sábado, 11 de octubre de 2025

LLEGAR TARDE A MISA

Llegar a misa a tiempo (incluso con algo de antelación) no es solo una cuestión de cortesía, sino de respeto y amor a Dios y a la comunidad. La Misa es una unidad, desde el Acto Penitencial hasta la Comunión final. Todo tiene sentido en conjunto.

 La misa no es una reunión cualquiera, sino el Sacrificio de Cristo actualizado en el altar, el acto más grande de adoración que la Iglesia puede ofrecer. Participar plenamente desde el inicio es una forma de reconocer eso y de preparar el corazón para encontrarse con el Señor.

La Iglesia Católica enseña que los fieles deben participar entera y conscientemente en la Eucaristía: “Los fieles deben estar presentes desde el comienzo hasta el final de la celebración para participar plena, consciente y activamente.” (Instrucción General del Misal Romano, n. 17 y 18)

Además, el Código de Derecho Canónico (c. 1247) dice que los católicos tienen el deber de participar en la Misa los domingos y días de precepto y esto requiere participar plenamente, especialmente en la Liturgia de la Palabra (que incluye los Ritos Iniciales, Lecturas, Evangelio, homilía) y la Liturgia de la Eucaristía. Ambas son esenciales, como enseña el Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium, n. 56): “Las dos partes que constituyen, en cierto modo, un solo acto de culto, están tan íntimamente unidas que forman una sola acción litúrgica.” Por tanto, asistir a toda la Misa, desde el inicio hasta el final, es el modo normal y correcto de participar.

Pero ¿qué pasa si llego tarde a Misa? Muchos llegan tarde a Misa y dicen “no importa llegar tarde, lo importante es estar”.  ¿Hasta qué punto si llegas cuando ya la Misa ha iniciado cumples con el precepto? La instrucción general del Misal romano en los numerales 46 y 47 nos explica que la Eucaristía se inicia con los Ritos Iniciales, los cuales tienen como objetivo reunir a la asamblea, disponerla a la escucha de la palabra de Dios y prepararla para vivir dignamente la Eucaristía, es decir es una parte esencial de la celebración. Saltarla o llegar tarde es perdernos esta preparación inicial y así no estar dispuesto para vivir la Eucaristía plenamente y sobre todo romper con la unidad de la asamblea.

Piensa esto, si te invitan a una cena importante y llegas después de que ya sirvieron el plato fuerte, ¿no crees que estaría mal?, te has perdido el saludo, la disposición inicial, los platos de entrada, ...  Así pasa en la Eucaristía no sólo es llegar a comulgar el cuerpo de Cristo, es vivir todo el banquete. La Iglesia nos enseña que para cumplir con el precepto dominical hay que vivir la Eucaristía completa, y participar de toda la celebración.

La Iglesia no define un minuto exacto o una parte específica como el “mínimo válido”, pero basándonos en la enseñanza tradicional y el sentido teológico, se considera que se debe estar presente al menos desde el inicio de la Liturgia de la Palabra hasta el final de la Liturgia de la Eucaristía, es decir, desde las lecturas bíblicas (mejor si desde la primera lectura, pero como mínimo desde el Evangelio) hasta el final de la Misa (incluyendo la comunión y bendición final)

No se cumpliría el precepto si llegas después del Evangelio, y sin una causa justa (como enfermedad, accidente, transporte, niños, etc.); si te vas antes de la comunión o de la bendición final, sin una razón válida; si estás físicamente presente pero no participas conscientemente (dormido, distraído completamente, etc.).

Más allá de la norma, lo importante es el amor y la reverencia: si realmente creemos que en la Misa nos encontramos con Cristo vivo, tratamos de llegar antes, no solo “a tiempo”, para disponernos en silencio y oración.

La misa no es un trámite, es un encuentro con Cristo. Si llegas tarde por una razón seria, no hay culpa grave, si fue por descuido o pereza habitual, conviene mencionarlo en confesión.

