domingo, 29 de julio de 2018

DOMINGO XVII ORDINARO "COMIERON, SE SACIARON Y SOBRO"


      El Evangelio de hoy nos cuenta cómo Jesús multiplicó unos pocos panes y peces y dio de comer a una multitud. Se dice que eran cinco mil hombres, sin contar a las mujeres ni a los niños. Eran gente desesperada. Quizá por eso habían abandonado sus casas y se habían lanzado al desierto a seguir a aquel predicador. Le seguían esperando quizá encontrar una palabra de aliento, algo que les infundiese nueva esperanza. 

    El milagro de Jesús no sólo consiste en darles de comer. Lo más importante es que consigue hacer de aquella multitud una familia que, sentados juntos, comparten la comida. Hace de ellos una fraternidad. Por eso termina sobrando comida. Si no se hubiese dado ese cambio cualitativo en la relación entre aquellas personas, no habría sobrado nada. Seguro que todos hubiesen luchado por acaparar toda la comida posible. No habrían hecho más que mirar por sus intereses, por saciar su hambre, la de entonces y la del día siguiente. No había ninguna razón para compartir con los otros. Pero se produce el milagro. Jesús les hace descubrir que, al compartir el pan, se empieza a vivir de una forma nueva, que el bienestar del otro es la condición de mi bienestar, que en familia es mucho más fácil satisfacer la necesidad y que termina por sobrar pan. 

        Al hacer el milagro, Jesús da una nueva esperanza a aquellas personas. Jesús, mensajero y vocero de Dios, da esperanza a los que están desesperados, acoge en familia a los que están solos y da de comer a los que tienen hambre. En el mundo hay comida de sobra para que nadie muera de hambre. Lo único que falta es corazón para compartir. El problema del hambre en el mundo es nuestro egoísmo. Porque hay tan poco corazón como para dejar morir a personas como nosotros. Eso quiere decir el evangelio de hoy y cómo Jesús, que tiene corazón, pide a quien tiene, que comparta con los que no tienen.

       Debemos ser portadores de esta nueva esperanza  para nuestro mundo. Los cristianos nos comprometemos a reunir, a compartir lo que tenemos, a acoger.  No queremos dividir ni odiar ni separar. Creemos que podemos vivir unidos en el amor con el vínculo de la paz. Creemos que es posible superar el odio que mata y destruye. A eso nos comprometemos para esta misma semana que comienza.



miércoles, 25 de julio de 2018

SANTIAGO APOSTOL


Todos conocemos la historia que del Apóstol Santiago hace la tradición, de su peregrinar por la Hispania del siglo I,  de como la Virgen del Pilar le animó a seguir enseñando a esos hispanos de dura cerviz, y de como después de volver a Jerusalén fue decapitado y que la tradición contempla que sus restos fueron llevados hasta Padrón y enterrados en el Campo Stelae hasta que fueron descubiertos por el Obispo Teodomiro, después que un ermitaño llamado Pelayo le dijera que había visto unas luces sobre un monte deshabitado.

Pero hoy en el día del Apóstol Santiago vamos a recordar un romance gallego considerado como el más importante de todos: el romance de Don Gaiteros de Mormaltán, que según cuenta falleció en la Edad Media en la Catedral de Santiago después de completar la peregrinación, y que según los últimos estudios era el Duque Guillermo X de Poitou, X Duque de Aquitania y Conde de Vienne y contiene fragmentos paradigmáticos de la dureza del Camino de Santiago que todo peregrino debe afrontar y superar con gran esfuerzo.


ROMANCE DE DON GAIFEROS DE MORMALTÁN

I onde vai aquil romeiro, meu romeiro a donde irá,
camiño de Compostela, non sei se alí chegará.
Os pés leva cheos de sangue, xa non pode máis andar,
malpocado, probe vello, non sei se alí chegará.
Ten longas e brancas barbas, ollos de doce mirar,
ollos gazos leonados, verdes como a auga do mar.
-I onde ides meu romeiro, onde queredes chegar?
Camiño de Compostela donde teño o meu fogar.
-Compostela é miña terra, deixeina sete anos hai,
relucinte en sete soles, brilante como un altar.
-Cóllase a min meu velliño, vamos xuntos camiñar,
eu son trobeiro das trobas da Virxe de Bonaval.
-I eu chámome don Gaiferos, Gaiferos de Mormaltán,
se agora non teño forzas, meu Santiago mas dará.
Chegaron a Compostela, foron á Catedral,
Ai, desta maneira falou Gaiferos de Mormaltán:
-Gracias meu señor Santiago, aos vosos pés me tes xa,
si queres tirarme a vida, pódesma señor tirar,
porque morrerei contento nesta santa Catedral.
E o vello das brancas barbas caíu tendido no chan,
Pechou os seus ollos verdes, verdes como a auga do mar.
O bispo que esto oíu, alí o mandou enterrar
E así morreu señores, Gaiferos de Mormaltán.
Iste é un dos moito miragres que Santiago Apóstol fai


domingo, 22 de julio de 2018

DOMINGO XVI ORDINARIO "VENID PARA DESCANSAR UN POCO"



