En el Evangelio de hoy encontramos
a alguien que tiene que discernir qué hacer cuando encuentra «por casualidad»
un tesoro en un campo. Un comerciante que, "buscando" perlas finas,
encuentra una especialmente valiosa. Y unos pescadores que, después de echar la
red, tienen que «discernir» entre los peces buenos y los malos. Sirven a
Jesús estos ejemplos para seguir hablando del Reino:
El Reino de Dios o de los cielos
es «aquello que pertenece a Dios» y que se nos propone como proyecto, como
sentido, como objetivo para nuestra existencia. Es todo un «contenedor» de
valores que nos vienen de Dios... para que vayamos discerniendo y construyendo
el andamio de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la
tierra.
El Reino de Dios significa cómo
son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son las personas cuando se dejan
hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo cuando nada se opone a la
voluntad de Dios. Por eso podemos identificar perfectamente el Reino con la
persona de Jesús: alguien que es pura voluntad y obediencia al
Padre.
O sea que hablar del Reino es lo
mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que aspira cualquier ser
humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y su principal
empeño y objetivo. Y nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de Dios, cómo
es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca y se
preocupa por mi plenitud/felicidad aquí, y también después. ¡Esto sí que es un
tesoro, o una perla preciosa!
Para conseguir el tesoro o la
perla especial... hay que deshacerse, renunciar, prescindir: sólo puedo
«comprar» si me deshago de lo que tengo (y que vale menos). Y que lo que
encuentro tan valioso... y me hace renunciar a todo... no lo vivo como una
renuncia, pues, me llena de alegría, precisamente porque es lo más valioso.
Importa que caigamos en la cuenta
de la relevancia de las elecciones (u omisiones) que vamos haciendo en nuestro
seguimiento del Señor, en la búsqueda de su voluntad. Lo que voy eligiendo me
va «haciendo» o me va «alejando» de lo que estoy llamado a ser. Y es que hay
tanto reino escondido por esos campos de Dios... incluido el campo que yo
soy...
“El reino de
los cielos se parece a aquel enfermo que, en medio de la crisis del Covid-19,
llenó de esperanza a todos los que tenía a su alrededor”.
“El reino de
los cielos se parece a aquella madre que saca adelante a sus hijos ella sola”.
“El reino de
los cielos se parece a aquella misionera que, a pesar de sus años, atiende como
enfermera a las personas de un poblado de África”.
“El reino de
los cielos se parece a aquella empresaria generosa que actúa más con el corazón
que con los criterios de la empresa”.
“El reino de
los cielos se parece a tantos capellanes que, a pesar del riesgo de contagio,
no dejaron a un lado a los enfermos de Covid-19”.
………
FELIZ DOMINGO
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