Por lo tanto, tenemos que tratar de llegar antes del Acto Penitencial, porque es aquí donde se perdonan todos esos pecados veniales que traemos de nuestro día a día, y así dignificar nuestro corazón para recibir a Cristo, pero si se representa alguna situación difícil por lo menos trata de llegar antes del Acto Penitencial para así participar de la celebración eucarística completa.

 

miércoles, 8 de octubre de 2025

SACRAMENTO DEL BAUTISMO

El Bautismo es el primero de los sacramentos de la Iglesia y la puerta de entrada a los demás sacramentos y a la vida en Cristo, la vida cristiana. Se le llama también el “sacramento de la fe”, porque la persona al ser bautizada, a través de él, se une a Cristo y a su Cuerpo místico, la Iglesia, que es la familia de Dios, en definitiva, comienza un camino de adhesión a Cristo y a su comunidad. “El Bautismo es el sacramento de la regeneración por el agua en la palabra." (CIC 1213). El bautismo representa una transformación radical, un renacimiento a una vida espiritual y el perdón de todos los pecados, incluyendo el pecado original.

El rito infunde el Espíritu Santo en la persona, haciéndola templo del Espíritu y capaz de vivir una vida sobrenatural. Este sacramento fue instituido por Jesús, quien mandó a sus discípulos: "Por tanto, vayan y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." (Mateo 28, 19-20). Por ello, la Iglesia desde los primeros tiempos lo ha considerado necesario para la salvación.

El Bautismo borra el pecado original, y también todos los pecados cometidos antes de recibirlo. Nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de la vida eterna. Es un don gratuito, que la persona recibe por la gracia divina y no por méritos propios. “El Bautismo confiere la gracia santificante; borra el pecado original y todos los pecados personales; nos hace miembros de Cristo y de la Iglesia." (CIC 1214)

Uno de los símbolos más importantes es el agua. La inmersión en el agua simboliza la purificación, la muerte al pecado y la resurrección a una nueva vida con Cristo. Así como el agua limpia y da vida, en el Bautismo se convierte en signo de regeneración espiritual. "Jesús respondió: ‘En verdad, en verdad te digo, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.’." (Juan 3, 5). Se pronuncia la fórmula "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

La cruz trazada en la frente es otro signo esencial. Con ella se señala la pertenencia a Cristo, recordando que el bautizado le pertenece de manera definitiva. “Fuimos, pues, con él sepultados por el Bautismo en la muerte, a fin de que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva." (Romanos 6, 4)

La unción con el Santo Crisma significa la participación del bautizado en la triple misión de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Por esta unción, se fortalece con el Espíritu Santo para vivir como testigo de la fe. “Pedro les dijo: ‘Convertíos y cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo’." (Hechos 2, 38)

La vestidura blanca simboliza la nueva dignidad: la pureza, la vida nueva y la gracia que reviste al cristiano. Se invita a conservarla limpia hasta la vida eterna.

El cirio encendido tomado del cirio pascual representa la luz de Cristo, que ilumina al nuevo bautizado. Indica que está llamado a vivir como “hijo de la luz” y a perseverar en la fe. “El agua del Bautismo simboliza la muerte al pecado y la vida nueva en Cristo. La vestidura blanca y el cirio encendido son signos de la pureza y la luz de Cristo." (CIC 1234)

En la celebración también están los padrinos, cuya misión es acompañar al bautizado en su camino de fe, apoyando la formación cristiana y el testimonio. En este caso, los padres y padrinos hacen la profesión de fe en nombre del niño, confiando en la gracia de Dios para el desarrollo espiritual futuro del pequeño." Los padrinos ayudan al bautizado a perseverar en la vida cristiana y a cumplir las obligaciones derivadas del Bautismo."(CIC 1262)