    Hoy, el Evangelio nos invita a descubrir la importancia de descansar en el Señor. Los Apóstoles regresaban de la misión que Jesús les había dado. Habían expulsado demonios, curado enfermos y predicado el Evangelio. Estaban cansados y Jesús les dice «venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco».

  Una de las tentaciones a las que puede sucumbir cualquier cristiano es la de querer hacer muchas cosas descuidando el trato con el Señor. El Catecismo recuerda que, a la hora de hacer oración, uno de los peligros más grandes es pensar que hay otras cosas más urgentes y, de esa forma, se acaba descuidando el trato con Dios. Por eso, Jesús, a sus Apóstoles, que han trabajado mucho, que están agotados y eufóricos porque todo les ha ido bien, les dice que tienen que descansar. Y, señala el Evangelio «se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario». Para poder rezar bien se necesitan, al menos dos cosas: la primera es estar con Jesús, porque es la persona con la que vamos a hablar. Asegurarnos de que estamos con Él. Por eso todo rato de oración empieza, generalmente, y es lo más difícil, con un acto de presencia de Dios. Tomar conciencia de que estamos con Él. Y la segunda es la necesaria soledad. Si queremos hablar con alguien, tener una conversación íntima y profunda, escogemos la soledad.

      Es Cristo el que reconcilia a los pueblos. El que atiende a todos lleno de compasión porque nos ve, al decir del Evangelio de hoy, como “ovejas sin pastor”. A nosotros nos corresponde continuar su misión y ser profetas al servicio de la reconciliación. En el mundo y en nuestra nación, en nuestro barrio y en nuestra familia. Cada vez que logramos que alguien se reconcilie, estamos siendo cristianos de verdad. Eso significa ser cristianos: ser creadores de perdón, de fraternidad, de reconciliación. 

      ¡Si solamente la providencia de Dios hiciera lo mismo en nuestra época, y que una gran multitud de fieles se precipitara alrededor de los ministros de su Palabra para escucharlos, incluso sin dejarles el tiempo de retomar sus fuerzas!...si se les reclamara a tiempo y a destiempo la palabra de fe, se quemarían del deseo de meditar los preceptos de Dios y de ponerlos en práctica sin cesar, de manera que sus actos no desmentirían sus enseñanzas.

https://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=commentary&localdate=20180722


domingo, 15 de julio de 2018

DOMINGO XV ORDINARIO "SOLO UN BASTÓN PARA EL CAMINO"


   El Evangelio de hoy nos cuenta cómo Jesús envió a los discípulos de dos en dos a predicar la conversión y le dio autoridad sobre los espíritus que esclavizaban y oprimían a los hombres y mujeres de aquel tiempo. Les pidió que fueran con lo justo para el camino. Apenas un bastón y nada más. Lo más importante era el mensaje que llevarían.

      Esa misión, que comenzó en tiempos de Jesús, sigue hoy en marcha. En estos veinte siglos en la Iglesia siempre ha habido hombres y mujeres dispuestos a salir de su tierra, llevando apenas un bastón, dejando atrás seguridad y comodidades, para ir a anunciar el Evangelio. Estos misioneros no siempre han sido bien recibidos. Algunos han muerto de forma violenta. Pero otros muchos fueron acogidos con el corazón abierto y en los países que les recibieron desgastaron su vida al servicio de sus habitantes, educaron a sus hijos, cuidaron a sus enfermos, liberaron a los oprimidos y dieron alegría a los tristes. 

      Así los misioneros y misioneras han hecho y hacen presente en muchos lugares el Reino de Dios. Hacen muchas cosas y muy diferentes, pero en todo lo que hacen llevan siempre un mensaje único: que Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de gracias, que en él nos ha elegido para que seamos santos en el amor, que nos ha destinado a que seamos sus hijos, que en él nos ha perdonado todos nuestros pecados. La voluntad de Dios consiste en reunir a todos en Cristo, en hacer de todos nosotros una sola familia. Ése es el mensaje que los misioneros y misioneras llevan no sólo a los lugares lejanos sino también a los más cercanos. Porque aquí, cerca de nosotros, a veces en nuestras mismas familias o casas, hay personas que desconocen ese mensaje de salvación, que se dejan llevar por la tristeza y la falta de esperanza.

     Hoy todos nosotros estamos llamados a comunicar a cuantos podamos el Evangelio que gratuitamente hemos recibido y a hacer llegar sus bendiciones a muchos otros, no sólo  los misioneros y misioneras que dejan su país de origen y se van a países lejanos. Todos somos responsables de llevar el anuncio del amor de Dios, del perdón de los pecados, del Reino de salvación a los que no lo conocen, a los que viven sin esperanza.  Basta con vivir siendo testigos del amor de Dios, del amor con que Dios nos ama y regalar ese amor a los que viven con nosotros. Si así vivimos, descubriremos con sorpresa como echaremos a muchos “demonios” que oprimen la vida de las personas que nos rodean. Quien ha sido alcanzado y reconciliado por Cristo, quien ha recibido el don maravilloso de la vida nueva, se experimenta impulsado a anunciarlo y trasmitirlo a los demás.

     En esta tarea de anunciar el Evangelio de Jesucristo no caben excusas. Nadie puede excluirse de esta responsabilidad pensando que “eso les toca sólo a sacerdotes y monjas”, “yo no puedo”, “yo soy incapaz”, “yo no sé hablar”, etc. ¡No! ¡Nada puede ni debe ser obstáculo para anunciar a Cristo y su Evangelio!

    Como a los primeros apóstoles, también Él nos acompañará con la fuerza de su Espíritu, con su gracia y con su poder. Así pues, confiemos en el Señor y proclamemos alto y fuerte nuestra fe, para que también muchos otros puedan creer y alcanzar las innumerables bendiciones que Dios nos ha regalado por medio de su Hijo.



domingo, 8 de julio de 2018

DOMINGO XIV ORDINARIO "NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA"


Ezequiel es elegido por Dios para una misión difícil: hablar en Su nombre a un pueblo rebelde, terco, obstinado y de dura cerviz. Dios no dejó de enviar a sus profetas, aun cuando Israel se resistía a escuchar. Es así que muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los Profetas.

Finalmente, al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo para hablar a su Pueblo por medio de Él . El Señor Jesús, el Hijo de Santa María, es la Palabra misma del Padre, el Verbo divino, Dios mismo que por obra del Espíritu Santo se hizo hombre para hablarle a los hombres en un lenguaje humano.

También el Hijo enviado por el Padre se encontró con la dureza de corazón de su pueblo, sufriendo el mismo destino de tantos profetas. Así sucedió cuando entró en Nazaret, el pueblo que lo vio crecer, para anunciar también allí su Evangelio como lo venía haciendo en otras ciudades desde el inicio de su ministerio público. Cuando un sábado se puso a enseñar en la sinagoga de Nazaret, los oyentes quedaron admirados de su sabiduría. ¿De dónde había sacado tales enseñanzas? A éstas se sumaban los milagros que había hecho en otros lugares, cuya noticia había ya llegado a sus oídos. Su enseñanza era muy superior a la de los fariseos y escribas, era una enseñanza portadora de una “autoridad” nunca antes vista.

Las señales o milagros certificaban que Dios estaba con Él y actuaba en Él. ¿No sería Él el Mesías? Éste era el cuestionamiento que sin duda había despertado el Señor entre sus paisanos. Sin embargo, esa posibilidad se estrella contra la creencia difundida entre los judíos que el origen del Mesías sería misterioso y desconocido: cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. El escándalo que se produce entre los nazarenos, es decir, la falta de credulidad en Él como Mesías, se debe a que de éste sí sabemos de dónde es. Justamente porque conocían a sus padres y parientes, porque había crecido y vivido entre ellos por treinta años, siendo conocido como el hijo del carpintero y carpintero Él mismo, es que —según sus cálculos y razonamientos— no podía tratarse del Mesías.

El Evangelio concluye que debido a su falta de fe y confianza en Él el Señor «no pudo hacer allí ningún milagro». Esta cerrazón y negativa a creer en el Señor se convierte en un obstáculo insalvable para que Dios pueda realizar señales y prodigios en medio de su pueblo. Queda de manifiesto que el Señor, aunque quiera y tenga el poder para hacerlo, no puede actuar allí donde el hombre no se lo permite. La falta de milagros o intervenciones divinas no está en la supuesta inacción de Dios, sino en la dureza del corazón del hombre que se cierra a la acción divina. La desconfianza en Dios, la incredulidad, son actitudes que esterilizan la eficacia de la Palabra divina, que entorpecen, limitan o cancelan toda acción divina en el corazón y en la vida del ser humano. Dios respeta profundamente la libertad de su criatura humana y nunca la avasalla.

En el anuncio del Evangelio también los apóstoles del Señor se encontrarán con el rechazo, la dureza de corazón, la cerrazón y rebeldía con que tantos profetas y el Señor mismo se encontraron. Uno de ellos es San Pablo, que en medio de las dificultades para llevar a cabo fielmente su misión encuentra la fuerza no en sí mismo sino en Cristo.

Podría pensarse en lo que hubiera cambiado la vida de los habitantes de Nazaret si se hubieran acercado a Jesús con fe. Así, tenemos que pedirle día a día como sus discípulos: «Señor, aumenta nuestra fe», para que nos abramos más y más a su acción amorosa en nosotros.

"Misericordia, Señor, misericordia" reza el salmista "que estamos saciados de desprecios". No permitas que nos invada la desolación y la apatía. Abre nuestros corazones al Espíritu Santo para la tarea de la nueva evangelización que nos manda el Santo Padre, y ten misericordia de nuestras debilidades.



martes, 3 de julio de 2018

LA VIDA POR FACUNDO CABRAL


Decía Facundo Cabral:
La vida no te quita cosas: te libera de cosas… te alivia para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamas problemas, son lecciones. No perdiste a nadie: El que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. No hay muerte… hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Miguel Ángel,Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuelo y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas y nos aleja, porque nos hace desconfiados. 

Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perusa, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman; la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven; las pinturas de Caravaggio, Rembrandt, Velázquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.

Y si tienes cáncer o sida, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas: si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto (tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas)… y si le ganas, serás más humilde, más agradecido… por lo tanto, fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.

No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño que será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. 

Da sin medida y te darán sin medida. Ama hasta convertirte en lo amado; más aún, hasta convertirte en el mismísimo Amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas. El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida. Vale la pena, ¿verdad?

Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él. Si Él tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella. Él te manda flores cada primavera. Él te manda un amanecer cada mañana. Cada vez que tú quieres hablar, Él te escucha, Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero Él escogió tu corazón. Enfréntalo, amigo, ¡Él está loco por ti! Dios no te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, sol sin lluvia, pero él sí prometió fuerzas para cada día, consuelo para las lágrimas, y luz para el camino.

“Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreír”

domingo, 1 de julio de 2018

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Hoy, san Marcos nos presenta una avalancha de necesitados que se acerca a Jesús-Salvador buscando consuelo y salud, cura a la hija  de un hombre llamado Jairo del jefe de la sinagoga que implora la salud de su hijita: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Quién sabe si aquel hombre conocía de vista a Jesús, de verle frecuentemente en la sinagoga y, encontrándose tan desesperado, decidió invocar su ayuda. En cualquier caso, Jesús captando la fe de aquel padre afligido accedió a su petición; sólo que mientras se dirigía a su casa llegó la noticia de que la chiquilla ya había muerto y que era inútil molestarle: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús, dándose cuenta de la situación, pidió a Jairo que no se dejara influir por el ambiente pesimista, diciéndole: «No temas; solamente ten fe». Jesús le pidió a aquel padre una fe más grande, capaz de ir más allá de las dudas y del miedo. Al llegar a casa de Jairo, Jesús retornó la vida a la chiquilla con las palabras: «Talitá kum, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate».

También cura a una mujer que padece flujos de sangre desde hacía doce años, lo que, según la cultura del tiempo, la hacía “impura” y debía evitar cualquier contacto humano, que se dice a sí misma: “Con solo tocar su manto, me curaré”. Y así fue, pero Jesús notando que había salido fuerza de él pregunta: “¿Quién ha tocado mi manto?”, y ella se adelanta temblorosa, pero enseguida le dice: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”.

Eso es la fe. Quien cree “toca” a Jesús y toma de Él la gracia que salva. No dudar, “no tengas miedo,  tu hija duerme”. Y cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando vamos hacia Él con fe, escuchamos esto del Padre: “Hijo, tu eres mi hijo. Tú te has curado. Yo perdono a todos, todo. Yo curo a todos y todo”.


También nosotros debiéramos tener más fe, aquella fe que no duda ante las dificultades y pruebas de la vida, y que sabe madurar en el dolor a través de nuestra unión con Cristo, tal como nos sugiere el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi (Salvados por la esperanza): «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito».

Deseemos que Jesús nos toque también a nosotros, e inmediatamente nos pongamos a andar. Si somos paralíticos o cometemos malas acciones, no podemos caminar; quizás estamos acostados sobre el lecho de nuestros pecados como si fuera nuestra verdadera cama. 

https://evangeli.net/evangelio/dia/2018-07-01