domingo, 23 de febrero de 2020

VII DOMINGO EL ORDINARIO "AMAD A VUESTROS ENEMIGOS"


“Ojo por ojo, diente por diente”. Así rezaba la conocida “ley del talión”, vigente entonces no sólo para el pueblo judío, sino en todo Oriente. Por este principio jurídico se imponía una pena idéntica o proporcionada a quien cometía un crimen. Esta ley, aunque pueda parecer en primera instancia cruel, era un primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido y el castigo aplicado, y evitar una escalada de violencia típica de la venganza. Es a estos excesos comunes a los que se quería poner un límite que obligara a todos.

Se entiende que para aplacar la ira de una persona que ha recibido un daño lo mínimo que se puede ofrecer es resarcir el daño recibido con un daño igual. Pero para que la justicia no dé pie a la venganza descontrolada, era necesario establecer una ley que limitase la retribución a la equivalencia del daño recibido. La ley buscaba, pues, prevenir los excesos que son típicos de la ira, y que, en vez de resarcir el daño recibido, generaban una escalada de violencia difícil de contener. A cambio del daño recibido, la Ley de Moisés admitía también la sustitución del castigo idéntico por una compensación en especie o dinero.

A partir de este principio jurídico por entonces vigente y ampliamente aceptado, el Señor Jesús proclama para sus discípulos otro principio, el de la caridad suprema: «No hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Este principio enseñado por Cristo no anula aquel principio de la justa retribución por el daño recibido, sino que introduce el espíritu generoso de caridad que han de tener sus discípulos en la práctica misma de sus derechos de justicia. El discípulo no debe dar lugar a la cólera, no debe tomar la venganza por su cuenta, debe vencer el mal con el bien.

La doctrina de Cristo contenida en esos ejemplos es la siguiente: la caridad del cristiano debe ser tal que, incluso en los casos de ofensa o abuso de los que es víctima, y en los que tiene la justicia a su favor, su respuesta jamás debe estar movida por la cólera, sino que su ánimo debe estar siempre dispuesto al perdón de quien lo agravia y a la generosidad con su prójimo. La expresión del Señor de poner la otra mejilla para recibir otra bofetada debe ser entendida en ese sentido y no de modo literal, pues tampoco se trata de provocar una nueva injuria sobre uno.

La enseñanza del Señor, que busca perfeccionar la Ley, da un paso inesperado: ya no sólo deben mostrar amor al prójimo, sino también a los enemigos, es decir, a todos los no judíos, a todos los hombres sin exclusión. El Señor pide rezar por quienes los persiguen y buscarán darles muerte.

El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, y con ese amor perfecto que desciende de lo alto, sí podemos amar a nuestros enemigos, bendecid a los que hablan mal de nosotros, haced bien a todos aun de aquellos que nos aborrecen, porque sabemos que a aquellos, no les ha amanecido la luz del evangelio, y por eso proceden de esa manera, más si ven ese amor en tu corazón querrán saber ¿porque actúas de esa manera?, querrán saber y conocer ¿porque tienes esa paz y ese gozo en tu corazón?, y no solamente haciendo el bien sino que oremos por esas personas para que Dios controle esa ira y ese enojo sino que también la luz del evangelio alumbre sus corazones.

Vencer el mal con el bien es estar en paz con todos, si en cuanto dependa de nosotros, buscar la paz y seguirla. El Espíritu de Dios está en nosotros y, si nos dejamos llevar por él, encontraremos la fuerza para amar y perdonar en el día a día de nuestras vidas. 

FELIZ DOMINGO




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