domingo, 12 de mayo de 2019

IV DOMINGO DE PASCUA "MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ"


  El principal instrumento para construir la comunidad cristiana es la predicación de la Palabra. Así lo podemos ver en la lectura de los Hechos de los Apóstoles donde se nos relata parte del primer viaje apostólico de Pablo. Cuando llegan a una ciudad, comienzan predicando en la sinagoga y luego predican a toda la ciudad. El fruto de esa predicación es la creación de una comunidad. Aunque, según la lectura, Pablo y Bernabé son expulsados de la ciudad, los discípulos quedan llenos de alegría y de Espíritu Santo. Consecuencia de esa predicación es la gran muchedumbre que compone la Iglesia.

      Pero el Evangelio nos habla de una realidad que es más importante que la predicación. Si la comunidad cristiana nace de la predicación de la Palabra, esa predicación no es más que el instrumento que nos abre los ojos a otra realidad más profunda. La verdad, la más importante verdad de nuestras vidas, es que somos familia de Dios. Para usar la comparación que nos ofrece Jesús, somos ovejas del rebaño del Padre. Hay una relación especial de conocimiento, de ternura, de amor, entre el Padre y Jesús y cada una de las ovejas. Tanto que, según dice Jesús, nadie puede arrebatar las ovejas de la mano del Padre. 

      En un mundo secularizado, en el que prima la imagen sobre la palabra, la pregunta no es tanto ¿quién escucha hoy la voz de Dios?, como ¿qué voz, o a qué voz, escuchan hoy la mayoría de nuestros contemporáneos? La escucha, como la contemplación, tienen que ver con la serenidad y con el interior, con la vida profunda e íntima de nuestro yo auténtico, con ese lugar y momento que es capaz de conmovernos hasta las entrañas. El reto no es buscar fuera, sino caminar hacia dentro de nosotros mismos, sin caer en el egotismo. Si soy capaz de escucharme, puede que sea capaz de escuchar a Dios, a los otros y a la creación.

      Nunca ha sido fácil para un cristiano vivir con credibilidad y coherencia el seguimiento a Cristo. Nos ha tocado vivir, en una cultura donde lo cristiano se difumina cada día más; lejos van quedando los tiempos de la cristiandad, en la buena parte de la realidad estaba permeada de ‘lo cristiano’. La secularización nos sitúa en otro escenario. La vivencia de la fe está dejando de ser un hecho social y cultural de masas para pasar a ser un hecho existencial y de comunidades más reducidas. Nuestros templos se vacían y van cerrando poco a poco. El reto es no caer por ello, como el pueblo de Israel en el desierto, en el desaliento, sino el explorar nuevos caminos, el buscar nuevas rutas. Dios sigue comunicando porque su corazón sigue latiendo.

      La experiencia del encuentro con la voz de Dios es individual, pero la salvación ofrecida por Dios es universal. Persona y comunidad, individuo y totalidad humana, se entrecruzan porque no podemos vivir incomunicados ni desconectados. Los cristianos tenemos como fundamento de lo que somos la vida de Jesús, confesado como el Cristo, y un proyecto que realizar: ir construyendo con su aliento y Espíritu el Reino de Dios. La voz de Jesús es la misma que la del Padre eterno, “Yo y el Padre somos una sola cosa”, y está, sobre todo, en su Palabra proclamada en la Iglesia en cada celebración y contenida, de modo eminente, en la Biblia, Palabra de Dios. Ojalá escuchemos hoy su voz de resucitado y no endurezcamos nuestros oídos perdidos en el mundanal ruido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario