Esta fiesta del Bautismo, subraya
ante todo la manifestación de Jesucristo. Destaca el inicio de sumisión
profética, que después continuará en la Iglesia de sus discípulos. Es preciso indicar
también la importancia que la primera comunidad cristiana daba al hecho del
bautismo de Jesús, como inicio de la realización eficaz de su función salvífica.
El bautismo de Jesús expresa una toma de conciencia del hombre Jesús del designio
que el Padre le encomienda. Así, el bautismo realizado en la Iglesia afirma y
reconoce el don del amor de Dios que continuo cae sobre el hombre. Inicia un
camino que empieza por la iniciativa de Dios; así, la actuación del hombre debe
da respuesta coherente a ese amor de Dios.
Hoy entendemos el Bautismo como
un sacramento, un rito que hay que cumplir para entrar a formar parte de la
comunidad católica. Pero la fiesta de hoy nos recuerda que el Bautismo es algo
mucho más profundo. Y que sería bueno que recuperásemos ese significado en
nuestra vida cristiana.
Lo que hoy es apenas en la mayor
parte de las parroquias un echar un poco de agua sobre la cabeza del recién
nacido, era al principio de la historia del cristianismo, un sumergirse
completamente en el agua. El agua es principio de muerte (en el agua nos
ahogamos, no podemos respirar, lo que se echa al agua se disuelve, se deshace,
deja de existir) pero también es principio de vida (científicamente se puede afirmar
que la vida comenzó en el agua, el feto está envuelto en líquido, del agua se
resurge limpio y puro). El Bautismo tiene pues un significado básico: expresa
la muerte y la resurrección de una persona. El que se bautiza muere a una vida
y al salir del agua comienza una nueva vida. Por eso la tradición cristiana
hizo que en el Bautismo se impusiera un nuevo nombre a la persona. La nueva
vida requería un nuevo nombre.
Todo es un signo. Nadie muere de
verdad ni resucita de verdad. Pero hay momentos en la vida en que se requiere
un signo de ese tipo que rubrique un cambio real de vida en la persona. A
veces, aunque no se produzca una muerte física, se dan cambios en la vida de
una persona que traen ciertamente un nuevo estilo y una nueva orientación.
Con ese sentido tan profundo se
bautizó Jesús. Hasta entonces había vivido como uno más. Quizá se había
retirado al desierto y allí había estado con el grupo de Juan Bautista o con
otros grupos. Fue allí donde maduró su decisión, donde reconoció su llamada a
anunciar la buena nueva del Reino. Por eso se bautizó. Fue una forma de
refrendar públicamente su nuevo estilo de vida. El Bautismo de Jesús marca una
frontera entre su vida anterior y posterior. Fue de verdad el comienzo de una
nueva vida al servicio del Reino de Dios.
Para nosotros el bautismo
no tiene ese sentido. La mayoría fuimos bautizados de recién nacidos. No
recordamos nada de aquella celebración. No significó un antes y un después en
nuestra vida. Más bien nos sentimos inmersos desde el principio en la tradición
cristiana. Desde el principio de nuestra vida somos cristianos. Ahora se trata
de llevar a la práctica diaria lo que nuestro bautismo celebró y significó.
Como Jesús, estamos comprometidos a vivir de acuerdo con el Evangelio. A ser
portadores de la buena nueva para todo el mundo.
FELIZ DOMINGO
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