domingo, 24 de noviembre de 2019

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY


Todos los años terminamos el año litúrgico con esta fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Es un modo bello y significativo de concluir el itinerario de todo un año, dedicado a conmemorar los misterios de nuestro Salvador, que iluminan y desvelan nuestra vida personal y comunitaria.

Muchos nos preguntamos qué sentido puede tener proclamar a Jesucristo como rey en una sociedad desacralizada que hace del gobierno democrático su ideal y que esconde lo religioso. La fe ha sido relegada al ámbito de la privatividad. Concretamente, la moderna Europa pretende ignorar sus raíces cristianas.

Para evitar todo tipo de suspicacias, hay que entender bien la realeza de Cristo. No se trata de mezclar las cosas de Dios con las del César. No implica ningún matiz político ni partidista, porque su Reino no es como los de este mundo y en modo alguno hace competencia a los reinos terrenales, sino que es compatible con cualquier régimen justo que sirva al bien común. Jesús es verdadero Rey. Él mismo lo confiesa abiertamente ante el gobernador romano Pilato. Este le interroga: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”. “Sí, yo soy Rey como tú dices» (Jn 18,33-37). Jesús es pues auténtico Rey. Pero, ¿cuáles son los títulos o razones de su realeza? Los siguientes:

a) Estar por encima de las cosas y los hombres como creador suyo que es. Pues: “Todas las cosas han sido hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn 1,3)
b) Ser el único Mediador de la salvación, no solo de los hombres, sino de toda la creación. Jesús es el “primogénito de toda criatura” (Col 1,15), colocándose sobre todo cuanto existe como indiscutible Rey.
c) Y ser el único Redentor. Como Redentor, le pertenecemos por derecho de “conquista” realizada derramando no la sangre de los demás, sino la suya propia: “Dios Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados” (Col 1,13-14).

Partiendo de la base de la realeza de Jesús, los cesares políticos de turno no deben temer la competencia de Cristo Rey, porque su realeza es de orden religioso y moral. No es un reinado material, intramundano. Jesús no hace competencia a ninguna potestad humana. Cristo es Rey de los hombres a otro nivel superior.

La liturgia del día nos habla de otro tipo de Rey. El reino de Jesucristo es un Reino que, sin desentenderse de las realidades humanas, las trasciende y sobrepasa. Ciertamente Pilato no entendió la realeza de Cristo y muchos cristianos tampoco, porque no es un poder, de fuerza, de conquista, de imposición violenta. Es sencillamente, un Reino cuyo compendio dio en el Padrenuestro y en las Bienaventuranzas. Empieza en la intimidad del hombre allí donde brotan los deseos, las inquietudes y los proyectos. Las características de su reinado nos las describe el Prefacio de la misa: “Reino de verdad y de vida. Reino de santidad y de gracia. Reino de justicia, de amor y de paz”.

Se da el Reino de Dios allí donde las personas viven con dignidad y grandeza moral, y se relacionan fraternalmente, donde se vive el amor, síntesis de todos los valores de los discípulos de Jesús. No todo el Reino de Dios está en la Iglesia ni todo lo que está en la Iglesia es Reino de Dios. El Reino de Dios es una realidad callada y humilde, nada ruidosa ni aparatosa. Sus signos son la solidaridad con los pobres, la curación de los enfermos. Es necesario conocer bien dónde, en qué comunidades y movimientos se encarna mejor para integrarse en ellos, situarnos en sus claros espacios y colaborar en su crecimiento, vida y misión.

Hoy día muchos rechazan la soberanía de Cristo, declarándole la guerra abierta o solapada, buscando expulsarle de la sociedad, de la escuela, de la familia y hasta de la conciencia del hombre. Son los sucesores de aquellos que gritaban ante Pilato: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! No tenemos más rey que al César”.

La pregunta que debemos hacernos los cristianos este día no es la que hicieron los fariseos al Señor: ¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?, sino, ¿cómo construir el Reino de Dios? Porque este es, al mismo tiempo, don y tarea.

Feliz Domingo.

(Leonardo García Martín, "¡Ay de mí, si no evangelizare!: Homilías ciclos A, B y C" Ed. San Pablo)

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