En este Jueves Santo, nos
reunimos para acompañar a Jesús en su
duro camino hasta su cruz y muerte, intentando ser capaces de imitarlo en las
realidades de nuestras vidas.
Contemplamos como Jesús lava los pies a sus discípulos y les da el pan
y el vino de la Eucaristía para que nosotros hagamos como Él y vivamos siempre
unidos a Él.
Una vez más sentimos la verdad
del misterio que se renueva, de los dones que Cristo nos ha preparado para
siempre. Y el jueves Santo se inscribe no en el pasado de aquel año en que
Jesús murió, sino en la perenne presencia de un misterio que da sentido a
nuestra vida.
Jesús nos pide en este día que
oremos con Él y también con Él compartamos su amor, su dolor y tristeza.
Señor, queremos estar junto a Ti,
quizá no sepamos decirte cosas, pero queremos estar y sentir tu amor y también
queremos amarte y que nos enseñes a amar, acógenos como discípulos que quieren
escucharte, seguirte, haz de nosotros tus amigos.
Señor, toca nuestro corazón,
danos tu gracia, sálvanos y llénanos de la vida que solo Tú sabes dar.
No me mueve, mi Dios, para
quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte
Tú me mueves, Señor, muéveme al
verte
clavado en una cruz y encarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
clavado en una cruz y encarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en
tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te
quiera;
pues, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Amén.
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