domingo, 1 de julio de 2018

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Hoy, san Marcos nos presenta una avalancha de necesitados que se acerca a Jesús-Salvador buscando consuelo y salud, cura a la hija  de un hombre llamado Jairo del jefe de la sinagoga que implora la salud de su hijita: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Quién sabe si aquel hombre conocía de vista a Jesús, de verle frecuentemente en la sinagoga y, encontrándose tan desesperado, decidió invocar su ayuda. En cualquier caso, Jesús captando la fe de aquel padre afligido accedió a su petición; sólo que mientras se dirigía a su casa llegó la noticia de que la chiquilla ya había muerto y que era inútil molestarle: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús, dándose cuenta de la situación, pidió a Jairo que no se dejara influir por el ambiente pesimista, diciéndole: «No temas; solamente ten fe». Jesús le pidió a aquel padre una fe más grande, capaz de ir más allá de las dudas y del miedo. Al llegar a casa de Jairo, Jesús retornó la vida a la chiquilla con las palabras: «Talitá kum, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate».

También cura a una mujer que padece flujos de sangre desde hacía doce años, lo que, según la cultura del tiempo, la hacía “impura” y debía evitar cualquier contacto humano, que se dice a sí misma: “Con solo tocar su manto, me curaré”. Y así fue, pero Jesús notando que había salido fuerza de él pregunta: “¿Quién ha tocado mi manto?”, y ella se adelanta temblorosa, pero enseguida le dice: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”.

Eso es la fe. Quien cree “toca” a Jesús y toma de Él la gracia que salva. No dudar, “no tengas miedo,  tu hija duerme”. Y cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando vamos hacia Él con fe, escuchamos esto del Padre: “Hijo, tu eres mi hijo. Tú te has curado. Yo perdono a todos, todo. Yo curo a todos y todo”.


También nosotros debiéramos tener más fe, aquella fe que no duda ante las dificultades y pruebas de la vida, y que sabe madurar en el dolor a través de nuestra unión con Cristo, tal como nos sugiere el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi (Salvados por la esperanza): «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito».

Deseemos que Jesús nos toque también a nosotros, e inmediatamente nos pongamos a andar. Si somos paralíticos o cometemos malas acciones, no podemos caminar; quizás estamos acostados sobre el lecho de nuestros pecados como si fuera nuestra verdadera cama. 

https://evangeli.net/evangelio/dia/2018-07-01

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