforzado mucho por triunfar, pero la verdad era que no lo había logrado. Para nada. 

De repente, Jesús pasa por su vida. Y Zaqueo es suyo. Zaqueo es hijo de Dios. Dios le quiere mostrar el buen camino, lo que tiene que hacer para triunfar de verdad en la vida. Hoy Dios va a pasar por su casa. Jesús se lo dice con claridad. “Hoy me voy a quedar contigo”. Jesús le va a hacer de espejo. Mirando a Jesús, Zaqueo se da cuenta de que ha perdido el tiempo y de que su aparente éxito en la vida no es más que un estrepitoso fracaso. Pero Jesús es su oportunidad. Dios le visita y le ofrece un nuevo comienzo. Menos mal que Zaqueo no fue tonto. Abrió su corazón a la salvación que Dios le ofrecía. Aceptó la realidad de su fracaso y reorientó su vida. Empezó a construir de nuevo su futuro, pero esta vez apoyado en la realidad: no en el cuidado de la imagen y las apariencias sino en el amor y en la confianza en Dios.

Jesús no conoce a Zaqueo, y le llama por su nombre. Y es que el Señor, a cada una de sus ovejas, las llama por su nombre; a las que son sus ovejas y las que busca porque se han perdido. Hoy es el día de su salvación, de la salvación de Zaqueo.

¿No nos dirá también hoy Jesús que quiere hospedarse en nuestra casa?


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sábado, 2 de noviembre de 2019

SANTOS Y DIFUNTOS ¿TRADICIONES?


El día 1 de noviembre la Iglesia celebra fiesta solemne por todos aquellos difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Por eso es el día de «todos los santos». No se festeja solo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados, pero viven ya en la presencia de Dios.
Gregorio III (731-741 fijó el aniversario el 1 de noviembre y Gregorio IV extendió la celebración a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.

No hay que confundir con el día de todos Los Fieles Difuntos cuyo objetivo de celebración es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Una gran diferencia en la fiesta del día primero y el ambiente de oración y sacrificio del día dos.

En España, como en otras partes del mundo, veneramos a nuestros difuntos; se continúa con la tradición de estas fechas de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales.

Estos días nos bombardean los medios de comunicación con imágenes de gente que va a los cementerios con flores, indicando que se cumple un año mas con la tradición. Pero ¿no estamos olvidando la tradición? .... ¿Cementerios adornados un día y olvidados el resto del año? … Mucho fregar y poco rezar. "Una lágrima se evapora, una flor sobre mi tumba se marchita, mas una oración por mi alma la recoge Dios" (San Agustín). No queremos que nuestros niños vayan al cementerio y después los disfrazamos de muertos y celebramos Halloween. ¿Dónde quedan nuestras tradiciones?

“Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
(G. A. Bécquer)

ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS (Tradición bizantina)
Dios de los espíritus y de toda carne, que sepultaste la muerte, venciste al demonio y diste la vida al mundo. Tú, Señor, concede al alma de tus fieles difuntos, el descanso en un lugar luminoso, en un oasis, en un lugar de frescura, lejos de todo sufrimiento, dolor o lamento.
Perdona las culpas por ellos cometidas de pensamiento, palabra y obra, Dios de bondad y misericordia; puesto que no hay hombre que viva y no peque, ya que Tú sólo eres Perfecto y tu Justicia es justicia eterna y tu Palabra es la Verdad. Tú eres la Resurrección, la Vida y el descanso de los difuntos, tus siervos.
Oh Cristo Dios nuestro. Te glorificamos junto con el Padre no engendrado y con tu santísimo, bueno y vivificante Espíritu.

Dale Señor el descanso eterno. Brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.



domingo, 27 de octubre de 2019

DOMINGO XXX DEL ORDINARIO "TEN COMPASIÓN DE ESTE PECADOR"


El texto del evangelio, que no es propiamente una parábola, del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar es un ejemplo típico de estas narraciones ejemplares en las que se usan dos personajes: el modelo y el antimoderno. Uno es un ejemplo de religiosidad judía y el otro un ejemplo de perversión para las tradiciones religiosas de su pueblo. Las actitudes de esta narración “intencionada” saltan a la vista: el fariseo está “de pie” orando; el publicano, alejado, humillado hasta el punto de no atreverse a levantar sus ojos. El fariseo invoca a Dios y da gracias de cómo es; el publicano invoca a Dios y pide misericordia y piedad.

