domingo, 31 de marzo de 2019

IV DE CUARESMA "MI HIJO ESTABA MUERTO Y HA VUELTO A LA VIDA"


En el camino de la Cuaresma, la conversión es uno de los elementos esenciales. Convertirse es dejar los caminos que nos llevan a la perdición y encontrar el camino correcto, el camino que nos lleva al Padre, que nos hace encontrarnos con los demás como hermanos y hermanas, que nos hace sentirnos en casa. Convertirse es volver a la casa del Padre.

Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del "padre bueno", mal llamada "parábola del hijo pródigo". Precisamente este "hijo menor" ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.

La parábola del Evangelio de hoy nos habla precisamente de la conversión del hijo pródigo. Se había ido por otros caminos. Y, sin darse cuenta, se había extraviado y había derrochado lo mejor que tenía: el amor de su familia, el cariño de su padre, la seguridad que da el sentirse querido. Creyó que podía vivir por su cuenta. Estaba seguro de que con sus propias fuerzas podría conseguir todo lo que se propusiera. Y se encontró con el fracaso. Menos mal, que hundido en su pena, se dio cuenta de lo que tenía que hacer: volver a la casa de su padre. Su vuelta supuso reconocer su equivocación. 

Hay que notar que, cuando el hijo pródigo piensa en volver, prepara unas frases. Se las dirá a su padre para pedirle perdón: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Pues bien, cuando el hijo llega a la presencia del padre, empieza a decir las frases que tenía pensadas. Pero el padre le corta. Lo que es más importante, no le deja terminar. Y así desaparece la última frase de las que el hijo pródigo tenía preparadas: “Trátame como a uno de tus jornaleros”. No sabemos si no la llegó a decir o si el padre no la quiso oír. Porque lo que prima en el encuentro entre el padre y el hijo es la alegría, el gozo del padre. 

A partir de ese momento, el protagonista de la parábola es el padre. El hijo es tratado como si no se hubiera llevado su parte de la herencia. Como si no la hubiera derrochado. Como si no se hubiese portado pésimamente con su padre y con su familia. Como si nada hubiera sucedido, el padre pide que se celebre una gran fiesta en la casa. Es la alegría del perdón, del reencuentro. Porque para el padre lo más importante es tener a la familia unida.

Sin embargo, la parábola habla también del "hijo mayor", un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.

El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora sólo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.

Ésta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano.

Para nosotros, Cuaresma sigue siendo una oportunidad para convertirnos. No hay que preparar muchas frases. Dios se va a poner muy contento de que volvamos a casa. Va a preparar una fiesta. ¿Por qué sentimos temor ante él? No hay ninguna razón. Él sigue saliendo todos los días al camino para ver si nos acercamos. ¿No estamos cansados ya de comer algarrobas pudiendo comer el banquete de amor y felicidad que Dios nos tiene preparado?



miércoles, 27 de marzo de 2019

24 HORAS PARA EL SEÑOR


La iniciativa promovida por el Papa Francisco “24 horas para el Señor” cumple cinco años y en esta ocasión se celebrará los días 29 y 30 de marzo bajo el lema “Tampoco yo te condeno”.

Por esta iniciativa, que tiene lugar desde el año 2014, al menos una parroquia de cada diócesis del mundo permanece las 24 horas abierta para facilitar la oración y la confesión.

Nuestra diócesis también se une a esta iniciativa que hace el Papa que en estas circunstancias reviste un carácter especial. Por un lado es un momento propicio para manifestar nuestra comunión con el Papa y rezar por él y sus intenciones en una hora tan compleja. Por otro, es tiempo oportuno para pedir perdón por nuestras faltas y pecados, por nuestros silencios y omisiones, que en ocasiones acaban por causar graves escándalos, dañan la credibilidad de la Iglesia y compromete su misión evangelizadora.

Este año se celebrarán en la Parroquia de Santiago el Mayor desde las 12 horas del viernes 29 de marzo hasta las 12 horas del 30 de marzo.

Sin embargo y por segundo año consecutivo, en nuestra Parroquia, también nos sumamos a la iniciativa del Papa, y para no interferir con las 24 horas diocesanas, nuestra Parroquia las inicia a las 20 horas del jueves 28 de marzo y finaliza a las 20 horas del 29 de marzo, en la Capilla de la Virgen de los Liñares.

Debemos aprovechar esta ocasión para la adoración de la Eucaristía, la reflexión y la invitación a la conversión personal a través del sacramento de la penitencia y para contemplar la imagen de Jesús que ofrece su infinita misericordia como una oportunidad para acoger la gracia y una nueva vida .

