La cercanía del Señor no es solo
cronológica (Navidad próxima), sino ontológica y sacramental: Dios ya ha
irrumpido en la historia y permanece actuando en ella. Por eso, la alegría
cristiana no depende de circunstancias externas, sino de una presencia.
El Domingo Gaudete manifiesta que
esta espera no es angustiosa, sino gozosa, porque está fundada en una promesa
ya cumplida y todavía en cumplimiento.
De modo especialmente significativo, san Pablo VI, en la exhortación apostólica Gaudete in Domino (1975), afirma: “La alegría cristiana tiene su fuente en Dios mismo y nace de la certeza de que somos amados”. Esta afirmación ilumina el sentido del tercer domingo de Adviento: la alegría brota de saberse alcanzado por la fidelidad de Dios.
Entre los Padres, san León Magno vincula directamente la alegría con el misterio de la Encarnación: “Nadie queda excluido de esta alegría, porque el motivo de gozo es común para todos” (Sermón sobre la Natividad). Aunque referido a la Navidad, este pensamiento fundamenta el Gaudete: la alegría comienza antes de la manifestación plena, porque la salvación ya está en camino.
Por su parte, san Agustín subraya que la verdadera alegría cristiana no es evasión del sufrimiento: “Nos alegramos en la esperanza, no porque ya poseamos, sino porque creemos” (Enarrationes in Psalmos). Esto explica por qué el Adviento conserva un tono sobrio incluso en el Gaudete: la alegría cristiana es compatible con la penitencia y la conversión.
En la tradición monástica medieval, san Bernardo habla de las tres venidas de Cristo: En la carne (Belén), en el alma (la gracia) y en la gloria (al final de los tiempos). El Domingo Gaudete se sitúa especialmente en la venida intermedia, la presencia actual de Cristo en el corazón del creyente. De ahí que la alegría no sea solo futura, sino experimentable ya.
El
tercer domingo de Adviento enseña que: La alegría cristiana nace de la certeza
de la fidelidad de Dios. No elimina la espera ni la conversión, sino que las transfigura.
Anticipa, en medio del camino, la alegría plena del Reino.
En
definitiva, el Domingo Gaudete proclama que el cristiano no espera a un Dios
lejano, sino a un Señor que ya está presente y que viene. Esa es la razón
profunda de la alegría en medio del Adviento. Es una invitación a revisar el
camino recorrido durante el Adviento y a renovar la confianza en la promesa de
Dios. Subraya que la espera cristiana no es solo sacrificio, sino también gozo
anticipado.
El color
propio es el rosa, que puede verse en los ornamentos del sacerdote y en la tercera
vela de la corona de Adviento. El rosa simboliza la alegría y la esperanza
cercana, suavizando el morado penitencial.

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