¿Quién se puede gloriar ante Dios de que es justo? Pues el fariseo de la parábola lo hace sin el más mínimo rebozo. No tiene vergüenza para darle gracias a Dios porque no es como los demás. Se siente diferente. Pertenece a una clase mejor y más alta. Se siente justificado porque ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que tiene. Dicho en palabras más de nuestros días, porque va puntualmente a misa todos los domingos y contribuye generosamente a su iglesia (claro que dejando bien claro que él es el donante para que todos lo sepan). O porque cumple con todas las normas de la iglesia. No importa que sea un “cumplimiento”, un “cumplo y miento”. No importa el corazón. Lo que importa es que externamente cumple con las leyes. Es “oficialmente” un buen creyente. 

El publicano se sitúa en las antípodas. Es oficialmente un pecador. Todo el mundo lo sabe. Él también. No tiene nada que presentar ante Dios. Basta con recordar la forma como la gente le mira para imaginarse como Dios lo mira también. Pero va al templo. El publicano se sabe pecador y lo único que hace es pedir a Dios que le tenga compasión. 

La ceguera religiosa es a veces tan dura, que lo bueno es siempre malo para algunos y lo malo es siempre bueno. Lo bueno es lo que ellos hacen; lo malo lo que hacen los otros. ¿Por qué? Porque la religión del fariseo se fundamenta en una seguridad viciada y solamente se está viendo a sí mismo. Por el contrario, el publicano tendrá un verdadero diálogo con Dios, un diálogo personal donde descubre su “necesidad” perentoria y donde Dios se deja descubrir desde lo mejor que ofrece al hombre. El fariseo, claramente, le está pasando factura a Dios. El publicano, por el contrario, pide humildemente a Dios su factura para pagarla. El fariseo no quiere pagar factura porque considera que ya lo ha hecho con los “diezmos y primicias” y ayunos, precisamente lo que Dios no tiene en cuenta o no necesita. Eso se han inventado como sucedáneo de la verdadera religiosidad del corazón.

El fariseo, en vez de confrontarse con Dios y con él mismo, se confronta con el pecador; aquí hay un su vicio religioso radical. El pecador que está al fondo y no se atreve a levantar sus ojos, se confronta con Dios y consigo mismo y ahí está la explicación de por qué Jesús está más cerca de él que del fariseo. El pecador ha sabido entender a Dios como misericordia y como bondad. El fariseo, por el contrario, nunca ha entendido a Dios humana y rectamente. Éste extrae de su propia justicia la razón de su salvación y de su felicidad; el publicano solamente se fía del amor y de la misericordia de Dios. El fariseo, que no sabe encontrar a Dios, tampoco sabe encontrar a su prójimo porque nunca cambiará en sus juicios negativos sobre él. El publicano, por el contrario, no tiene nada contra el que se considera justo, porque ha encontrado en Dios muchas razones para pensar bien de todos. El fariseo ha hecho del vicio virtud; el publicano ha hecho de la religión una necesidad de curación verdadera. Solamente dice una oración, en muy pocas palabras: “ten piedad de mí porque soy un pecador”. La retahíla de cosas que el fariseo pronuncia en su plegaria han dejado su oración en un vacío y son el reflejo de una religión que no une con Dios.

En la comunidad de Jesús todos somos hermanos. Todos estamos cubiertos por el inmenso amor de Dios. No hay razón para despreciar a nadie. Si alguien debe tener un lugar de privilegio ha de ser el pobre, el marginado, el pecador, aquel al que le ha tocado la peor parte en esta vida. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie, para entrar en su corazón y decir que es malo?


viernes, 25 de octubre de 2019

NUEVO RUCEIRO DE LA CAPILLA DE LOS LIÑARES


En el mes de junio del año pasado celebrábamos la instalación de un cruceiro en la Capilla de los Liñares donado por la familia Gil-Varela y que desgraciadamente en el mes de febrero de este año despertábamos con la noticia que había sido robado.

