La primera lectura de este
domingo nos cuenta la historia de una mujer que hizo sitio en su casa para
acoger a un caminante. No se dice que la mujer supiese que era un profeta.
Eliseo simplemente pasaba por allá. La mujer le ofrece lo que tiene: un cuarto
para descansar y comida para reponer las fuerzas. La ley de la hospitalidad es
una antigua ley en muchas culturas y también en nuestra cultura. Es un valor
que no hay que perder sino cultivar y reforzar.
Las palabras de Jesús en el
Evangelio nos dan la razón profunda por la que la hospitalidad se convierte
para el cristiano en algo más que una norma o una tradición. Jesús nos dice que
recibir al que se acerca a nosotros, abrirle nuestra casa y nuestra amistad es
como recibirle a él. Esa es la clave. Jesús mismo es el que pasa por delante de
nuestra puerta y de nuestra vida. Jesús es el que nos llama y nos pide
albergue.
En nuestro mundo, sin embargo, la
hospitalidad se va perdiendo. A los otros, a los desconocidos, que son la
inmensa mayoría, los vemos, casi por principio, como una amenaza para nuestra
tranquilidad, para nuestra paz. Los periódicos están llenos de noticias de
asesinatos, robos y otras fechorías. La televisión nos trae también casi a
diario imágenes preocupantes. Todo contribuye a crear un ambiente en el que nos
parece lo más natural desconfiar del desconocido que se nos acerca. Valoramos
mucho, quizá demasiado, nuestra seguridad, nuestra paz, nuestras cosas. No nos
damos cuenta de que en el fondo así no hacemos más que poner de manifiesto
nuestra propia inseguridad.
Jesús nos invita a no vivir tan
centrados en nosotros mismos. Eso es lo que quiere decir cuando habla de que
debemos “perder nuestra vida”. Jesús nos pide que dejemos de mirarnos a la
punta de nuestra nariz, a nuestros problemas y abramos la mano al vecino,
aunque piense diferente, sea de otra raza, lengua o religión. Nos encontraremos
con una persona, con parecidos problemas a los nuestros, y descubriremos que
juntos podemos ser más felices que separados por barreras y armas. Pero hay
algo más. Desde nuestra fe, sabemos que ése que tenemos enfrente, por
amenazador que parezca, es nuestro hermano. Es Cristo mismo.
FELIZ DOMINGO
https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/?f=2020-06-28
No hay comentarios:
Publicar un comentario