Los beneficios del Bautismo son múltiples:
  • Nos incorpora a la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
  • Nos hace hijos adoptivos de Dios.
  • Infunde las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
  • Nos da la gracia santificante, que es la vida de Dios en el alma.
  • Nos abre la puerta a los demás sacramentos.
  • Nos concede la vida eterna, si permanecemos fieles hasta el final.
  • Nos libera del poder del pecado y de la muerte eterna.
El Bautismo es, por tanto, un nuevo nacimiento. De ahí que la Iglesia lo celebre con alegría y lo cuide como fundamento de toda vida cristiana. El bautismo no solamente purifica de todos los pecados, sino que también hace del neófito "una nueva creación", un hijo adoptivo de Dios, que ha sido hecho "participe de la naturaleza divina", miembro de Cristo, coheredero con Él, y templo del Espíritu Santo (CIC 1265).

A lo largo de la vida, el bautizado está llamado a renovar las promesas bautismales, especialmente en la Vigilia Pascual, para recordar su compromiso de renunciar al mal y de vivir en comunión con Dios.

Este sacramento es un don inmenso de amor divino, que transforma la existencia y marca para siempre con el sello de Cristo. Es la primera gracia y la raíz de toda la vida espiritual.

domingo, 5 de octubre de 2025

DESPEDIDA DE D. BENITO

 

Querido D. Juan Benito,

Hoy, al despedirnos de usted tras ocho años compartiendo la vida parroquial, lo hacemos con el corazón lleno de sentimientos encontrados. Su presencia entre nosotros ha dejado huella, y con el paso del tiempo, cada uno sabrá reconocer lo que su ministerio ha aportado a esta comunidad.

Durante este tiempo, hemos sido testigos de su incansable dedicación tanto en el cuidado espiritual como en las muchas mejoras materiales que se han llevado a cabo en nuestra parroquia. Gracias a su esfuerzo y entrega, la Iglesia, la Capilla, el cementerio  y sus alrededores han experimentado importantes renovaciones que perdurarán como testimonio de su paso por nuestra comunidad (se pueden consultar en la web parroquial:

 https://parroquiasanmiguel8.wixsite.com./principal )

Pero, más allá de lo visible, valoramos especialmente su trabajo pastoral, su presencia constante en los sacramentos, y su deseo de fortalecer la vida cristiana en cada rincón de nuestra parroquia.

Hemos compartido caminos de fe, celebraciones, dificultades y también momentos de crecimiento como comunidad. No han faltado desafíos, y somos conscientes de que ha sido un camino con luces y sombras, como toda convivencia sincera. Sabemos que su manera de hablar no siempre fue fácil de entender o aceptar, y que a veces las palabras dolieron más de lo que ayudaron y en ocasiones las formas de comunicar han generado tensiones y opiniones diversas. Sin embargo, también sabemos que detrás de cada palabra y de cada decisión siempre hubo un profundo amor por Jesucristo y una sincera devoción por nuestra querida Virgen de los Liñares.

Lo que nadie puede negar es su pasión por Cristo, su fidelidad a la Iglesia y su inmenso amor por nuestra Virgen de los Liñares. La devoción con la que celebró cada Eucaristía, la fuerza con la que nos habló de Dios, y la forma en que defendió su vocación y su incansable labor por mantener viva nuestra comunidad parroquial nos dejan una huella que no se borra.

Hemos crecido como comunidad gracias a su acompañamiento, y hoy podemos decir con orgullo que ha formado parte de nuestra historia y de nuestras vidas.

Gracias por su tiempo, por su servicio, por sus oraciones y también por sus silencios. Gracias por haber estado, incluso en los momentos en que era difícil hacerlo.

Sabemos que el Señor le llama ahora a continuar su misión en otro lugar, que su nueva comunidad recibirá a un gran sacerdote, y aunque nos duele verle partir, también confiamos en que allí donde vaya, seguirá sembrando esperanza, fe y amor, como lo ha hecho aquí. Le acompañamos con nuestra oración y pidiendo que el Espíritu Santo le siga iluminando en esta nueva etapa, con el deseo sincero de que el Señor le siga fortaleciendo en su misión, y que la Virgen de los Liñares —a quien tanto ha amado y venerado— le acompañe y que lo proteja siempre.

Le deseamos lo mejor en esta nueva etapa de su vida pastoral.

Con cariño y gratitud.


Su comunidad parroquial de San Miguel de Oia


sábado, 4 de octubre de 2025

A JUAN BENITO RODRÍGUEZ GUERREIRO

Hoy en la comida de despedida de D. Benito y tras hacerle unos regalos, nos sorprendía gratamente Chirri con otro regalo, unos versos dedicados a D. Benito que en un tono alegre nos describía el sentir de la mayoría de los comensales.
Los transcribimos aquí, con autorización del autor, para el deleite de todos.

A Juan Benito Rodríguez Guerreiro
por apellido  por linaje
el día de su homenaje

No es nada fácil glosar
a este ilustre personaje
que nos hace meditar
y seguirle en su lenguaje.

Se maneja en castellano
en gallego y en latín
y el sufrido pueblo llano
nunca ve llegar el fin

Al rendirle pleitesía
no olvidamos el pavor
que causan sus homilías,
pues del texto desvaría
a pesar de su fervor.

Cuenta la historia sagrada
que el Creador de esta tierra
al finalizar su obra
realizó una maniobra.

Allí arriba, en una esquina
le puso su mano encima
y creó las cinco rías.

Ante un hecho tan notorio
excitáronse los egos,
y comprendiendo el agravio
y compensar el dispendio,
nos instaló a los gallegos.

La anécdota viene a cuento
le va como anillo al dedo
al párroco de este evento

El Salvador le dotó
de una fe inquebrantable
inmenso celo apostólico
una entrega interminable
que envidia cualquier católico.

¿Cuál fue la contrapartida
y compensar sus efectos?
Pongo en forma resumida
los principales defectos.

Siempre fuisteis cabezón
eres como roca dura
desdeñas nuestra opinión
que sale del corazón
y está llena de ternura
(Pido perdón por la rima
hay exceso de autoestima)

No aplica el dicho eclesial
que en época de melones
proceden cortos sermones,
es a la vez impuntual.

Perfilando su talante
el comer bien le estimula
se refleja en su semblante
aunque se queda distante
del pecado de la gula.

Basta ya de hacer reproches
no es lo que tú te mereces
todo lo que nos has dado
es suntuoso legado
que agradecemos con creces.

Lloras porque te cambiaron
y poco te defendieron,
ríen los que te insultaron
y en su vileza gozaron.

Tus lágrimas a millares
y tu rostro entristecido
al mirar ensimismado
a tu Virgen de Liñares.

Tus testigos presenciales
compartimos tu dolor
entendemos lo que vales
porque fue mayor tu amor.

Ese amor se reflejó
cuando llegó la pandemia.
enseguida comprendió
que su trabajo vital
ya no estaba en la parroquia
estaba en el Hospital.

No sigo porque me irrita
el ponerlo por las nubes
si estás abajo subes,
el halago debilita.

He pretendido expresar
el sentir de los presentes
veraneantes ausentes
al no estar en el lugar.

Es Benito nuestro cura,
te vamos a echar de menos
aunque cerca te tendremos,
mientras, nuestro amor, perdure.

El tuyo lo conocemos
pues no tiene condiciones
y todos te agradecemos
que nos colmes de oraciones.

Tienes un nuevo proyecto
y todo inicio es muy duro,
mas si limas los defectos
como tus fines son rectos
logras éxito seguro.

Y ya como colofón
con nuestro mayor afecto
y un cariño predilecto
recibe nuestra oración.

Benito, te quiero,
no hay adiós sino hasta luego.
Gracias por todo


Chirri

En Vigo a 4 de Octubre de 2025

SAN FRANCISCO DE ASÍS

San Francisco de Asís, nacido como Giovanni di Pietro Bernardone en Asís, Italia, hacia 1181 o 1182, fue hijo de un próspero comerciante de telas. Desde joven mostró una personalidad alegre, carismática y amante de la vida. Vivió una juventud acomodada y mundana, tenía todo para ser feliz según el mundo, dinero, comodidades, una buena familia. Soñaba con la gloria militar, y participó en la guerra entre Asís y Perugia, donde fue hecho prisionero. Durante su cautiverio y una posterior enfermedad, Francisco comenzó a experimentar una conversión espiritual profunda. Al regresar a Asís, sus intereses mundanos fueron reemplazados por una creciente búsqueda de Dios. Comenzó a retirarse en soledad para orar y meditar, y fue entonces cuando escuchó una voz de Cristo que le decía: “Francisco, repara mi casa, que, como ves, está en ruinas.” y entonces lo dejó todo, renunció a su herencia a su ropa a sus planes y salió al mundo desnudo de bienes, pero lleno de amor y adoptó una vida de pobreza radical para seguir el Evangelio literalmente. “Lo que hasta ahora me era dulce y placentero, se ha vuelto amargo” – decía al abandonar su antigua vida.

Inicialmente, interpretó este llamado literalmente y reconstruyó con sus propias manos la iglesia de San Damián. Para financiarla, vendió bienes de su padre, lo que provocó un fuerte conflicto familiar. En un acto simbólico y radical, renunció a la herencia paterna y, delante del obispo de Asís, se despojó de sus ropas, declarando: “Desde ahora no diré más ‘padre Pietro Bernardone’, sino ‘Padre nuestro que estás en los cielos’.”

A partir de entonces, vivió como un pobre, predicando el Evangelio y sirviendo a los más necesitados. Su forma de vida atrajo a otros jóvenes, y en 1209 fundó la Orden de los Hermanos Menores (Franciscanos), basada en la pobreza absoluta, la fraternidad y la predicación itinerante.

En 1210, el Papa Inocencio III aprobó oralmente la Regla franciscana, impresionado por la humildad de Francisco. Más adelante, también surgirían la Segunda Orden, o las Clarisas, fundada junto a Santa Clara, y la Tercera Orden para laicos que querían vivir los ideales franciscanos sin dejar sus familias.

Francisco viajó incluso a Tierra Santa en medio de las Cruzadas, y se reunió con el sultán musulmán al-Malik al-Kamil, a quien impresionó por su fe y mansedumbre. Su intención no era convertir por la fuerza, sino con el testimonio de amor cristiano.

La vida de Francisco fue una obra viva del Evangelio. Su principal enseñanza fue el amor a Dios, la paz, la humildad y el respeto por toda la creación. Amaba a través de la pobreza, la fraternidad universal y el respeto por toda la creación a cada criatura, a cada persona, porque veía a Dios en todo y sobre todo amaba a Cristo crucificado al que quiso imitar hasta en sus llagas. Llamaba “hermanos” y “hermanas” a todos los seres vivos, e incluso a los elementos naturales, como el sol, el agua y el fuego.

Compuso el "Cántico de las Criaturas" (también conocido como Cántico del Hermano Sol), una de las primeras obras poéticas en italiano. En él expresa su alabanza a Dios por medio de la creación: “Alabado seas, mi Señor, por el hermano Sol, por la hermana Luna, por el hermano Viento, por la hermana Agua…”

Fue el primero en realizar un pesebre viviente, en la Navidad de 1223 en Greccio, con el fin de hacer más cercana la contemplación del misterio del nacimiento de Jesús. Además, dejó una Regla escrita para sus hermanos, exhortaciones, oraciones y cartas que forman parte del legado espiritual franciscano. “Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho.”