F.G.M
Fotos Alcino Oliveira

domingo, 24 de marzo de 2019

III DE CUARESMA "SI NO OS CONVERTÍS, TODOS PERECERÉIS DE LA MISMA MANERA"


Había pasado ya bastante tiempo desde que Jesús se había presentado en su pueblo de Nazaret como profeta, enviado por el Espíritu de Dios para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Sigue repitiendo incansable su mensaje: Dios está ya cerca, abriéndose camino para hacer un mundo más humano para todos.

Pero es realista. Jesús sabe bien que Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Por eso se esfuerza en despertar en la gente la conversión: "Convertíos y creed en esta Buena Noticia". Ese empeño de Dios en hacer un mundo más humano será posible si respondemos acogiendo su proyecto.

Va pasando el tiempo y Jesús ve que la gente no reacciona a su llamada, como sería su deseo. Son muchos los que vienen a escucharlo, pero no acaban de abrirse al "Reino de Dios". Jesús va a insistir. Es urgente cambiar antes que sea tarde.

En alguna ocasión cuenta una pequeña parábola. El propietario de un terreno tiene plantada una higuera en medio de su viña. Año tras año viene a buscar fruto en ella, y no lo encuentra. Su decisión parece la más sensata: la higuera no da fruto y está ocupando terreno inútilmente, lo más razonable es cortarla.

Pero el encargado de la viña reacciona de manera inesperada. ¿Por qué no dejarla todavía? Él conoce aquella higuera, la ha visto crecer, la ha cuidado, no quiere verla morir. Él mismo le dedicará más tiempo y más cuidados, para ver si da fruto.

El relato se interrumpe bruscamente. La parábola queda abierta. El dueño de la viña y su encargado desaparecen de escena. Es la higuera la que decidirá su suerte final. Mientras tanto, recibirá más cuidados que nunca de ese viñador que nos hace pensar en Jesús, "el que ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido".

Lo que necesitamos hoy en la Iglesia no es solo introducir pequeñas reformas, promover el "aggiornamento" o cuidar la adaptación a nuestros tiempos. Necesitamos una conversión a nivel más profundo, un "corazón nuevo", una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesús a entrar en la dinámica del reino de Dios.

Hemos de reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como el encargado de la viña, él cuida de nuestras comunidades cristianas, cada vez más frágiles y vulnerables. Él nos alimenta con su Evangelio, nos sostiene con su Espíritu.

 Hemos de mirar el futuro con esperanza, al mismo tiempo que vamos creando ese clima nuevo de conversión y renovación que necesitamos tanto y que los decretos del Concilio Vaticano II no han podido hasta hora consolidar en la Iglesia.



martes, 19 de marzo de 2019

SAN JOSÉ PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL


José de Nazaret fue, en el cristianismo y según diversos textos neotestamentarios, el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, padre putativo de Jesús. Según el Evangelio de Mateo, era de oficio artesano (Mt 13:55a), lo que ya en los primeros siglos del cristianismo se concretó en carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo, de quien igualmente se indica que era "artesano" (Mc 6:3a). Era de condición humilde, aunque las genealogías de Mt 1:1-17 y Lc 3:23-38 lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David. Se ignora la fecha de su muerte, aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años pero antes del inicio de su predicación. En efecto, el Evangelio de Lucas menciona a «los padres» de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años (Lc 2:41-50), pero no se menciona a José de Nazaret en los evangelios sinópticos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que éste tuviera lugar. Las Escrituras señalan a José como «justo» (Mt 1:19), que implica su fidelidad a la Torá y su santidad.

La figura de José fue contemplada y admirada por diversos Padres y Doctores de la Iglesia y es hoy objeto de estudio de una rama particular de la teología, la josefología. La exhortación apostólica Redemptoris custos, escrita por Juan Pablo II y publicada el 15 de agosto de 1989, es considerada la carta magna de la teología de San José.

El Evangelio de Mateo 1:18-24 muestra parte del drama que vivió José de Nazaret al saber que María estaba embarazada. Iba a repudiarla, en secreto porque era justo, porque no quería que fuera apedreada según lo dispuesto en la Torá (Dt 22:20-21). La Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén interpreta que la justicia de José consistió en no querer encubrir con su nombre a un niño cuyo padre ignoraba, pero también en que, convencido de la virtud de María, se negaba a entregarla al riguroso procedimiento de la ley de Moisés. Según el Evangelio de Mateo, el ángel del Señor le manifestó en sueños que ella concibió por obra del Espíritu Santo y que su hijo «salvaría a su pueblo de sus pecados», por lo que José aceptó a María (Mt 1:20-24).

