jueves, 20 de noviembre de 2025

SALMO 130 — UN CÁNTICO DE SÚPLICA, CONFIANZA Y ESPERANZA

El Salmo 130 es uno de los Siete Salmos Penitenciales y también un Cántico de las Subidas, los cantos que los peregrinos entonaban al subir a Jerusalén, conocido como "De Profundis", es un grito desde lo más profundo. ¿Cómo buscar a Dios en momentos de desesperación? Este salmo penitencial expresa un grito angustiado a Dios, reconociendo el pecado y anhelando el perdón. El texto enfatiza la misericordia divina y la esperanza en la redención. Temas como el arrepentimiento, la espera paciente y la confianza en la palabra de Dios son centrales.

Este salmo resuena fuertemente en el mensaje de Jesús: Cristo viene a rescatar de las culpas, como dice el verso 8. Él mismo es la “aurora” que el centinela espera. El perdón dado por Dios en este salmo se realiza plenamente en la cruz y resurrección. Muchos Padres de la Iglesia consideraron este salmo como un anuncio de la Redención.

1.Canción de las subidas. Desde lo más profundos grito a ti, Yahveh:
2. ¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!
3.Si en cuenta tomas las culpas, oh Yahveh, ¿quién, Señor, resistirá?
4.Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido.
5.Yo espero en Yahveh, mi alma espera en su palabra;
6.mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora; más que los centinelas la aurora,
7.aguarde Israel a Yahveh. Porque con Yahveh está el amor, junto a él abundancia de rescate;
8.él rescatará a Israel de todas sus culpas.

Hay momentos en la vida en los que las palabras no salen fácilmente. Momentos en los que uno siente que el corazón está “en lo hondo”, en ese lugar donde se mezclan el cansancio, la incertidumbre y la necesidad profunda de consuelo. Precisamente desde ahí nace el Salmo 130: Desde lo más profundo grito a ti, Señor”.

El salmista no empieza su oración desde un lugar luminoso, sino desde la oscuridad. Y, sin embargo, su grito no es desesperación, sino confianza. Él sabe que Dios escucha incluso lo que apenas podemos pronunciar. Clama a Dios "desde lo profundo", expresando angustia y desesperación, pero al mismo tiempo reconociendo que solo Dios puede escuchar y responder. La oración en la aflicción es central en este salmo “Invoqué tu Nombre, Yahveh, desde la hondura de la fosa. Tú oíste mi grito: «¡No cierres tu oído a mi oración que pide ayuda!».” (Lam 3,55-56). “En mi angustia clamé a Yahvé y él me respondió; desde el seno del abismo grité y tú me escuchaste.” (Jonas 2:3). A veces basta un susurro, un gemido del alma, para que el Señor se incline hacia nosotros.

El salmo nos recuerda una verdad que libera: si Dios llevara cuenta estricta de nuestras culpas, nadie podría mantenerse en pie. Pero junto a Él está el perdón. No un perdón pequeño, limitado o condicional, sino un perdón abundante que nace de su misericordia. Esta certeza transforma la tristeza en esperanza. