domingo, 25 de agosto de 2019

DOMINGO XXI DEL ORDINARIO "LA PUERTA ES ESTRECHA"


Aquel hombre que se encontró con Jesús estaba preocupado por el número de los que se iban a salvar. Si el cupo de los que van a entrar en el cielo es limitado, es de suponer que las pruebas de acceso serán más complicadas. Para entrar en el cielo tendríamos que pasar por una prueba como la que se hace para entrar en la Universidad. Sólo los mejores lo lograrían. 

Pero la respuesta de Jesús no indica eso. No habla de que sea necesario un grado de santidad especial para entrar en el cielo. Por la respuesta de Jesús diríamos, más bien, que el que preguntaba no indagaba por el número sino por quiénes serían esos pocos. Y de alguna forma daba por supuesto que los que se salvasen serían los miembros del pueblo elegido: el pueblo judío. Entendiendo así la pregunta, se comprende perfectamente la respuesta de Jesús. Nadie puede dar por supuesto que está salvado por pertenecer a un determinado grupo. Hay que esforzarse por la salvación. Como se nos dice en la parábola del tesoro escondido en el campo, hay que vender todo lo que se tiene para obtener la salvación. Según Jesús, la puerta de la salvación es estrecha y vendrán muchos, de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur. Muchos que quizá no crean tener derecho, entrarán los primeros. Y muchos de los que se creen con derecho, se quedarán fuera.

¿Qué significa esto para nosotros? En principio, no pertenecemos al pueblo elegido. Somos de esos que vienen “de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur”. Pero también es verdad que somos cristianos ya de muchas generaciones. Podemos pensar que tenemos derecho a la salvación por la sencilla razón de que ya nuestros abuelos y bisabuelos eran cristianos, iban a misa todos los domingos y cumplían los mandamientos. Jesús nos dice hoy que la salvación, nuestra salvación, depende también de nuestro esfuerzo personal, que no podemos dormirnos en los laureles. Pero sobre todo nos dice que no podemos excluir a nadie de la salvación. Esto es muy importante. En la salvación entramos en cuanto nos hacemos hermanos de todos. Si el mensaje fundamental de Jesús es decirnos que todos somos hijos de Dios, ¿cómo podemos pretender excluir a nadie de esa fraternidad? En la medida en que excluyamos a alguien, nos excluimos a nosotros mismos. No es que Dios nos cierre la puerta del cielo. Nos la cerramos nosotros mismos. 

La puerta del cielo es estrecha. Para pasar por ella hay que cumplir con una condición obligatoria: vivir la fraternidad en el día a día de nuestra vida. Es lo que hacemos en la Eucaristía, donde nos juntamos y compartimos el pan como hermanos. Es lo que deberíamos hacer todos los días: vivir como hermanos. 


domingo, 18 de agosto de 2019

DOMINGO XX DEL ORDINARIO "NO HE VENIDO A TRAER PAZ"


 Parece que las personas tenemos una tendencia irreprimible a la comodidad, a buscar lo fácil. Y muchas veces es así como nos enfrentamos al Evangelio. Lo mismo que vamos a un supermercado y escogemos allí las cosas que más nos gustan, también acudimos a la Iglesia con el mismo espíritu: tratando de escoger y consumir lo que nos gusta.

      Por eso, muchas veces buscamos una Iglesia donde la celebración de la Eucaristía dominical sea bonita porque hay un buen coro, porque la Iglesia está bien adornada o porque el sacerdote es ameno y breve. Mucho mejor si además nos regala continuamente los oídos con palabras que hablan de un Dios misericordioso, padre bueno, que lo perdona todo y que, casi podríamos decir, le da lo mismo que hagamos el bien o el mal porque nos ama de todas maneras y nos dará el premio de cualquier forma. Nos terminamos haciendo una religión a la carta, como cuando vamos a uno de esos restaurantes buenos en los que, al principio, el camarero nos presenta la carta de los platos y escogemos lo que más nos gusta. 

      Pero el Evangelio no es así. En el Evangelio nos encontramos con Jesús y él nos habla con claridad. Si queremos salvarnos, si queremos alcanzar la verdadera felicidad, nos invita a seguirle, nos invita a vivir de una determinada manera. No nos promete que siempre va a ser fácil estar con él. Si al maestro lo clavaron en la cruz, no podemos pensar que a sus seguidores les va a ir mucho mejor. Es lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy: “He venido a prender fuego en el mundo”. No dice que haya venido a poner paños calientes para que nos sintamos bien. No. Jesús pretende cambiar este mundo, revolucionarlo, ponerlo patas arriba. Eso no es fácil. A veces es causa de dolor y división. La paz llegará después. El Reino es algo que llega, pero primero hay que conquistarlo, hay que esforzarse. Para conseguir la justicia es preciso luchar contra la injusticia. 

      Por eso, lo más importante de la vida del cristiano no es participar en la misa del domingo. Ese es el lugar de encuentro con la comunidad. Pero donde un cristiano se juega su ser cristiano, es en su vida diaria, en la relación con su familia, sus compañeros de trabajo, sus amistades. Ahí es donde hay que vivir en cristiano. Aunque eso signifique ir en contra de la opinión de los demás o perder su amistad. Porque ser cristiano no es responder siempre con una sonrisa a todo lo que nos dicen, sino saber poner por delante, con cariño, pero también con fuerza, la verdad del Evangelio. Pero no nos asustemos. Recordemos los muchos que han dado y dan su sangre en defensa de la fe. Su testimonio nos debe animar a vivir con más radicalidad nuestra vida cristiana. 


jueves, 15 de agosto de 2019

ASUNCION DE MARIA

"YO TAMBIÉN QUIERO SUBIR CONTIGO, MARÍA
Y ascender, muy alto, al encuentro con el Señor 
pero, sin olvidar, que los grandes rascacielos
están primeramente sujetos a la tierra.
Como Tú, María:
Sencilla, no quisiste más grandeza que tu pobreza
Como Tú, María:
limpia, tus ojos sólo brillaron para el Señor
Como Tú, María:
obediente, siempre tus caminos fueron para Dios

YO TAMBIÉN QUIERO ASCENDER CONTIGO, MARÍA
Dándome generosamente, como Dios mismo se ofrece
Entregándome sin tregua, como Tú misma te das
Mirando hacia el infinito,
y buscando, en ese aparente vacío, la grandeza del Salvador

YO TAMBIÉN QUIERO ASCENDER CONTIGO, MARÍA
Y disfrutar para siempre de la gloria eterna
Y correr, contigo, por las calles del cielo
Y poder abrazar a los que, antes que yo,
marcharon con tu protección desde este duro suelo
Y dejar de llorar, de sufrir y comprender entonces
lo que vale la fe y la perseverancia de mi ser cristiano

YO TAMBIÉN QUIERO ASCENDER CONTIGO, MARÍA
Porque, este mundo nuestro, es un primer anuncio
es aperitivo de la gran cena que nos espera
es antesala del gran comedor que nos aguarda
es primer compás de la música celeste
es preámbulo de un umbral feliz y lleno de dicha
¡Felicidades, María!
¡Tu suerte, que sea la nuestra!
¡Ayúdanos a encontrar, esas escaleras,
por las que, Tú, has encontrado el cielo!
Amén "

Javier Leoz

domingo, 11 de agosto de 2019

DOMINGO XIX DEL ORDINARIO "ESTAD PREPARADOS"


El evangelio de Lucas nos ofrece aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en Mateo, y un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva de unas bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el administrador fiel al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la vigilancia y la fidelidad al Señor. La exhortación primera, que concluye con el dicho “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una llamada a la comunidad sobre el comportamiento en este mundo con respecto a las riquezas. Lucas es un evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto tan determinante de la vida social y económica, donde los cristianos debían tomar postura frente a la injusticia y la división de clases.

Lucas sitúa esto en el programa de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no desear las mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El Reino exige otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia y la fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a la responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad de saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual, trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros, mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados, como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado.


domingo, 4 de agosto de 2019

DOMINGO XVIII DEL ORDINARIO "GUARDAOS DE LA CODICIA"


En este domingo XVIII del tiempo ordinario la Liturgia nos propone un tema siempre actual. Es una especie de advertencia para saber manejar, como creyentes y seguidores de Jesús, los bienes materiales, el dinero en concreto, cuyo uso fácilmente acaba haciéndonos caer en la codicia.  

Estamos en tiempo de vacaciones en el que buscamos el merecido descanso del trabajo ordinario, también es un tiempo que invita a la reflexión al silencio interior, puede ser además un momento propicio para revisar nuestra vida cristiana, para hacer propósitos y planes nuevos. Las tres lecturas de hoy, desde distintos ángulos, nos dan pautas para revisar nuestras conductas ante los bienes materiales y valorar los bienes eternos...

El Evangelio nos habla de la codicia a través de la parábola del rico-necio quien a la vez que llenó sus graneros con una gran cosecha pensó que su vida estaba ya resuelta. Es tachado de necio porque en realidad la vida no está asegurada para nadie, está siempre en el aire, y esa misma noche le van a pedir el alma. ¿Para qué le sirven sus riquezas entonces? El relato termina recordándonos que será necio todo aquel que atesora para sí y no es rico ante Dios.

La parábola del rico que acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre los que no tienen para comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula riquezas, pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir, para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a la producción de riquezas.

Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no por lo que Dios quiere, al final, ¿cómo podrá llenar su vida? ¿cómo se presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados del mundo; una llamada a compartir con los que no tienen.