Estimado/a amigo/a:
El mundo no solo tiene hambre de
pan; tiene también necesidad de justicia, de paz y, sobre todo, tiene hambre de
Dios. Él viene al encuentro de todos en su Hijo Jesucristo. Pero no todos han
oído hablar de Él. «¿Y cómo creerán en Él si no les es anunciado?», se
preguntaba San Pablo (Rm 10, 14). De ahí la urgencia de misioneros ayer, hoy y
siempre.
Dios sigue suscitando vocaciones
misioneras.
Y no solo en Europa, sino también
en las nuevas Iglesias de África, América y Asia. Numerosos jóvenes de estos
continentes están dispuestos a romper las barreras de su raza y cultura para
ser testigos de Jesús allí donde se encuentran los más pobres y abandonados, material,
humana y espiritualmente.
La Iglesia necesita ayuda para
preparar adecuadamente a estos jóvenes misioneros según las exigencias
pastorales del mundo de hoy.
Contribuir a ello es una óptima
manera de colaborar en la Misión universal de la Iglesia y, en definitiva, de
construir un mundo más humano, donde las características del Reino de Dios (la
justicia, el amor y la paz) sean una realidad más presente.
Dios bendecirá su apoyo a la obra
evangelizadora de la Iglesia.
Misioneros Combonianos
SAN DANIEL COMBONI
Fundador de los Misioneros Combonianos
Daniel Comboni nació el 15 de
marzo de 1831 en la localidad italiana de Limone sul Garda. A los 18 años
promete consagrarse totalmente a la evangelización de África, que se
convertiría en la única pasión de su vida.
Nombrado por la Santa Sede primer
obispo del África Central, se consagra a esta misión en cuerpo y alma con el
lema «África o muerte». Lucha valientemente contra la esclavitud y recorre
miles de kilómetros por África y Europa para defender la causa de los
africanos.
Desgastado por las enfermedades,
las fatigas y las incomprensiones, muere a los 50 años en Jartum (Sudán). Sus
últimas palabras fueron «Yo muero, pero mi obra no morirá ». El 5 de octubre de
2003 fue canonizado por San Juan Pablo II.
Su obra no ha terminado. La
semilla sembrada con tanto sacrificio ha crecido. Su antorcha fue recogida por
el Instituto que él fundó, los Misioneros Combonianos, que creyeron en el
sentido universal de la Misión.
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