Alabanza inicial
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité,
Señor, sacaste mi vida del abismo,
Invitación a alabar
“Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.”
El salmista invita a la comunidad a unirse a su gratitud. Se revela aquí el carácter misericordioso de Dios: su enojo es breve, su amor es eterno. “Atardecer y mañana” son una metáfora del paso de la tristeza a la alegría, de la noche del sufrimiento a la luz del nuevo día.
Dios permite el dolor por un tiempo, pero su propósito último es siempre la vida y la restauración.
Confesión de autosuficiencia y caída
“Yo pensaba muy seguro:
‘No vacilaré jamás.’
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.”
Súplica en la aflicción
“A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
‘¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Transformación y alabanza final
“Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
“El Señor me devolvió la vida,
y mi lamento se transformó en canto.”
LECTIO DIVINA
Invocación
Señor, antes de cerrar este día,
quiero hacer memoria de tu presencia en mi vida. Ven con tu luz, ilumina mis
heridas, reaviva mi gratitud, y enséñame a ver cómo me has sostenido, incluso
en mis noches más oscuras.
1. “Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado”
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú
me sanaste. Detente un momento y recuerda alguna situación en la que sentiste
miedo o dolor. Dios no siempre quita el dolor, pero siempre entra en él
contigo.
2. “Su cólera dura un
instante, su bondad de por vida”
Al atardecer nos visita el
llanto, por la mañana, el júbilo. La vida es un paso constante entre la noche y
el amanecer. Tu bondad, Señor, me sostiene cada día.
3. “Escondiste tu rostro, y
quedé desconcertado”
Reconoce sin miedo los momentos
en que te sentiste solo o sin fe. En esa noche interior, Dios no te abandona:
te enseña a confiar en Él.
4. “Escucha, Señor, y ten
piedad de mí”
Habla con Él como con un amigo:
exprésale tus miedos, tus dudas, tus deseos más hondos. Él acoge tus preguntas
y las convierte en oración.
5. “Cambiaste mi luto en
danzas”
Aunque no veas el final de tu
lucha, Dios ya está obrando. Imagina que Él te cubre con un manto nuevo,
símbolo de su amor y su perdón. Te daré gracias por siempre.
Oración final
Señor, Dios mío, cuando mi alma
se cansa, recuérdame que Tú eres mi fuerza. Cuando temo la noche, muéstrame la
aurora que preparas. Y cuando todo parezca perdido, hazme creer que mi luto terminará
en danzas y mi silencio en canto. Amén.

No hay comentarios:
Publicar un comentario