miércoles, 5 de noviembre de 2025

EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Dios no abandona nunca al que sufre

El sacramento de la Unción de los Enfermos es uno de los sacramentos de curación, junto con la Penitencia. Su finalidad es comunicar la gracia, el consuelo y la fortaleza de Cristo a quienes atraviesan el sufrimiento físico o espiritual a causa de la enfermedad o de la vejez.

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha orado por los enfermos siguiendo las palabras del apóstol Santiago: “¿Está enfermo alguno de ustedes? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor” (Sant 5,14-15).

Este gesto de unción con óleo bendecido y oración de fe tiene raíces profundas en la vida de Jesús. Durante su ministerio, Cristo se acercó a los enfermos, los consoló, los tocó y los curó. En cada curación, mostraba la cercanía del Reino de Dios y revelaba la compasión divina. La Iglesia continúa esa misión sanadora por medio de este sacramento.

En la Iglesia primitiva, el aceite bendecido se usaba como signo de curación espiritual y corporal. Con el tiempo, la práctica se fue restringiendo a los moribundos (“extremaunción”), perdiendo su carácter original.

El Concilio de Trento reafirma su sacramentalidad y establece que debe administrarse preferentemente a los gravemente enfermos, no solo a los moribundos.

El Concilio Vaticano II y Pablo VI (1972) restituyen su sentido original: unción de los enfermos. Es un sacramento de esperanza y fortaleza, no solo de despedida, que une el sufrimiento del enfermo a la pasión de Cristo.

Hoy, la Iglesia enseña que debe administrarse a todo cristiano gravemente enfermo o debilitado, incluso antes de un peligro de muerte. También puede repetirse cuando la enfermedad se agrava.

Por la Unción, el enfermo recibe la gracia del Espíritu Santo: se le da consuelo, paz y ánimo para soportar su enfermedad, se fortalece su fe y esperanza, se une más íntimamente a Cristo sufriente y glorioso, participando en su pasión redentora, puede recibir el perdón de los pecados si no pudo confesarse antes y si Dios lo quiere, obtiene también la recuperación de la salud corporal.

El rito central consiste en la imposición de manos del sacerdote, la unción en la frente y en las manos del enfermo, y la oración litúrgica que invoca la gracia del Señor. Este gesto sencillo expresa que Dios toca al ser humano con ternura y poder, curando su corazón y fortaleciendo su espíritu.

La familia y la comunidad parroquial tienen un papel importante: acompañan al enfermo con su oración, su cercanía y su fe. Así, toda la Iglesia se hace presente alrededor del que sufre, mostrando que nadie está solo en su dolor.

La Unción de los Enfermos es también un sacramento de esperanza: transforma la enfermedad en un momento de encuentro con Dios. En la debilidad se revela la fuerza del amor divino, y el enfermo se convierte en testigo vivo del Evangelio.

El Concilio Vaticano II recordó que, al recibir este sacramento, “la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve” (LG 11).

Es un signo de fe que mira más allá del sufrimiento y abre el corazón a la vida eterna, donde ya no habrá dolor ni lágrimas.

En definitiva, la Unción de los Enfermos nos recuerda que Dios no abandona al que sufre.

Este sacramento expresa la solidaridad de la comunidad: la familia, la Iglesia y Cristo mismo acompañan al enfermo. En la fragilidad humana se revela la fuerza de la gracia, transformando el sufrimiento en fuente de vida y esperanza. Cristo sigue tocando nuestras heridas y acompañando a quienes viven la enfermedad con fe. Es el sacramento del consuelo, la esperanza y la comunión con el Cristo que vence la muerte.

El Señor te conforte con su gracia, te libre de tus pecados y te levante con su poder.” (Oración de la Unción de los Enfermos)

 

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