domingo, 30 de diciembre de 2018

SAGRADA FAMILIA "¿NO SABÍAN QUE YO DEBÍA ESTAR EN LA CASA DE MI PADRE?"


La fiesta de la Sagrada Familia es una celebración que motiva a profundizar en el amor familiar, examinar la propia situación del hogar y buscar soluciones que ayuden al padre, la madre y los hijos a ser cada vez más como la Familia de Nazaret. Algo bueno ha de tener la familia cuando el Hijo de Dios quiso tener una.

Estratégicamente situada inmediatamente después de la Navidad, esta fiesta nos invita a mirar a la familia formada por Jesús, María y José. En primer lugar, nos recuerda una vez más que el hecho de la encarnación tuvo lugar en nuestra historia. No sólo en un tiempo y lugar concretos sino también en una familia concreta. María y José fueron el matrimonio en el que Jesús nació, creció y maduró físicamente y como persona.

Nos imaginamos la vida de aquella familia llena de armonía, de amor, de paz. José trabajando en el taller y María en la cocina, mientras que Jesús juega o está en la escuela. Todo eso no son más que proyecciones de nuestra realidad sobre una realidad de la que sabemos muy poco y de la que los Evangelios nos hablan menos todavía.

José tuvo que acoger a María, cuando ésta se había quedado embarazada sin su participación. No debió ser fácil ese primer momento de la relación. Luego viene el nacimiento en Belén. El texto nos habla de la pobreza en que vivían. ¡Nadie los acogió! Y la mucha pobreza no suele formar parte del ideal de la vida de una familia. No sólo eso. La familia se vio obligada a emigrar a Egipto. ¡Refugiados políticos! Hoy sabemos lo dura que es la vida de los emigrantes. Mucho más dura sería en aquellos tiempos en los que no existían en absoluto las organizaciones y leyes que hoy, mal que bien, se destinan a acogerlos y hacerles en cierta medida la vida más fácil.

Y así ha sido la familia a lo largo de los siglos y las culturas. Una realidad siempre cambiante, siempre sometida a presiones diversas y dificultades. La vida familiar no puede reducirse a los problemas de pareja, dejando de lado los valores trascendentes, ya que la familia es signo del diálogo Dios–hombre. Padres e hijos deben estar abiertos a la Palabra y a la escucha, sin olvidar la importancia de la oración familiar que une con fuerza a los integrantes de la familia.

En esta fiesta quizá lo más importante no sea tratar de imponer el ideal de lo que a nosotros nos parece bueno para la familia sino comprometernos a echar una mano a todas las familias que sufren, a ser muy comprensivos con aquellos que no encajan en nuestra idea de familia, a acoger a los que están solos y abrirles las puertas de nuestro corazón, aunque no sean de nuestra familia. Porque la familia de los hijos de Dios es más grande que la familia de los lazos de la carne. 

El papa Francisco invitó a rezar por las familias donde "hay una falta de paz y de armonía" y la calificó como un tesoro.

https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/comentario-del-domingo

martes, 25 de diciembre de 2018

FELIZ NAVIDAD


La Navidad (en latín: nativitate que significa: Nati =nacimiento, vita = de la Vida, te = para ti. Por lo tanto, el significado de la palabra "Navidad" es: “Nacimiento de la Vida para ti”) es una de las festividades más importantes del cristianismo, junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés. Es la solemnidad, en la que se conmemora el nacimiento de Jesucristo en  Belén y eso es lo que celebramos en este día. Poco importa, si fue o no, el propio día del nacimiento. Dicen los que investigan estas cosas que en la Biblia no dice el día exacto, pero se olvidan que el Nuevo Testamento no cuenta la vida de Jesús, sino sus enseñanzas, así que poco importa la fecha exacta.

Existen diversas teorías sobre el origen del 25 de diciembre como día de la Navidad. Pero ya desde el 386, San Juan Crisóstomo impulsó a la comunidad a unir la celebración del nacimiento de Cristo con el del 25 de diciembre, posiblemente para permitir la conversión de los pueblos paganos al coincidir esta fecha del solsticio de invierno con la celebración del nacimiento del dios sol (natalis invicti solis).

Sin darnos cuenta, la expresión "¡Felices fiestas!" está sustituyendo el "¡Feliz Navidad!", Entiendo que con esa frase las personas se desean unas buenas comidas familiares, unos días de descanso... Pero en realidad no se está diciendo nada. Nuestro deseo, éste sí, tan lleno de significado, es desear una Feliz Navidad.

Esto sí que es lo que sentimos  y deseamos los cristianos  estos días: Que la Vida nazca para ti, que tengas Vida, que nada ni nadie te quita la Vida... Todo un Dios se encarna para que tú seas feliz, Jesús nace para ti, para todos. Él quiere caminar a tu lado cada día, levantarte si tropiezas... Mira hoy la Navidad como la oportunidad de Vivir que te regala.

Seas o no creyente, la Navidad es esto, y te invita a disfrutar de estos días con amor y esperanza.

Así que estos días desea Feliz Navidad, desea la Vida a los demás.

¡FELIZ NAVIDAD!


domingo, 23 de diciembre de 2018

IV DE ADVIENTO "BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES"


El cuarto domingo de Adviento nos deja ya a las puertas de la Navidad. Este tiempo de preparación, que comienza con la perspectiva de la venida del Reino, termina concentrándose en un punto concreto de la historia, de nuestra historia. Allí convergen las promesas de los profetas.

El pasaje evangélico narra el episodio de la visita de Santa María a Isabel. ¿Qué motivó a María a realizar este viaje imprevisto? Gabriel, el arcángel, le había manifestado que Isabel había concebido un hijo en su vejez, estando ya en el sexto mes de su embarazo «aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios» (Lc 1, 36-37).

En ese encuentro de familia, Isabel, la prima, dice unas palabras inspiradas por el Espíritu de Dios, que hoy llegan hasta nuestro corazón: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de vientre. Dichosa tú que has creído”. De esa forma expresa perfectamente lo que está viviendo María. La fe hace vivir de otra manera. La fe ayuda a comprender la realidad desde una perspectiva nueva y más profunda.

Isabel es extraordinariamente sensible a lo que ha sucedido. Tan pronto ve a María percibe que ella es Portadora de un Hijo excepcional, percibe que es «la Madre de mi Señor». En esta humilde Virgen de Nazaret se cumple así la antigua profecía de Miqueas, recogida en la primera lectura: ha llegado el tiempo en que «la madre dé a luz». Es su Hijo quien «en pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios». Más aún, el profeta anuncia que «Él mismo será nuestra paz», una Paz que procede de la cuádruple reconciliación que ha venido a obrar: la reconciliación del ser humano con Dios, consigo mismo, con los otros hermanos humanos y con la creación toda.

«¡Dichosa tú, que has creído!», exclama Isabel en una de las múltiples alabanzas que brotan espontáneamente de sus labios. Dichosa y feliz porque verdaderamente cree en Dios. María, plena de dicha y felicidad, es modelo de una fe madura, una fe que es asentimiento de la mente a lo que Dios revela, una fe que es adhesión cordial a Dios mismo, una fe que se transforma en acción decidida, según los designios manifestados por Dios. La fe de la Madre se expresa en la obras, en un “Sí” comprometido y sin reservas dado a Dios al servicio de sus designios reconciliadores.

Pero antes de que llegue ese momento tan cercano de la Navidad, la liturgia nos invita a echar a una mirada a la madre, a María. María está alegre, feliz. Siente que la vida crece en su vientre y que esa vida es fruto del Espíritu de Dios. Algo nuevo está creciendo en ella y ese algo es para toda la humanidad. Esa alegría es expansiva, hay que comunicarla, hay que compartirla. Por eso se dirige a las montañas de Judá a encontrarse con su prima, también embarazada. 

El que vive en la fe, como María, vive bendecido por Dios. Y todo lo que toca y dice se convierte en bendición para el creyente y para los que le rodean. Porque conoce en lo profundo de su corazón que el amor de Dios se ha instalado en nuestro mundo. Que nuestra alegría en esta Navidad sea fruto de la fe gozosa en el Dios que se encarna en Jesús. 


domingo, 16 de diciembre de 2018

III DE ADVIENTO "EL OS BAUTIZARÁ CON ESPIRITU SANTO Y FUEGO"


La enseñanza del Evangelio de este domingo se puede dividir en dos partes. En la primera se nos habla de las preguntas que tres tipologías de personajes muy diferentes (la gente que podría entenderse como el pueblo fiel, unos judíos despreciables como los publicanos y unos paganos como los soldados) hacen a Juan el Bautista. Estas preguntas son las que nos iluminan sobre cómo llevar una vida recta y sabia para acoger al Mesías que será el otro gran tema del Evangelio. Y es que la espera del Mesías no es nunca una espera pasiva sino una esperanza activa; no es una simple llegada sino una inestimable acogida. Juan puede parecer que a todas las cuestiones responde con la misma ley: una calibrada justicia social. Pero en realidad va mucho más allá. Se pone de relieve la necesidad de ser justos, de ser caritativos y de ser empáticos. Tres virtudes que van más allá de la siempre necesaria y por desgracia no alcanzada justicia social. En definitiva, demostrar de forma activa la alegría cristiana, de demostrar y dar a conocer la mesura del cristiano a todas las personas, la mesura de su templanza y sobriedad.

La segunda parte del Evangelio, nos recuerda que todo el pueblo estaba expectante a las palabras de Juan el Bautista. Toda la gente que le rodeaba estaba expectante y pendiente no sólo de lo que decía sino de saber quién era, de su identidad, de su papel en sus historias de salvación personal, como se refleja en los diálogos, y colectiva, al plantearse si era él el Mesías o debían aguardar a otro.

Nosotros, si en estas fechas ya tan cercanas a la consumación del misterio de la Encarnación no estamos expectantes ni a las palabras ni a la identidad del que va a nacer quizás estemos perdiendo el hilo de la situación, el hilo de la realidad cristiana. Esta semana es Juan el Bautista el que nos recuerda que Jesús viene para salvar, para bautizar con el fuego del Espíritu Santo y podríamos también decir que para incendiar nuestro mundo. Para ser una hoguera que no se apaga y vivir la presencia de ese Espíritu en nuestra vida y nuestra comunidad. ¿Estamos preparados para acogerlo o sólo queremos cumplir con el expediente de las fiestas?, ¿estamos dispuestos a hablar, retransmitir y buscar la alegría o sólo queremos finalizar un año más?

En definitiva, ¿estamos dispuestos a ser humildes como Juan sólo siendo grandes por ser los Precursores de Cristo en el mundo?



jueves, 13 de diciembre de 2018

EL VIDEO DEL PAPA


El Santo Padre Francisco, en la última edición del año de "El Vídeo del Papa", pidió a los responsables de comunicar la fe que encuentren el lenguaje y los modos adecuados para llegar a cada persona.

A su vez destacó el valor de saber escuchar a la hora de comunicarse con los demás e invitó a adaptarse a cada contexto tal como lo hacía Jesús. También subrayó la importancia de conseguir un diálogo entre la fe y la cultura contemporánea.

“Recemos para que las personas dedicadas al servicio de la transmisión de la fe encuentren un lenguaje adaptado al presente en diálogo con la cultura, en diálogo con el corazón de las personas y sobre todo escuchando mucho", sostuvo el Papa.

Los obispos del mundo reunido en Roma, en la XIII Asamblea General Ordinaria, indicaron en el documento de trabajo que las obras fundamentales de la vida de fe son la caridad, el testimonio, el anuncio, la celebración, la escucha y la participación compartida. en el mismo documento señalan que toda la Iglesia está llamada a comunicar la fe: obispos, sacerdotes, catequistas, familias y religiosos.

"Imitemos el estilo de Jesús, que se adaptaba a las personas que tenía ante Él para acercares el amor de Dios", propuso el Papa. "Si uno quiere compartir su fe con la palabra, tiene que escuchar mucho", agregó.

Por su parte, el P. Frederic Fornos SJ, Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa (incluye el Movimiento Eucarístico Juvenil) dijo que "la transmisión de la fe es ante todo comunicar la vida del resucitado con palabras que acompañan gestos de vida, que liberan y sanan; es una comunicación de corazón a corazón". Recordó lo que dijo Francisco en la Jornada Misionera Mundial 2018: "Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia se realiza por el "contagio" del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor".


martes, 11 de diciembre de 2018

PROFANACIÓN DE LA CAPILLA DEL HOSPITAL ALVARO CUNQUEIRO



La pasada noche del domingo, dos individuos profanaron la capilla del Hospital Álvaro Cunqueiro. Los ladrones robaron el sagrario, el copón y la teca (un cofre para conservar reliquias). No conocen los motivos, pero es de suponer que se trata de un robo, porque tras llevarse el Sagrario, Copón y Teca y al ver que no tenían valor el metal dorado, lo arrojaron todo en una finca próxima al hospital con las formas consagradas.


D. Benito nos animaba a rezar por la conversión de quienes profanan y nos invitó a todos a una Misa de Desagravio por la profanación del Santísimo en la propia capilla profanada. Se quedó pequeña para la gente que acudió, unas sesenta personas de toda la diócesis.

Celebraron D. Benito y D. Daniel  capellanes del hospital. D. Daniel visiblemente emocionado (no en vano él era el que estaba de guardia y quien tuvo hacer las gestiones con la policía y recoger sagrario, copón y formas), preguntado por D. Benito que sentía en esos momentos, casi sin palabras y con lágrimas en los ojos contestó solo con una palabra: dolor.

Ya en la homilía D. Daniel recordaba las palabras de Jesús en la Cruz cuando decía: “perdónalos porque no saben lo que hacen” y pedía el perdón para ellos, haciendo una reflexión sobre qué circunstancias habrían llevado a estas personas a realizar esta execrable acción: familiares, sociales, etc. Todos podríamos ser alguno de ellos.

El evangelio del día nos situaba a Jesús predicando en una casa donde había fariseos y doctores de la ley y unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús., y para llevarle a un paralítico tuvieron que bajarlo por el tejado en una camilla. Este evangelio de camillas y enfermos, parecía que la providencia lo había puesto en este día, y sirvió a D. Daniel para acercarnos al día a día del hospital, y para agradecer a todas las personas que ayudaron en la recuperación de los objetos sagrados, desde seguridad a médicos y enfermeros, cada uno con su camilla. Pidió por todos los enfermos y por los difuntos del día y nos animó a tomar nuestras camillas para poder acercar enfermos del alma y del cuerpo a Jesús.

La  Misa continuó y tras la exposición del Santísimo, éste fue llevado al Sagrario del antiguo Hospital Xeral, prestado para la ocasión, donde queda la reserva para todos los enfermos que lo necesiten.

Hoy D. Benito ha colocado a sus pies las cartas y corazones escritas por niñas de 4ª de primaria que puedan servir para consolar a Jesús y aliviar su agravio.

Esperemos y pediremos al Señor que no vuelva a producirse un acto de este tipo nunca.

domingo, 9 de diciembre de 2018

II DE ADVIENTO "PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR"


El evangelista Lucas nos sitúa en unas coordenadas históricas concretas, en un tiempo y lugar determinados (imperio romano, procurador romano en Judea, poder religioso en Jerusalén, río Jordán, desierto de Judea). Nos quiere hacer pensar que Dios se ha hecho historia, su palabra se ha encarnado y se manifiesta en personas concretas: Juan, la voz que grita en el desierto.  La profecía de Isaías se concreta en la persona de Juan que invita a la conversión y al bautismo para el perdón de los pecados.

Fijémonos en las imágenes que utiliza la voz que clama en el desierto: senderos, valles, montes, colinas, caminos torcidos y escabrosos o ásperos. Resulta más fácil comprenderlo in situ: en el desierto de Judea y las regiones circunvecinas; es el típico paisaje del sur de Palestina. Los verbos son muy interesantes porque indican distintas acciones que desembocan en un mismo objetivo: preparar el camino, el terreno, el territorio por donde el Señor ha de pasar. Estos son: rellenar, rebajar, enderezar, nivelar o allanar. Nos recuerda a lo que decía el profeta Baruc: El Señor ha ordenado que se preparen los caminos…

Hoy esa misma voz sigue gritando… en el desierto… paradójicamente en un lugar que no habita la gente y donde nadie escucha. Simbólicamente el desierto da mucho que pensar. El desierto de nuestros días puede tener múltiples sentidos: ¿con cuál nos identificamos?

La voz de Juan el bautista nos invita a la conversión, una conversión que implica enderezar nuestros caminos, nuestras vidas; rebajar los montes y colinas de nuestro orgullo, vanidad, de lo superfluo, de discriminación, de desprecio, de intolerancia y prejuicios de todo tipo, etc. Una conversión que nos invita a rellenar los valles de nuestros vacíos existenciales, afectivos, de fe, de confianza y esperanza. Una conversión que invita a allanar y nivelar todo aquello que es sinuoso o áspero en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia y por qué no, en nuestra sociedad. ¡El Señor ya viene!
Estamos invitados a reflexionar sobre la invitación que nos hace Juan el Bautista hoy: ¿en verdad somos personas con esperanza y con una fe que nos capacita para cambiar el mundo? ¿somos buena noticia para las personas que viven en situaciones de exilio, tristeza, dolor, sufrimiento, marginación, etc.? ¿Hacemos algo para que el amor entre nosotros crezca cada día? ¿Creemos realmente que el Señor viene a nuestras vidas y que necesitamos prepararnos?

Este domingo destila esperanza y alegría, nos invita a ser gente que da lo mejor de sí para hacer realidad la justicia y misericordia de Dios porque creemos inquebrantablemente que todo el mundo verá la salvación de Dios. ¡Cantemos con el salmista que nuestro Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres!



sábado, 8 de diciembre de 2018

INMACULADA CONCEPCIÓN


La Inmaculada Concepción, conocida también como la Purísima Concepción, es un dogma de la Iglesia católica decretado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo.

Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, quien también es Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.

El Papa Pío IX, decidió a dar el último paso para la suprema exaltación de la Virgen, definiendo el dogma de su Concepción Inmaculada, por las tristísimas circunstancias por las que atravesaba la Iglesia en esos momentos en que el naturalismo afloraba despreciando toda verdad sobrenatural. Un día de gran abatimiento, el Pontífice decía al Cardenal Lambruschini: «No le encuentro solución humana a esta situación». Y el Cardenal le respondió: «Pues busquemos una solución divina. Defina S. S. el dogma de la Inmaculada Concepción».

Pero para dar este paso, el Pontífice quería conocer la opinión y parecer de todos los Obispos, pero al mismo no quería reunir un Concilio para la consulta, así que la solución fue consultarlo por correspondencia epistolar. Y el día 8 de diciembre de 1854, rodeado de la solemne corona de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una multitud ingentísima de pueblo, definía como dogma de fe en la bula del Ineffabilis Deus el gran privilegio de la Virgen:

«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».

España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, y el 8 de diciembre es fiesta de carácter nacional, en virtud de la Batalla de Empel del 8 de diciembre de 1585. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.



domingo, 2 de diciembre de 2018

TIEMPO DE ADVIENTO


Comenzamos el año liturgico con el primer domingo de Adviento. La palabra adviento proviene del Latín “adventus Redemptoris” que significa venida del redentor. Es un periodo litúrgico Cristiano que consiste en la preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Cristo.

El tiempo de Adviento tiene una duración de cuatro semanas. Este año 2018, comienza el domingo 2 de diciembre, y se prolonga hasta el 23 de diciembre. Podemos distinguir dos periodos. En el primero de ellos se nos orienta hacia la espera de la venida gloriosa de Cristo, por eso las lecturas de la misa invitan a vivir la esperanza en la venida del Señor en todos sus aspectos: su venida al final de los tiempos, su venida ahora, cada día, y su venida hace dos mil años.

En el segundo periodo se orienta más directamente a la preparación de la Navidad. Se nos invita a vivir con más alegría, porque estamos cerca del cumplimiento de lo que Dios había prometido. Los evangelios de estos días nos preparan ya directamente para el nacimiento de Jesús.

En orden a hacer sensible esta doble preparación de espera, la liturgia suprime durante el Adviento una serie de elementos festivos. De esta forma, en la misa ya no rezamos el Gloria, se reduce la música con instrumentos, los adornos festivos, las vestiduras son de color morado, el decorado de la Iglesia es más sobrio, etc. Todo esto es una manera de expresar tangiblemente que, mientras dura nuestro peregrinar, nos falta algo para que nuestro gozo sea completo. Y es que quien espera es porque le falta algo. Cuando el Señor se haga presente en medio de su pueblo, habrá llegado la Iglesia a su fiesta completa, significada por solemnidad de la fiesta de la Navidad.

Tenemos cuatro semanas en las que Domingo a Domingo nos vamos preparando para la venida del Señor. La primera de las semanas de adviento está centrada en la venida del Señor al final de los tiempos. La liturgia nos invita a estar en vela, manteniendo una especial actitud de conversión. La segunda semana nos invita, por medio del Bautista a «preparar los caminos del Señor»; esto es, a mantener una actitud de permanente conversión. La tercera semana preanuncia ya la alegría mesiánica, pues ya está cada vez más cerca el día de la venida del Señor. Finalmente, la cuarta semana ya nos habla del advenimiento del Hijo de Dios al mundo. María es figura, central, y su espera es modelo estímulo de nuestra espera.

En cuanto a las lecturas de las misas dominicales, las primeras lecturas son tomadas de Isaías y de los demás profetas que anuncian la Reconciliación de Dios y, la venida del Mesías. En los tres primeros domingos se recogen las grandes esperanzas de Israel y en el cuarto, las promesas más directas del nacimiento de Dios. Los salmos responsoriales cantan la salvación de Dios que viene; son plegarias pidiendo su venida y su gracia. Las segundas lecturas son textos de San Pablo o las demás cartas apostólicas, que exhortan a vivir en espera de la venida del Señor.

El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, que simboliza austeridad y penitencia. Son cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:

Primer Domingo: 2 de diciembre
La vigilancia en espera de la venida del Señor. Durante esta primer semana las lecturas bíblicas y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio: "Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará el momento". Es importante que, como familia nos hagamos un propósito que nos permita avanzar en el camino hacia la Navidad; ¿qué te parece si nos proponemos revisar nuestras relaciones familiares? Como resultado deberemos buscar el perdón de quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de armonía y amor familiar. Desde luego, esto deberá ser extensivo también a los demás grupos de personas con los que nos relacionamos diariamente, como la escuela, el trabajo, los vecinos, etc. Esta semana, en familia al igual que en cada comunidad parroquial, encenderemos la primera vela de la Corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia y deseos de conversión.

Segundo Domingo: 9 de diciembre
La conversión, nota predominante de la predicación de Juan Bautista. Durante la segunda semana, la liturgia nos invita a reflexionar con la exhortación del profeta Juan Bautista: "Preparen el camino, Jesús llega" y, ¿qué mejor manera de prepararlo que buscando ahora la reconciliación con Dios? En la semana anterior nos reconciliamos con las personas que nos rodean; como siguiente paso, la Iglesia nos invita a acudir al Sacramento de la Reconciliación (Confesión) que nos devuelve la amistad con Dios que habíamos perdido por el pecado. Encenderemos la segunda vela morada de la Corona de Adviento, como signo del proceso de conversión que estamos viviendo.

Tercer Domingo: 16 de diciembre
El testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo. La liturgia de Adviento nos invita a recordar la figura de María, que se prepara para ser la Madre de Jesús y que además está dispuesta a ayudar y servir a quien la necesita. El evangelio nos relata la visita de la Virgen a su prima Isabel y nos invita a repetir como ella: "Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?.
Sabemos que María está siempre acompañando a sus hijos en la Iglesia, por lo que nos disponemos a vivir esta tercera semana de Adviento, meditando acerca del papel que la Virgen María desempeñó. Te proponemos que fomentes la devoción a María, rezando el Rosario en familia, uno de los elementos de las tradicionales posadas. Encendemos como signo de espera gozosa, la tercera vela, color rosa, de la Corona de Adviento.

Cuarto Domingo: 23 de diciembre
El anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María. Las lecturas bíblicas y la predicación, dirigen su mirada a la disposición de la Virgen María, ante el anuncio del nacimiento de su Hijo y nos invitan a "Aprender de María y aceptar a Cristo que es la Luz del Mundo". Como ya está tan próxima la Navidad, nos hemos reconciliado con Dios y con nuestros hermanos; ahora nos queda solamente esperar la gran fiesta. Como familia debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que esta cercana celebración representa. Todos los preparativos para la fiesta debieran vivirse en este ambiente, con el firme propósito de aceptar a Jesús en los corazones, las familias y las comunidades. Encendemos la cuarta vela color morada, de la Corona de Adviento.

La Corona de Adviento
El Significado de las velas de corona de adviento. Las velas de Corona de Adviento hacen referencia a los cuatro domingos previos a la Navidad de ahí el significado de las velas de adviento.
La tradición consiste en colocar cuatro velas, dentro de un circulo formado por ramas y hojas perennes. La primera vela se encenderá el primer domingo de adviento y sucesivamente deberán encenderse cada domingo hasta el domingo previo a la llegada de Navidad las velas restantes.

Cada elemento de la corona de Adviento constituye un significado:
Circulo: representa el símbolo eterno de las estaciones.
Ramas y hojas perennes: del latín “perennis” que representa lo duradero y lo eterno.
Velas encendidas: simbolizan la vida y luz de Cristo al mundo.

Colores de las velas de adviento
La corona de adviento está formada por cuatro velas de las cuales tres tienen que ser velas púrpuras y una de color rosa (también pueden ser de diferentes colores morada, verde, blanca y roja). La primera vela púrpura en adviento representa la esperanza y expectativa ante la llegada de Cristo, la segunda representa el Amor, la tercera vela de color rosa que representa la alegría y la cuarta y última vela púrpura que representa la paz.