Este jueves pasado, hemos tenido la gran satisfacción de instalar un nuevo cruceiro, donado por una familia de la parroquia y que en una sencilla ceremonia fue bendecido por el Sr Obispo, acompañado por una pequeña representación de feligreses.

El cruceiro tallado en granito, montado por los maestros canteros Hermanos Sequeiros de Ponte da Lima, se compone de los siguientes elementos e inscripciones: Plataforma con tres pasos, Pedestal con grabaciones en cada una de las caras (ANNO DOMINI, MMXIX / IESUS CHRISTUS, SALVATOR MUNDI, SALVA NOS / NUESTRA SEÑORA DE LOS LIÑARES, RUEGA POR NOSOTROS / ARCÁNGEL SAN MIGUEL, DEFIÉNDENOS), Fuste gallonado que representa los Diez Mandamientos (en el mismo fuste están esculpidas las imágenes de San Miguel y Nuestra Señora de los Liñares), Capitel que da continuidad al fuste gallonado, Cruz de Malta donde está esculpida la imagen de Jesucristo Crucificado (Esta Cruz era de la Orden a la que pertenecía su Apóstol predilecto San Juan Evangelista). Todo el conjunto tiene unos cinco metros de altura. 

Durante la bendición del cruceiro el Sr Obispo nos dirigió unas emotivas palabras: 

Para mí es una alegría muy grande el estar aquí con vosotros esta tarde celebrando un acto tan hermoso como es bendecir este crucero aquí en esta entrada de esta capilla que tanto queréis y que tanto utilizáis para vuestra oración para vuestras celebraciones para cultivar vuestra y celebrar vuestra fe. 

Quiero en primer lugar agradecer a los donantes porque es un signo muy hermoso que en medio de la comunidad haya personas que tengan este gesto, que tienen esta fe.

Es curioso que hayan robado un crucero que estuvo aquí, y la falta de ese crucero traiga ahora este nuevo crucero, un nuevo regalo que esperemos que no lo lleven, porque en este mundo nada parece imposible, pero al mismo tiempo yo creo que tenemos en una tarde como hoy agradecer a vuestro párroco D. Benito que nos haya convocado aquí que hayamos tenido este encuentro y manifestar ante la parroquia que nos gusta esto y que lo tomamos en serio. 

Yo también quisiera deciros que este es un símbolo muy importante en esta ría preciosa, nuestra, con esta vista. Los niños que nazcan aquí en esta parroquia guardaran siempre y todos nosotros esta visión, pero yo quisiera deciros que los símbolos son muy importantes no es lo mismo que aquí tengamos un crucero, que tengamos una cosa que ofenda nuestros sentimientos y esto quiere decir que también en nuestras familias, en nuestras casas, en nuestras oficinas, tenemos que tratar también de tener símbolos de nuestra fe. Hoy hay un cierto miedo a manifestar la fe y creo que tenemos que empezar a ser normales, naturales, ni andar aquí presumiendo de nada, ni tampoco escapándose de nada. Este es un símbolo que nos define, es un símbolo de paz, no es un símbolo de agresión a nadie ni de ofensa a nadie, es el Señor muriendo en la cruz, un símbolo reconocido en el mundo entero, de una profunda espiritualidad, el centro de nuestra vida cristiana. Jesucristo muerto y resucitado. Eso fue lo que hicieron nuestros antepasados sembrando nuestros cruces de caminos con cruceros. El crucero es la imagen por excelencia de nuestro pueblo gallego y esto no debíamos olvidarlo nunca por eso hoy también hago una llamada para que todos los cruceros que hay por ahí por el entorno, que hay muchos, que se cuiden, que se preserven, que se mantengan como símbolos de una fe que un pueblo ha tenido de manera muy profunda y que sigue teniendo. 

