domingo, 29 de marzo de 2020

V DOMINGO DE CUARESMA "YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA"


En el evangelio de hoy destacan los sentimientos humanos y el poder divino, Jesús que llora y a la vez se proclama «resurrección y vida». Ambas dimensiones nos convencen de su verdad.

El evangelista San Juan nos muestra el bellísimo relato de la resurrección de Lázaro, en Betania. Lázaro y sus hermanas, Marta y María, son amigos de Jesús. Jesús los quiere sinceramente. Con frecuencia ha acudido a su casa en Betania, distante unos pocos kilómetros de Jerusalén, para descansar y cultivar su amistad.

Ahora llega a la casa de sus amigos avisado por las hermanas que le comunican que Lázaro ha muerto. Marta, hermana del amigo difunto, sale al encuentro de Jesús y le dice con dolor: “¡si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto! Pero sé que cualquier cosa que pidas a Dios, Él te la concederá”. Marta pide de manera confiada un milagro; pide a Jesús que resucite a su hermano Lázaro, que devuelva a la vida a uno de sus seres más queridos aquí en esta tierra. Jesús responde con palabras que se refieren a la vida eterna: “el que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees tú esto?” Apenas entra en la casa, Jesús se emociona, llora ante el sepulcro de su amigo Lázaro. ¿Por qué llora si sabía que iba a devolverle la vida? Estas lágrimas tienen un valor simbólico, pues se trata de las lágrimas por todas las miserias humanas, cuyo culmen es la muerte corporal.

La enfermedad de Lázaro servirá para que brille la gloria de Dios y para que sea glorificado el Hijo del hombre. Él sabe que el Padre celestial le escucha siempre. Por ello, se siente movido a hacer el milagro. Lleva cuatro días enterrado, (el número cuatro en la cultura judía significaba totalidad; por lo que el evangelista nos está diciendo que estaba bien muerto). Entonces se impone una fuerza mayor, una fuerza más fuerte que la muerte, una fuerza capaz de decir “Quitad la losa”, una fuerza capaz de gritar “Lázaro, ven afuera”. Es la fuerza de Jesús, el que dice de sí mismo que “es la resurrección y la vida”. 

Jesús hace que Lázaro vuelva a la vida. Lázaro resucita a la vida mortal. Y su resurrección le sirve a Jesús para manifestar algo más profundo, el secreto último de su misión, Él es fuente de vida eterna, los que creen en Él reciben una vida espiritual, nueva y profunda, que no termina con la muerte. Él mismo lo afirma: Yo soy la resurrección y la vida. 

Necesitamos leer con atención este relato y dejar que sus palabras, las de Jesús, nos lleguen al corazón. Porque sabemos que estamos enfermos de muerte. Somos muy conscientes de que el orgullo, la envidia, el deseo de independencia, el desprecio, y tantos otros virus afectan a nuestro ser y nos van matando poco a poco. Después de tantos años de ciencia e investigación, todavía no tenemos unas medicinas que curen de verdad esas enfermedades, que nos matan en vida. Terminamos viviendo una muerte-vida que no lleva a ningún lugar. Nos enroscamos en nosotros mismos y nos alejamos del que es la fuente de la vida.

Jesús nos invita a salir de la cueva, de la fosa, en que nos hemos metido nosotros mismos. Nos invita a reconocer que no tenemos fuerzas para salir nosotros solos. Nos tiende la mano y nos saca a la luz, también dijo “Yo soy la luz del mundo”. Y aunque al principio no podemos caminar bien porque las vendas nos lo impiden, enseguida descubrimos, si nos atrevemos a salir, que él, Jesús, es el sol que más calienta, que da gusto estar a su lado, que es el pan que da la vida, que él es la vid y nosotros los sarmientos. Dicho de otra manera, que Jesús es la Vida-Vida, la Vida-Viva. 

FELIZ DOMINGO


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