La solemnidad del Corpus Christi
se remonta a 1246, que comenzó a celebrarse en Lieja (Bélgica). Años después,
en 1264, el Papa Urbano IV extendió la conmemoración por toda la cristiandad. Vemos
pues, que desde hace siete siglos el jueves siguiente a la fiesta de la
Santísima Trinidad ha sido dedicado a una especial veneración de la Santísima
Eucaristía. Es el día en que se celebra la fiesta del Corpus Christi, la
fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. Se celebra el jueves, por ser éste
el día en que el Señor instituyó la santa Eucaristía la noche de la Última
Cena. Por razones pastorales, esta fiesta en algunos lugares se traslada al
siguiente Domingo. También, hoy celebramos el “Día de Caridad”. Caridad es
amor. Y hemos de afanarnos en el cuidado de nuestros hermanos que más lo
necesitan, en lo espiritual y en lo material.
En nuestra parroquia, la
celebramos el Domingo, y para darle toda la solemnidad que merece el día, nos ha
acompañado en la celebración la Coral Polifónica Lira de San Miguel, los niños
de Primera Comunión estaban invitados para acompañar a Nuestro Señor vestidos
con su traje y la procesión ha discurrido por alfombras florales realizadas
para la ocasión.
Estamos ante un dogma central de
nuestra fe que es la Presencia real del Señor Jesús en el pan y el vino
eucarístico. La expresión cuerpo y sangre es un semitismo que quiere
decir lo mismo que la totalidad de la persona. En las especies
eucarísticas, el Señor Jesús está presente todo entero en cada una de las
especies y en cada parte de ellas.
El día que celebramos la fiesta
del Corpus Christi el Señor realmente Presente en el pan y vino
consagrados no permanece en nuestras iglesias, «sino que también caminamos con
la mirada fija en la Hostia eucarística, juntos todos en procesión, que es un
símbolo de nuestra peregrinación con Cristo en la vida terrena.
Caminamos por las plazas y calles de nuestras ciudades, por esos caminos
nuestros en los que se desarrolla normalmente nuestra peregrinación. Allí donde
viviendo, trabajando, andando con prisas, lo llevamos en lo íntimo de nuestros
corazones, allí queremos llevarlo en procesión y mostrárselo a todos, para que
sepan que, gracias al Cuerpo del Señor, todos pueden tener en sí la vida» (SS
Juan Pablo II)
Nuestra procesión llegó hasta el
Cruceiro, donde se impartió la bendición a los cuatro puntos cardinales de
nuestra parroquia, recordando a la gente del mar, el monte, los enfermos que no
pudieron asistir y por todos aquellos que pudiendo no quisieron acompañar al
Señor.
En el templo, en la procesión,
Jesús nos mira desde la Custodia. El milagro grande de nuestra fe nos está
haciendo vivir todo el amor de Dios presente en Jesús sacramentado.
GUÍANOS, SEÑOR, CON LA FUERZA DE LA EUCARISTÍA!
Convierte
nuestras almas en una morada para tu presencia
Ilumina
nuestros corazones con la luz de tu verdad
Abre
nuestros ojos con el resplandor de tu Cuerpo
Dirige
nuestros pies por los senderos de tu Verdad
Fortalece
nuestro interior
cuando,
tantas fuerzas externas e idólatras,
nos pruebas,
nos persigues o nos rechazan.
Amén
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