Por tanto, agradezco a esta familia de nuevo su generosidad y esta idea de poner a Jesucristo aquí en nuestra capilla. Agradezco a D. Benito que nos ha convocado y a todos ustedes que han querido estar aquí. Es un momento que recordaremos siempre porque estos actos que son sencillos pero que llevan una hondura profunda en nuestra vida 

Que Dios nos bendiga y el crucero de aquí tiene esta expresión, bonita, preciosa: Jesucristo Salvador del Mundo Sálvanos. Pues que nos salve y que nosotros mantengamos nuestra adhesión a Él, a Jesucristo, y que cuando pasemos por ahí, lo miremos y digamos Jesucristo Sálvanos.”

Con esta ilusión acogemos este nuevo cruceiro esperando que nos dure muchos años, agradeciendo a la familia donante y también a la familia Gil-Varela su generosidad para esta parroquia. La Santísima Virgen de los Liñares os lo premiará. 

domingo, 20 de octubre de 2019

DOMINGO XXIX DEL ORDINARIO "¿ENCONTRARÁ ESA FE EN LA TIERRA?"


El evangelio de Lucas sigue mostrando su sensibilidad con los problemas de los pobres y los sencillos. En el Antiguo Testamento, las historias entre jueces y viudas, especialmente en los planteamientos de los profetas, se multiplican incesantemente. Son bien conocidos los jueces injustos y las viudas desvalidas. El mismo Lucas es el evangelista que más se ha permitido hablar de mujeres viudas en su evangelio. En lo que se refiere a la parábola que nos propone, no hay por qué pensar que se tratara de una viuda vieja. Eran muchas las que se quedaban solas en edad muy joven. Su futuro, pues, lo debían resolver luchando. Si a ello añadimos que la mujer no tenía posibilidades en aquella sociedad judía, entenderemos mejor los propósitos de Lucas.

Nos podemos preguntar: ¿quién es más importante aquí, el juez o la viuda? Por una parte, la mujer que no se atemoriza e insiste para que se le haga justicia. Pero también es verdad que este juez, a diferencia de los que se presentan en el Antiguo Testamento, llega a convencerse que esta mujer, con su insistencia, puede llegar a hacerle la vida muy incómoda o casi imposible. Lo hace desde sus armas: su palabra y su constancia o perseverancia; no usa métodos violentos, pero sí convicción de que tiene derechos a los que no puede renunciar. Por eso al final, sin convencimiento personal, el juez decide hacerle justicia. La comparación es más o menos como en la parábola del amigo inoportuno de medianoche: la perseverancia puede conseguir lo que parece imposible. Pero si eso lo hacen los hombres injustos, como el juez, ¿qué no hará Dios, el más justo de todos los seres, cuando se pide con perseverancia? Es esa perseverancia lo que mantiene la fe en este mundo hasta que sea consumada la historia.

Lo que busca la parábola, pues, es comparar al juez con Dios. El juez, en este caso, no representa simbólicamente a Dios, sería absurdo. Pero es de Dios de quien se quiere hablar como coprotagonista con la viuda. Indirectamente se hace una crítica de los que tienen en sus manos las leyes y las ponen al amparo de los poderosos e insaciables. De esto sabe mucho la historia. Dios, a diferencia del juez, es más padre que otra cosa; no tiene oficio de juez, ni ha estudiado una carrera, ni tiene unas leyes que cumplir a rajatabla. Dios es juez, si queremos, de nombre, pero es padre y tiene corazón. De esa manera se entiende que reaccionará de otra forma, más sensible a la actitud de confianza y perseverancia de los que le piden, y especialmente de los que han sido desposeídos de su dignidad, de su verdad y de su felicidad.

De esta parábola el Señor Jesús saca la siguiente conclusión: si aquel juez inicuo le hizo justicia a la viuda por su terca e insistente súplica, «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?». Ante la tentación del desfallecimiento por una larga espera, ante las duras pruebas e injusticias sufridas día a día, los discípulos deben perseverar en la oración y en la súplica, con la certeza de que Dios «les hará justicia sin tardar» y les dará lo que en justicia les pertenece.

El Señor Jesús da a entender que la fidelidad de Dios y el cumplimiento de sus promesas están garantizados. La gran pregunta más bien es si los discípulos mantendrán la fe durante la espera y las pruebas que puedan sobrevenirles: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?»