Luego, antes que Herodes I el Grande ordenara matar a los niños menores de dos años de Belén y de toda la comarca, José tomó al Niño Jesús y a su madre y huyó a Egipto (Mt 2:13-18). Al morir Herodes, José entró nuevamente con el niño y su madre en tierra de Israel pero, al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes el Grande, reinaba en Judea, tuvo miedo de ir allí y se retiró a la región de Galilea, a Nazaret (Mt 2:19-23).Según el Evangelio de Lucas, Nazaret había sido el lugar de residencia de María, ya desposada con José, cuando acaeció la Anunciación (Lc 1:26-38).

José de Nazaret fue declarado patrono de la familia y es considerado por antonomasia el patrono de la buena muerte, atribuyéndosele el haber muerto en brazos de Jesús y de María. El papa Pío IX lo proclamó en 1870 patrono de la Iglesia universal.

José, un hombre justo, se caracterizó en sus relaciones familiares, por dar un trato de máximo respeto y apoyo a María y por servir de modelo, por voluntad de Dios, a Jesús. Son estas notas las que constituyen el aspecto fundamental de la familia cristiana vista internamente. Y nos llevan a afirmar que José es una de las figuras centrales del cristianismo, un hombre excepcional.



domingo, 17 de marzo de 2019

II DE CUARESMA "ESTE ES MI HIJO ELEGIDO, ESCÚCHENLO"


El Evangelio de hoy nos relata la historia de la transfiguración. El hecho de que Jesús se transfigurara ante los apóstoles pone de manifiesto que aquellos no poseían todavía la fe plena. No eran capaces de verle tal cual era. No eran capaces de verle todavía con los ojos de la fe. Lo veían apenas como un hombre. Un hombre grande, ciertamente. Pero apenas un hombre.

Jesús manifestará a Pedro, Santiago y a Juan su identidad más profunda, oculta tras el velo de su humanidad. La luminosidad de sus vestidos manifiesta su divinidad. ¿No está Dios «vestido de esplendor y majestad, revestido de luz como de un manto» (Sal 104, 1-2)? El Mesías no es tan sólo un hombre, sino Dios mismo que se ha hecho hombre.

En el momento de su transfiguración aparecieron dos hombres, Elías y Moisés, conversando con Jesús: Moisés representa “la Ley” y Elías “los Profetas”, el conjunto de las enseñanzas divinas ofrecidas por Dios a su Pueblo hasta entonces. Toda la escena tiene al Señor Jesús como centro. Él está muy por encima de sus dos importantes acompañantes.

En cuanto al contenido del diálogo San Lucas especifica que «hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén» (Lc 9, 31).

El momento que viven los tres apóstoles es muy intenso, por ello Pedro ofrece al Señor construir «tres carpas»: una para Jesús, otra para Moisés, otra para Elías. Se consideraba que una de las características de los tiempos mesiánicos era que los justos morarían en carpas o tiendas. La manifestación de la gloria de Jesucristo en su transfiguración sería interpretada por Pedro como el signo palpable de que ha llegado el tiempo mesiánico, su manifestación.

Mas en el momento en que Pedro se hallaba aún hablando «llegó una nube que los cubrió». La nube «es el signo de la presencia de Dios mismo, la shekiná. La nube sobre la tienda del encuentro indicaba la presencia de Dios. Jesús es la tienda sagrada sobre la que está la nube de la presencia de Dios y desde la cual cubre ahora “con su sombra” también a los demás.» (S.S. Benedicto XVI)

De esta nube salió una voz que decía: «Éste es mi Hijo, mi elegido; escúchenlo». Es la voz de Dios, la voz del Padre que proclama a Jesucristo como Hijo suyo y manda escucharlo. El Señor Jesús es más que Moisés y Elías, está por encima de quienes hasta entonces habían hablado al Pueblo en nombre de Dios, Él ha venido a dar cumplimiento a la Ley y los Profetas.

A los apóstoles les queda todavía un largo camino de maduración en la fe, de ir creciendo al lado de Jesús, de aprender a vivir de acuerdo con el Evangelio. Lo mejor de esta historia es que Jesús no les deja solos en ese proceso. Está con ellos, los acompaña, los ayuda, los orienta. Es paciente con sus errores. Cuando caen, los levanta y los anima para que sigan caminando con él. La transfiguración no es más que una etapa en el camino de seguir a Jesús. Suben al monte y luego bajan. Sigue el camino, a veces difícil, pero los apóstoles saben ahora que tienen a Jesús con ellos. Que no les va a dejar de su mano.



domingo, 10 de marzo de 2019

I DE CUARESMA "NO TENTARÁS AL SEÑOR TU DIOS"


Lo primero que resalta en el pasaje evangélico de este domingo es la acción del Espíritu en la vida de Jesús. Él estaba lleno del Espíritu Santo desde su concepción. No le opuso nunca ninguna resistencia; se dejó conducir por él a todas partes, también al desierto para prepararse para su misión. Jesús es el modelo más acabado para la vida de todo cristiano. Como él, también nosotros, que hemos recibido el mismo Espíritu en nuestro bautismo, tenemos que dejarnos conducir en todo momento por el Espíritu Santo. La Cuaresma es un tiempo propicio para escuchar el Espíritu, para atender a sus llamadas, para examinar nuestras resistencias, para extirparlas,… El fruto del Espíritu que resume todos los otros es el amor. La Cuaresma es también un camino de crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.

El Espíritu condujo a Jesús al desierto, lejos de los hombres, para experimentar de forma inmediata y sensible su dependencia absoluta del Padre y allí pasó cuarenta días. El desierto es un lugar propicio para encontrarse con Dios lejos de todos los ruidos que pudieran distraernos; pero con frecuencia, ante la penuria del lugar, allí la tentación se vuelve más recia. Jesús fue tentado tres veces por el demonio, primero ante la flaqueza del hambre y después lo quiere comprar con promesas de riquezas y poder, todo para que renuncie a su identidad, a su misión. El hecho de que Jesús se mantenga firme frente al demonio y sus tentaciones, hizo posible que cumpliera su misión, que fuese nuestro salvador, que diese testimonio del amor que Dios Padre tiene por todos los hombres, sin excepción.

Con los ojos puestos en Cristo, vencedor del mal, los cristianos hoy nos sentimos estimulados a adentrarnos en el camino de la Cuaresma. Nos empuja a ello el deseo de autenticidad: ser plenamente aquello que somos, discípulos de Jesús y, con Él, hijos de Dios. Por esto queremos profundizar en nuestra adhesión honda a Jesucristo y a su programa de vida que es el Evangelio: «No sólo de pan vive el hombre»

La Cuaresma es un tiempo propicio para introducir más intensamente en nuestro corazón, es decir, en todo nuestro ser, la Palabra de Dios, esa Palabra que ahora se ha encarnado y que es el mismo Jesús; Palabra llena de vida. La Cuaresma es un tiempo para prestar especial atención a Jesús, Palabra de Dios hecha carne, en quien ‒como decía san Juan de la Cruz‒ el Padre nos lo ha dicho todo.



http://evangeli.net/evangelio/dia/2019-03-10

miércoles, 6 de marzo de 2019

MIÉRCOLES DE CENIZA


Hoy celebramos el miércoles de ceniza, costumbre de gran arraigo en el orbe católico ¿De dónde viene esta costumbre? ¿Por qué un miércoles? ¿Por qué de “ceniza”?

En los primeros años de la Iglesia la duración de la Cuaresma variaba. Finalmente alrededor del siglo IV se fijó su duración en 40 días. Es decir, que ésta comenzaba seis semanas antes del domingo de Pascua. Por tanto, un domingo llamado, precisamente, domingo de cuadragésima.

En los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal, presentándose un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en domingo por ser día de fiesta, la celebración del Día del Señor. ¿Cómo hacer entonces para respetar el domingo y, a la vez, tener cuarenta días efectivos de ayuno durante la cuaresma? Para resolver este asunto, en el siglo VII, se agregaron cuatro días más a la cuaresma, antes del primer domingo, estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto. Si uno cuenta los días que van del Miércoles de Ceniza al Sábado Santo y le resta los seis domingos, le dará exactamente cuarenta.

Así la Iglesia empezó la costumbre de iniciar la Cuaresma con el miércoles de Ceniza, costumbre muy arraigada y querida por el pueblo cristiano. El miércoles de Ceniza en la Iglesia Católica es el primer día de la Cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua. En este día se inicia un tiempo espiritual particularmente importante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

También en los primeros siglos de la Iglesia en Roma, existía la práctica de que los “penitentes” -grupo de pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, a las puertas de la Pascua- comenzaran su penitencia pública el primer día de la Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua.

Estas prácticas cayeron en desuso -del siglo VIII al X. Entonces, en el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, viendo que el símbolo de la imposición de la ceniza al iniciar la Cuaresma era bueno, se empezó a realizar este rito para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal.

Este día, que es para los católicos día de ayuno y abstinencia, igual que el Viernes Santo,  se realiza la imposición de la ceniza a los fieles que asisten a misa. Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza de los fieles como signo de la caducidad de la condición humana; como signo penitencial, ya usado desde el Antiguo Testamento, y como signo de conversión, que debe ser la nota dominante durante toda la Cuaresma.

El simbolismo de la ceniza se relaciona con el hecho de ser el residuo frío y pulverulento de la combustión, lo que persiste luego de la extinción del fuego. La ceniza simboliza la muerte, la conciencia de la nada y de la vanidad de las cosas, la nulidad de las criaturas frente a su Creador, el arrepentimiento y la penitencia.  De allí las palabras que Abraham pronuncia en el Génesis:
“Aunque soy polvo y ceniza me atrevo a hablar a mi Señor.
La ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento.

La imposición de ceniza es una costumbre que recuerda a los que la practican que algún día vamos a morir y que el cuerpo se va a convertir en polvo.

Este tiempo del Año Litúrgico, la Cuaresma, se caracteriza por el llamado a la conversión. Si escuchamos con atención la Palabra de Dios durante este tiempo, descubriremos la voz del Señor que nos llama a la conversión. Por eso es elocuente empezar este tiempo con el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, acompañado de las palabras “Convertíos y creed en el Evangelio” y de la expresión “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”, nos invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordándonos la fragilidad de nuestra vida aquí en la tierra.


https://infovaticana.com/2019/03/06/en-que-consiste-el-miercoles-de-ceniza/

domingo, 3 de marzo de 2019

VIII DEL ORDINARIO "DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN HABLA LA BOCA"


Antiguamente, y también hoy en día, en los pueblos pequeños había que tener mucho cuidado con lo que se hacía y con las apariencias. Era importante que todos te viesen comportarte adecuadamente. En caso contrario, las comidillas y los comentarios comenzaban a circular con facilidad. Todo el mundo se sentía con la autoridad necesaria para entender el caso, desechar los argumentos de la defensa y dictar sentencia, generalmente condenatoria. En definitiva, todo el mundo se sentía con capacidad de ser juez. Y eso a veces a partir de datos mínimos, de hechos accidentales, que en realidad nada tenían que ver con lo que la persona era o vivía. 

      En la actualidad hacemos eso también con los conocidos, los amigos, los políticos, las estrellas del cine o, en general, con cualquier personaje público. Muchos hablan y parecen saber perfectamente lo que menganito o zutanito debería hacer o dejar de hacer. Muchos se atreven a dar consejos con una clarividencia tan absoluta que no entendemos cómo no han conseguido mayores triunfos en su propia vida. Sucede lo que dice el refrán: “Consejos vendo, que para mí no tengo”. Los refranes no son otra cosa que el reflejo de la sabiduría popular. En el fondo la primera lectura de este domingo no es más que una acumulación de refranes o dichos. “Si se zarandea la criba, queda la cascarilla” es el comienzo del texto de hoy. Luego nos explica que en las palabras del hombre descubrimos su corazón y lo que hay en él. Es decir, que todas esas críticas y comentarios de que hemos hablado más arriba dicen más de la persona que hace el comentario que de la persona sobre la que se hace el comentario.

      Jesús insiste en parecidas ideas. Jesús usa mucho el sentido común. No es extraño porque esa sabiduría popular tiene mucho de experiencia humana profunda. Y esa profundidad no puede estar anclada más que en Dios, que es nuestro creador. En ella Jesús encuentra las raíces de la sabiduría y de la relación del hombre con Dios. 

      La persona que señala y denuncia con tanta claridad la mota en el ojo ajeno y su disponibilidad (¿hipócrita quizá?) para ayudar a eliminarla, no hace más que poner al descubierto las pobrezas humanas de su propio corazón. Lo suyo, como dice Jesús, no es una mota sino una viga. Deberíamos aprender a ser muy prudentes a la hora de denunciar o condenar las acciones de nuestros hermanos. ¡Tenemos el tejado de cristal! Pero además deberíamos tener el valor de mirar dentro de nuestro corazón sin miedo y tratar de remover sinceramente la viga que seguramente tenemos. Así estaremos más ligeros para seguir a Jesús y amar a nuestros hermanos y hermanas.