La enseñanza del Evangelio de
este domingo se puede dividir en dos partes. En la primera se nos habla de las
preguntas que tres tipologías de personajes muy diferentes (la gente que podría
entenderse como el pueblo fiel, unos judíos despreciables como los publicanos y
unos paganos como los soldados) hacen a Juan el Bautista. Estas preguntas son
las que nos iluminan sobre cómo llevar una vida recta y sabia para acoger al
Mesías que será el otro gran tema del Evangelio. Y es que la espera del Mesías
no es nunca una espera pasiva sino una esperanza activa; no es una simple
llegada sino una inestimable acogida. Juan puede parecer que a todas las
cuestiones responde con la misma ley: una calibrada justicia social. Pero en
realidad va mucho más allá. Se pone de relieve la necesidad de ser justos, de
ser caritativos y de ser empáticos. Tres virtudes que van más allá de la
siempre necesaria y por desgracia no alcanzada justicia social. En definitiva,
demostrar de forma activa la alegría cristiana, de demostrar y dar a conocer la
mesura del cristiano a todas las personas, la mesura de su templanza y
sobriedad.
La segunda parte del Evangelio,
nos recuerda que todo el pueblo estaba expectante a las palabras de Juan el
Bautista. Toda la gente que le rodeaba estaba expectante y pendiente no sólo de
lo que decía sino de saber quién era, de su identidad, de su papel en sus
historias de salvación personal, como se refleja en los diálogos, y colectiva,
al plantearse si era él el Mesías o debían aguardar a otro.
Nosotros, si en estas fechas ya
tan cercanas a la consumación del misterio de la Encarnación no estamos
expectantes ni a las palabras ni a la identidad del que va a nacer quizás
estemos perdiendo el hilo de la situación, el hilo de la realidad cristiana.
Esta semana es Juan el Bautista el que nos recuerda que Jesús viene para
salvar, para bautizar con el fuego del Espíritu Santo y podríamos también decir
que para incendiar nuestro mundo. Para ser una hoguera que no se apaga y vivir
la presencia de ese Espíritu en nuestra vida y nuestra comunidad. ¿Estamos
preparados para acogerlo o sólo queremos cumplir con el expediente de las
fiestas?, ¿estamos dispuestos a hablar, retransmitir y buscar la alegría o sólo
queremos finalizar un año más?
En definitiva, ¿estamos
dispuestos a ser humildes como Juan sólo siendo grandes por ser los Precursores
de Cristo en el mundo?
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