En este domingo de la Octava de
Navidad, celebramos con inmenso gozo la fiesta de la Sagrada Familia.
Contemplar el misterio de la Encarnación desde la visión de la Sagrada Familia,
es aprender a descubrir que la familia se ha tornado en una escuela y camino de
santidad para cada hombre. Como afirma el papa Francisco, no tengamos miedo de
apuntar más alto, de dejarnos amar y liberar por Dios. No tengamos miedo a
dejarnos guiar por el Espíritu Santo. La santidad no nos hace menos humanos,
porque es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la gracia.
Ser y Hacer familia es mucho más
que formalizar una relación con nuestra pareja, mucho más que dar el apellido a
nuestros hijos, mucho más que conseguir un hogar donde las necesidades estén
cubiertas. Familia es aprender a ser verdaderas escuelas de amor donde, a pesar
de nuestras diferencias, nos sentimos queridos y apoyados.
Familia es estar abiertos a los
demás y también a Dios. Pensar nuestras vidas desde esta perspectiva de unión y
realización, es un reto que debe durar todo nuestro ciclo vital. A ello nos
invitan las lecturas de esta festividad de la Sagrada Familia.
José, luego de las indicaciones
iniciales recibidas del Ángel, asumió su misión de esposo de María y padre
putativo de Jesús, cuidando del Niño y de su madre. De este modo los tres
formaron una pequeña comunidad de vida y de amor, núcleo familiar que participó
en todo de las mismas preocupaciones, sufrimientos, esperanzas y gozos que
experimentan las familias humanas más humildes y frágiles.
Luego de la visita de los magos
venidos de oriente para adorar al Niño-Rey, el Ángel del Señor se aparece a
José en sueños para mandarle: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a
Egipto». José no espera “hasta mañana”, sino que de inmediato «se levantó, tomó
al niño y a su madre y volvió a Israel».
Desde el primer momento el Hijo
de Dios, nacido en nuestra carne mortal, pequeño, débil y pobre, verá su
existencia amenazada por los poderes de este mundo. El rey Herodes, intenta
eliminarlo sin importarle si tenía que atropellar la vida de los más débiles e
indefensos. Su crueldad no tendría límite alguno.
Al morir Herodes y pasar el
peligro, José nuevamente recibe un aviso del Ángel: «Levántate, toma al niño y
a su madre y regresa a Israel». Él obedece nuevamente con prontitud.
Ni en el relato de la
“anunciación a José” ni en las siguientes manifestaciones del Ángel a José
escuchamos respuesta alguna. Sin embargo, José, sin mediar palabra, puso
inmediatamente por obra lo que el ángel del Señor le había mandado. Él
responde también con un “hágase” silencioso pero elocuente, un “hágase” manifestado
una y otra vez en aquel poner por obra de inmediato lo que el ángel del Señor
le decía. En esta respuesta pronta y obediente, fruto de su amor a Dios y
confianza en sus planes, se revela un rasgo esencial de la personalidad del
Santo Custodio de la Sagrada Familia. Él, como María, se considera a sí mismo
un siervo del Señor, que no busca otra cosa, sino que en él se haga según
su Palabra.
Hagamos que todas las familias
cristianas, seamos germen de nueva creación para esta sociedad y que como José
podamos decir “hágase”.
Feliz Domingo.
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