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domingo, 13 de octubre de 2019

DOMINGO XXVIII DEL ORDINARIO "TU FE TE HA SALVADO"


En el pueblo judío toda enfermedad de la piel, incluida la lepra, era llamada castigo o “azote de Dios” y era considerada como “impureza”. La lepra era entendida como un castigo recibido por el pecado cometido ya sea por el mismo leproso o por sus padres. Rechazado por Dios el leproso debía también ser rechazado por la comunidad. La Ley sentenciaba que todo leproso «llevará los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: “¡Impuro, impuro!” Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada».

En su marcha a Jerusalén el Señor se encuentra a diez leprosos en las afueras de un pueblo. Estos leprosos, al ver a Jesús, en vez de gritar el prescrito “impuro, impuro”, le suplican a grandes voces: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Sin duda, la fama del Señor ha llegado a sus oídos. Han escuchado hablar de Él, de sus milagros, de sus curaciones. Se dirigen a Él como “Maestro”, es decir, como a un hombre de Dios que guarda la Ley y la enseña, como un hombre justo, venido de Dios. Al verlo venir, brilla en estos diez leprosos la esperanza de poder también ellos encontrar la salud, de verse liberados de este “castigo divino”, de verse purificados de sus pecados y de ser nuevamente acogidos en la comunidad.

Como respuesta a su súplica el Señor les dice: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Los sacerdotes, que tenían la función de examinar las enfermedades de la piel y declarar “impuro” al leproso, también debían declararlo “puro” en caso de curarse y autorizar su reintegración a la comunidad.

Confiando en el Señor se pusieron en marcha. Esperaban ser curados y poder presentarse “limpios” ante los sacerdotes. En algún punto del camino «quedaron limpios», es decir, curados no sólo de la lepra sino también purificados de sus pecados. Uno de ellos, al verse curado, de inmediato «se volvió alabando a Dios a grandes gritos». Los otros nueve debieron presentarse ante los sacerdotes según la indicación del Señor Jesús y según lo establecía la Ley.

El que volvió para presentarse ante el Señor y no ante los sacerdotes era un “extranjero”, un samaritano. Podemos suponer que los nueve restantes eran judíos. A pesar del odio que dividía a judíos y samaritanos, la desgracia común los había unido. La solidaridad había brotado en medio del dolor compartido.

Podemos preguntarnos: ¿Por qué parece reprochar el Señor a los que no vuelven, si Él mismo les había mandado presentarse ante los sacerdotes? ¿No estaban obedeciéndole acaso? ¿No podrían sentirse obligados por las mismas instrucciones del Señor? ¿Por qué habrían de volver a Él para dar gloria a Dios?

Podemos ensayar una respuesta: en los Evangelios los milagros del Señor Jesús son siempre signos o manifestaciones de su origen divino. El milagro obrado por Cristo revela e invita a reconocer que Él es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Dios mismo que se ha hecho hombre para salvar a su pueblo de sus pecados. En un primer momento los diez leprosos ven a Jesús como un Maestro, como un hombre santo. Tienen fe en Él y por eso obedecen a su mandato, hacen lo que Él les dice. Mas al verse milagrosamente curados, sólo uno se deja inundar por la experiencia sobrenatural, se abre al signo que lo lleva a reconocer en el Señor al Salvador del mundo. El samaritano reconoce la divinidad de Cristo, y por eso regresa para darle gracias como Dios que es, y se presenta ante quien es el Sumo Sacerdote por excelencia. Sólo a este samaritano, que lleno de gratitud se postra ante Él en gesto de adoración, le dice el Señor: «tu fe te ha salvado». La fe en el Señor Jesús no sólo es causa de su curación física, sino también de una curación más profunda: la del perdón de sus pecados, la de la reconciliación con Dios. Aquel samaritano creyó que la salvación venía por el Señor Jesús.

La ingratitud de los otros nueve consistiría en que, siendo judíos, miembros del pueblo elegido que esperaba al Mesías, a pesar de este signo no reconocen al Señor como aquel que les ha venido a traer no sólo la salud física, sino también la liberación del pecado y la muerte, la salvación y reconciliación con Dios.