San Francisco de Asís, nacido como Giovanni di Pietro Bernardone en Asís, Italia, hacia 1181 o 1182, fue hijo de un próspero comerciante de telas. Desde joven mostró una personalidad alegre, carismática y amante de la vida. Vivió una juventud acomodada y mundana, tenía todo para ser feliz según el mundo, dinero, comodidades, una buena familia. Soñaba con la gloria militar, y participó en la guerra entre Asís y Perugia, donde fue hecho prisionero. Durante su cautiverio y una posterior enfermedad, Francisco comenzó a experimentar una conversión espiritual profunda. Al regresar a Asís, sus intereses mundanos fueron reemplazados por una creciente búsqueda de Dios. Comenzó a retirarse en soledad para orar y meditar, y fue entonces cuando escuchó una voz de Cristo que le decía: “Francisco, repara mi casa, que, como ves, está en ruinas.” y entonces lo dejó todo, renunció a su herencia a su ropa a sus planes y salió al mundo desnudo de bienes, pero lleno de amor y adoptó una vida de pobreza radical para seguir el Evangelio literalmente. “Lo que hasta ahora me era dulce y placentero, se ha vuelto amargo” – decía al abandonar su antigua vida.
Inicialmente, interpretó este llamado literalmente y reconstruyó con sus propias manos la iglesia de San Damián. Para financiarla, vendió bienes de su padre, lo que provocó un fuerte conflicto familiar. En un acto simbólico y radical, renunció a la herencia paterna y, delante del obispo de Asís, se despojó de sus ropas, declarando: “Desde ahora no diré más ‘padre Pietro Bernardone’, sino ‘Padre nuestro que estás en los cielos’.”
A partir de entonces, vivió como un pobre, predicando el Evangelio y sirviendo a los más necesitados. Su forma de vida atrajo a otros jóvenes, y en 1209 fundó la Orden de los Hermanos Menores (Franciscanos), basada en la pobreza absoluta, la fraternidad y la predicación itinerante.
En 1210, el Papa Inocencio III aprobó oralmente la Regla franciscana, impresionado por la humildad de Francisco. Más adelante, también surgirían la Segunda Orden, o las Clarisas, fundada junto a Santa Clara, y la Tercera Orden para laicos que querían vivir los ideales franciscanos sin dejar sus familias.
Francisco viajó incluso a Tierra Santa en medio de las Cruzadas, y se reunió con el sultán musulmán al-Malik al-Kamil, a quien impresionó por su fe y mansedumbre. Su intención no era convertir por la fuerza, sino con el testimonio de amor cristiano.
La vida de Francisco fue una obra viva del Evangelio. Su principal enseñanza fue el amor a Dios, la paz, la humildad y el respeto por toda la creación. Amaba a través de la pobreza, la fraternidad universal y el respeto por toda la creación a cada criatura, a cada persona, porque veía a Dios en todo y sobre todo amaba a Cristo crucificado al que quiso imitar hasta en sus llagas. Llamaba “hermanos” y “hermanas” a todos los seres vivos, e incluso a los elementos naturales, como el sol, el agua y el fuego.
Compuso el "Cántico de las Criaturas" (también conocido como Cántico del Hermano Sol), una de las primeras obras poéticas en italiano. En él expresa su alabanza a Dios por medio de la creación: “Alabado seas, mi Señor, por el hermano Sol, por la hermana Luna, por el hermano Viento, por la hermana Agua…”
Fue el primero en realizar un pesebre viviente, en la Navidad de 1223 en Greccio, con el fin de hacer más cercana la contemplación del misterio del nacimiento de Jesús. Además, dejó una Regla escrita para sus hermanos, exhortaciones, oraciones y cartas que forman parte del legado espiritual franciscano. “Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho.”
Durante su vida y después de su muerte, a Francisco se le atribuyen numerosos episodios de carácter milagroso. Entre los más famosos están:
- El lobo de Gubbio: Un feroz lobo atemorizaba al pueblo de Gubbio. Francisco salió a su encuentro, lo llamó “hermano lobo” y lo convenció de dejar de atacar a las personas, estableciendo un “pacto” entre el animal y los ciudadanos, que luego lo alimentaron en señal de paz. “Ven aquí, hermano lobo. En nombre de Cristo, te ordeno que no hagas más daño ni a las personas ni a los animales.”
- Estigmas: En 1224, mientras oraba en el monte Alvernia, Francisco recibió los estigmas de Cristo: las heridas en manos, pies y costado, convirtiéndose en el primer santo con este don místico. “Vi una figura como un serafín crucificado, y al desaparecer la visión, sentí un gran dolor y vi impresas en mi carne las llagas del Señor.”
- Curaciones: Se narran varias curaciones milagrosas obradas por Francisco en vida, como la sanación de leprosos, ciegos y enfermos a través de su oración y contacto.
- Control sobre la naturaleza: Hay muchos testimonios sobre su cercanía con animales, aves que lo escuchaban predicar, peces que nadaban junto a él, e incluso fuego que lo respetaba. “Hermano fuego, seas cortés hoy, porque he de predicar al pueblo.”
Francisco murió el 3 de octubre de 1226, a los 44 años, en la Porciúncula, rodeado de sus hermanos, mientras cantaba el Salmo 141. Antes de morir, pidió ser colocado desnudo sobre la tierra, en humildad total. Fue canonizado apenas dos años después, en 1228, por el Papa Gregorio IX.
Se convirtió en uno de los santos más queridos del cristianismo, y en 1979 fue declarado patrono de los ecologistas por el Papa Juan Pablo II.
En 2013, el cardenal Bergolio, al ser nombrado Papa, adoptó su nombre como Papa Francisco, en honor a su ejemplo de humildad, sencillez y amor por los pobres.
San Francisco de Asís fue un testigo vivo del Evangelio. Su vida continúa inspirando a creyentes y no creyentes por igual. Su mensaje de fraternidad, paz, pobreza y amor por la creación es más actual que nunca en un mundo dividido y herido por la violencia y la crisis ecológica. “Laudato si’, mi Signore, per sora nostra madre Terra, la quale ne sustenta y governa...” (“Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Madre Tierra, que nos sustenta y gobierna”).
San Francisco dejó un legado de paz, pobreza y amor a toda la creación. Su ejemplo sigue inspirando a millones, incluyendo al anterior Papa que tomó su nombre.
Hoy nos enseña que la verdadera riqueza no se lleva en el bolsillo, se lleva en el alma y que la Iglesia no es solo un edificio, sino cada corazón que se deja tocar por Dios.
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