domingo, 7 de abril de 2019

V DE CUARESMA "EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA"



En el Evangelio de hoy, nos encontramos con una historia que desgraciadamente se sigue repitiendo hoy en algunas culturas. 

La primera actitud de Jesús -lo había hecho antes muchas veces- fue retirarse a orar al monte.  Sin el soporte previo de la oración -que también es acción- los pasos siguientes no tendrían sentido.  Después ya se puso a enseñar y a oír acusaciones sin prueba alguna.

A Jesús le presentan una mujer sorprendida en adulterio –siempre las culpas se dirigen contra la mujer–. La ley, lo de antes, la tradición decía que había que apedrearla hasta la muerte. Era el castigo por su pecado. Los letrados y fariseos seguro que no se acordaban de la lectura del profeta Isaías pero Jesús sí: “No recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo”. Jesús es el que realiza la novedad.

Su acción fue escuchar primero, dejar un tiempo de reflexión, de cierta tensión expectante y actuar en consecuencia. ¿Qué escribió en el suelo? No lo sabemos. Da igual, Dejaba trascurrir un breve tiempo para ponerlos nerviosos. Primero hace caer en la cuenta a los acusadores de que nadie está libre de pecado. Sus palabras han quedado en la sabiduría popular: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra” y todos se marcharon ¿avergonzados? Es probable. Nadie tiró ninguna piedra; era su corazón de piedra el que les impedía aceptar y comprender la misericordia de Jesús. ¡Lástima que las apliquemos tan pocas veces en nuestra vida! 

Y luego, una vez que los acusadores han desaparecido Jesús se incorporó. Son muchas las veces que en el Evangelio Jesús invita a “levantarse y andar”; Él mismo  “se levanta” en muchos momentos y pasa a la acción. Seguro que  Jesús también ayudó a incorporarse a aquella mujer arrojada, arrebujada en su ropa, en su temor y su vergüenza, pero fueron sus palabras las que le  ayudaron a levantarse de la postración para siempre: “Anda, vete tranquila, y en adelante no peques más”.

No hubo reproches, ni envíos penitenciales o de limosna al templo ¡qué más hubieran querido los del templo: una mujer que vuelve arrepentida y con dádivas!; Ella sintió solo aceptación de su persona y el pronto regreso a casa donde le esperaban su marido y sus hijos…; es de suponer que si era llamada adúltera, es por estar casada. Porque la acusación, una vez más, había sido falsa. Como tantas.

No es lo que los acusadores esperaban –cuando querían apedrear a la mujer, lo hacían precisamente en nombre de Dios–: una palabra de condena sino que es un perdón, de acogida, de cariño. 

Y entre la polvareda de su regreso a casa, se volvió a mirar a Jesús, vislumbrándolo, con los ojos cegados por el sol, mientras Él sonreía, viendo cómo ella trastabillaba en su apresurada carrera ganadora y liberadora.

Algún día deberíamos llegar a comprender que ésa es precisamente la novedad que nos ha traído Jesús: que Dios no nos condena sino que nos salva, nos levanta y nos invita a seguir caminando. Él sabe que el pecado nos hace más daño a nosotros que a nadie. Por eso no quiere que pequemos. Y confía en que seremos capaces de salir adelante. ¿No es eso el agua de la vida que brota en medio del desierto de nuestros corazones?

https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/comentario-del-domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/7-4-2019/pautas/

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