Durante su vida y después de su muerte, a Francisco se le atribuyen numerosos episodios de carácter milagroso. Entre los más famosos están:
  • El lobo de Gubbio: Un feroz lobo atemorizaba al pueblo de Gubbio. Francisco salió a su encuentro, lo llamó “hermano lobo” y lo convenció de dejar de atacar a las personas, estableciendo un “pacto” entre el animal y los ciudadanos, que luego lo alimentaron en señal de paz. “Ven aquí, hermano lobo. En nombre de Cristo, te ordeno que no hagas más daño ni a las personas ni a los animales.”
  • Estigmas: En 1224, mientras oraba en el monte Alvernia, Francisco recibió los estigmas de Cristo: las heridas en manos, pies y costado, convirtiéndose en el primer santo con este don místico. “Vi una figura como un serafín crucificado, y al desaparecer la visión, sentí un gran dolor y vi impresas en mi carne las llagas del Señor.”
  • Curaciones: Se narran varias curaciones milagrosas obradas por Francisco en vida, como la sanación de leprosos, ciegos y enfermos a través de su oración y contacto.
  • Control sobre la naturaleza: Hay muchos testimonios sobre su cercanía con animales, aves que lo escuchaban predicar, peces que nadaban junto a él, e incluso fuego que lo respetaba. “Hermano fuego, seas cortés hoy, porque he de predicar al pueblo.”
Francisco murió el 3 de octubre de 1226, a los 44 años, en la Porciúncula, rodeado de sus hermanos, mientras cantaba el Salmo 141. Antes de morir, pidió ser colocado desnudo sobre la tierra, en humildad total. Fue canonizado apenas dos años después, en 1228, por el Papa Gregorio IX.

Se convirtió en uno de los santos más queridos del cristianismo, y en 1979 fue declarado patrono de los ecologistas por el Papa Juan Pablo II.

En 2013, el cardenal Bergolio, al ser nombrado Papa, adoptó su nombre como Papa Francisco, en honor a su ejemplo de humildad, sencillez y amor por los pobres.

San Francisco de Asís fue un testigo vivo del Evangelio. Su vida continúa inspirando a creyentes y no creyentes por igual. Su mensaje de fraternidad, paz, pobreza y amor por la creación es más actual que nunca en un mundo dividido y herido por la violencia y la crisis ecológica. “Laudato si’, mi Signore, per sora nostra madre Terra, la quale ne sustenta y governa...” (“Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Madre Tierra, que nos sustenta y gobierna”).

San Francisco dejó un legado de paz, pobreza y amor a toda la creación. Su ejemplo sigue inspirando a millones, incluyendo al anterior Papa que tomó su nombre.

Hoy nos enseña que la verdadera riqueza no se lleva en el bolsillo, se lleva en el alma y que la Iglesia no es solo un edificio, sino cada corazón que se deja tocar por Dios.

jueves, 2 de octubre de 2025

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

Los Ángeles Custodios, o ángeles de la guarda, son seres celestiales en varias religiones, especialmente en el catolicismo, que se cree que son asignados por Dios para proteger y guiar a cada persona desde su nacimiento hasta la muerte, ayudándola a alcanzar la salvación. La Iglesia Católica celebra su fiesta cada 2 de octubre, recordando su misión de asistencia e intercesión en la vida humana.

Sermón para la fiesta de los Santos Ángeles Custodios.

Hermanos míos, nuestros ángeles custodios son nuestros más fieles amigos, porque están con nosotros día y noche, en todo tiempo y lugar; la fe nos enseña que los tenemos siempre a nuestro lado. Eso es lo que hizo decir a David: "No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos" (Sl 90, 11). Y para que veamos cuán grandes son sus cuidados para con nosotros, el profeta dice que nos llevan en sus manos como una madre lleva a su hijo. ¡Ah! es que el Señor previó los peligros sin número a los que estaríamos expuestos en la tierra, en medio de tantos enemigos y que todos buscan nuestra perdición. Sí, son los ángeles buenos que nos consuelan en nuestras penas, que hacen nos demos cuenta cuando el demonio nos quiere tentar, que presentan a Dios nuestras oraciones y todas nuestras buenas acciones, que nos asisten en la hora de la muerte y presentan nuestras almas a su soberano juez.

Desde el comienzo del mundo, el trato de los ángeles con los hombres es tan frecuente que la Escritura santa los menciona a cada instante. Casi todos los patriarcas y profetas han sido instruidos por los ángeles acerca de la voluntad del Señor. Incluso a menudo vemos que el mismo Señor se ha hecho representar por ángeles. Pero me diréis, si les viéramos ¿no aumentaría nuestra confianza en ellos? Si esto hubiera sido necesario para la salvación de nuestra alma, el buen Dios los habría hecho visibles. Pero eso tiene muy poca importancia, porque en nuestra religión sólo conocemos por la fe, y esto para que todas nuestras acciones sean más meritorias.

Si deseáis saber el número de ángeles que existen, su función, os diré que son muy numerosos: unos han sido creados para honrar a Jesucristo en su vida escondida, dolorosa y gloriosa, o bien para ser los guardianes de los hombres sin dejar, por ello, de gozar de la presencia divina. Otros están ocupados en contemplar las perfecciones de Dios, o bien velan para que conservemos nuestra vida cristiana proveyéndonos de todos los medios necesarios para nuestra santificación. Si bien es verdad que el buen Dios se basta a sí mismo, no es menos verdad que para gobernar al mundo, se sirve del ministerio de sus ángeles.

Aunque el buen Dios se baste a sí mismo, sin embargo emplea, para gobernar el mundo, el ministerio de sus ángeles. Si vemos a Dios cuidar con tanto esmero de nuestra vida, debemos concluir que nuestra alma es algo muy grande y muy precioso, para que emplee para su conservación y santificación todo lo que tiene de más grande en su tribunal. Nos dio a su Hijo para salvarnos; Este mismo Hijo nos da a cada uno de nosotros, uno y hasta varios ángeles, que únicamente se ocupan de pedirle para nosotros las gracias y los socorros necesarios para nuestra salvación. ¡Oh, qué poco conoce el hombre lo que es, y el fin para qué ha sido creado! Leemos en la Escritura que el Señor decía a su pueblo: » Voy a enviaros a mi ángel, con el fin de que os conduzca en todos vuestros pasos» (Ex 23, 20).

Debemos invocar a menudo a nuestros ángeles de la guarda, respetarlos y, sobre todo tratar de imitarlos en todas nuestras acciones. La primera cosa que debemos imitar en ellos, es el pensamiento de la presencia de Dios. En efecto, si estuviéramos bien penetrados de la presencia de Dios, ¿Cómo podríamos hacer el mal? ¡Nuestras virtudes y todas nuestras buenas obras, serían mucho más agradables a Dios! Dios le dice a Abraham: "¿Quieres ser perfecto? Camina en mi presencia" (Gn 17, 1).

¿Cómo puede ser que olvidemos tan fácilmente al buen Dios, si lo tenemos siempre delante de nosotros? ¿Por qué no tenemos respeto y reconocimiento hacia nuestros ángeles, que nos acompañan día y noche? Soy demasiado miserable, diréis, para merecer esto. No sólo, hermanos míos, Dios no os pierde de vista un instante, sino que os da un ángel, que no deja de guiar vuestros pasos. ¡Oh, inmensa felicidad, tan poca conocida por los hombres!
San Juan María Vianney -Santo Cura de Ars

miércoles, 1 de octubre de 2025

LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

 

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, mediante los cuales se nos comunica la vida divina. A través de ellos, Dios actúa en el creyente, fortaleciendo su fe y acompañándolo en las distintas etapas de la vida cristiana.

