domingo, 1 de marzo de 2020

I DOMINGO DE CUARESMA "NO TENTARÁS A TU DIOS"


Después de recibir el bautismo por parte de Juan el Señor Jesús fue conducido o «llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo». La tentación en sentido amplio es una prueba. Tentar es someter a alguien a prueba, y de este modo quedará determinada su consistencia o inconsistencia. La tentación ciertamente busca encontrar en quien es sometido a la prueba una fisura, una debilidad, una fragilidad, con la intención de quebrar su fidelidad a Dios y a sus Planes. En el desierto el Señor Jesús, antes de iniciar su ministerio público, será sometido a esta durísima y exigente prueba por el Demonio mismo, el tentador por excelencia.

Las tentaciones de Jesús durante los cuarenta días que pasó en el desierto, como las tentaciones del Pueblo de Israel a lo largo de los cuarenta años que anduvo por el desierto tras salir de Egipto, como las tentaciones de Adán y Eva en el Paraíso, son las mismas tentaciones que tenemos tantas veces nosotros, los cristianos.

La tentación de convertir las piedras en pan, en la tentación de los israelitas de volver al alimento de Egipto, o la tentación de comer del fruto prohibido. Es la tentación de la carne, de satisfacer nuestros deseos, aún a riesgo de olvidarnos de Dios, el único que puede saciar de verdad nuestra hambre. Esta tentación se combate con el ayuno.

La tentación de poder y de la gloria a precio de arrodillarse ante el demonio, es la tentación de los israelitas de volver a las riquezas de Egipto, es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses y tener el conocimiento del bien y del mal. Es la tentación del dominio sobre los demás, del afán de riquezas, de poder y autoridad. Esta tentación de combate con la limosna, que nos hace desprendernos de nosotros mismos para darnos a los demás.

Y finalmente la tentación de arrojarse del templo, prescindiendo de Dios y confiando únicamente en nosotros, es la tentación de los israelitas en el desierto al adorar el becerro de oro, olvidándose de Dios que estaba haciendo la Alianza con Moisés, es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses. Es la tentación de la negación de Dios, de la soberbia de la vida, del confiar sólo en nosotros mismos sin contar con Dios. Esta tentación se vence con la oración y la adoración a Dios.

 Las tres tentaciones del desierto fueron intentos de Satanás para lograr que el Señor Jesús abandonara su confianza en Dios y confiase tan sólo en sus propios planes, en sus propias fuerzas, en Satanás. En el desierto, Jesús vence al tentador por su confianza total y por su dependencia constante de Dios. Si el núcleo de toda tentación consiste en prescindir de Dios, el Señor Jesús manifiesta en que en su vida Dios tiene el primado absoluto.

En esta Cuaresma recién comenzada, estemos dispuestos a caminar por el desierto, poniendo nuestra confianza y nuestra esperanza en el Señor. Hoy nuestra profesión de fe es reconocer que Cristo es el Señor de nuestra vida y de nuestra historia, que en Él está nuestra salvación."

«Nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.» San Agustín.

FELIZ DOMINGO


No hay comentarios:

Publicar un comentario