domingo, 9 de diciembre de 2018

II DE ADVIENTO "PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR"


El evangelista Lucas nos sitúa en unas coordenadas históricas concretas, en un tiempo y lugar determinados (imperio romano, procurador romano en Judea, poder religioso en Jerusalén, río Jordán, desierto de Judea). Nos quiere hacer pensar que Dios se ha hecho historia, su palabra se ha encarnado y se manifiesta en personas concretas: Juan, la voz que grita en el desierto.  La profecía de Isaías se concreta en la persona de Juan que invita a la conversión y al bautismo para el perdón de los pecados.

Fijémonos en las imágenes que utiliza la voz que clama en el desierto: senderos, valles, montes, colinas, caminos torcidos y escabrosos o ásperos. Resulta más fácil comprenderlo in situ: en el desierto de Judea y las regiones circunvecinas; es el típico paisaje del sur de Palestina. Los verbos son muy interesantes porque indican distintas acciones que desembocan en un mismo objetivo: preparar el camino, el terreno, el territorio por donde el Señor ha de pasar. Estos son: rellenar, rebajar, enderezar, nivelar o allanar. Nos recuerda a lo que decía el profeta Baruc: El Señor ha ordenado que se preparen los caminos…

Hoy esa misma voz sigue gritando… en el desierto… paradójicamente en un lugar que no habita la gente y donde nadie escucha. Simbólicamente el desierto da mucho que pensar. El desierto de nuestros días puede tener múltiples sentidos: ¿con cuál nos identificamos?

La voz de Juan el bautista nos invita a la conversión, una conversión que implica enderezar nuestros caminos, nuestras vidas; rebajar los montes y colinas de nuestro orgullo, vanidad, de lo superfluo, de discriminación, de desprecio, de intolerancia y prejuicios de todo tipo, etc. Una conversión que nos invita a rellenar los valles de nuestros vacíos existenciales, afectivos, de fe, de confianza y esperanza. Una conversión que invita a allanar y nivelar todo aquello que es sinuoso o áspero en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia y por qué no, en nuestra sociedad. ¡El Señor ya viene!
Estamos invitados a reflexionar sobre la invitación que nos hace Juan el Bautista hoy: ¿en verdad somos personas con esperanza y con una fe que nos capacita para cambiar el mundo? ¿somos buena noticia para las personas que viven en situaciones de exilio, tristeza, dolor, sufrimiento, marginación, etc.? ¿Hacemos algo para que el amor entre nosotros crezca cada día? ¿Creemos realmente que el Señor viene a nuestras vidas y que necesitamos prepararnos?

Este domingo destila esperanza y alegría, nos invita a ser gente que da lo mejor de sí para hacer realidad la justicia y misericordia de Dios porque creemos inquebrantablemente que todo el mundo verá la salvación de Dios. ¡Cantemos con el salmista que nuestro Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres!



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