Cada sacramento tiene un efecto particular, pero todos tienen como fin último la salvación del hombre y la glorificación de Dios. En conjunto, los sacramentos acompañan al cristiano desde su nacimiento hasta su muerte, guiándolo por el camino de la fe y configurándolo cada vez más con Cristo.

Todos los sacramentos son signos visibles de una gracia invisible y canales por los cuales el Espíritu Santo actúa en la Iglesia. A través de ellos, el creyente crece en santidad, se fortalece en la fe y participa más plenamente en la vida divina.

Los sacramentos no son simples ritos simbólicos: son acciones de Cristo mismo, presentes y actuantes en su Iglesia. Por ello, requieren fe, disposición interior y participación consciente.

Son siete y se agrupan en tres grandes categorías: sacramentos de iniciación cristiana, sacramentos de sanación y sacramentos al servicio de la comunión y misión.

1. Sacramentos de iniciación cristiana

Bautismo: Es el primer sacramento y la puerta de entrada a la vida cristiana. Por él somos liberados del pecado original, incorporados a Cristo y a la Iglesia, y hechos hijos de Dios. Se administra con agua y la invocación trinitaria. Deja una marca espiritual indeleble en el alma.

Confirmación: Completa la gracia bautismal y fortalece la fe mediante el don del Espíritu Santo. El confirmado se convierte en testigo y defensor de Cristo, participando más plenamente en la vida de la Iglesia. Se administra con la unción del santo crisma y la imposición de manos del obispo.

Eucaristía: Es el centro de la vida cristiana. En ella se hace presente el sacrificio de Cristo en la cruz bajo las especies de pan y vino, que se convierten en su Cuerpo y Sangre. Al recibirla, los fieles se unen íntimamente con Cristo y con la comunidad eclesial. Es fuente y culmen de toda la vida cristiana.

2. Sacramentos de sanación

Penitencia o Reconciliación: Este sacramento devuelve la gracia bautismal cuando se ha perdido por el pecado grave. A través de la confesión sincera, el arrepentimiento y la absolución del sacerdote, el pecador es reconciliado con Dios y con la Iglesia. También fortalece el alma para resistir futuras tentaciones.

Unción de los Enfermos: Concede consuelo, paz, fortaleza y, si es la voluntad de Dios, la salud corporal a los fieles que padecen grave enfermedad o debilidad. Une al enfermo a la pasión de Cristo y prepara su alma para el encuentro definitivo con el Señor. Se administra mediante la unción con óleo bendecido y la oración del sacerdote.

3. Sacramentos al servicio de la comunión y misión

Orden Sacerdotal: Mediante este sacramento, algunos fieles son consagrados para servir al pueblo de Dios en nombre de Cristo. El orden se confiere en tres grados: diaconado, presbiterado y episcopado. Por él, el ministro actúa in persona Christi, especialmente en la Eucaristía, la predicación y la guía pastoral.

Matrimonio: Es la alianza establecida por un hombre y una mujer bautizados, que se unen libremente para toda la vida en un vínculo de amor fiel y fecundo. El matrimonio simboliza la unión de Cristo con su Iglesia y se ordena al bien de los esposos y a la generación y educación de los hijos. Los mismos esposos son ministros del sacramento al darse el consentimiento mutuo.

Los sacramentos construyen y fortalecen la comunidad eclesial: el Bautismo y la Confirmación incorporan a nuevos miembros; la Eucaristía une a todos en un mismo cuerpo; la Reconciliación restaura la comunión rota; la Unción consuela en la debilidad; el Orden asegura el ministerio y el anuncio del Evangelio; y el Matrimonio refleja el amor fiel y creador de Dios en el mundo.

Vivir los sacramentos con fe es dejar que Cristo actúe en nosotros, transformando nuestra vida y enviándonos a ser testigos de su amor en el mundo. A través de ellos, la gracia divina nos sostiene y guía en nuestro camino hacia la plenitud del Reino de Dios.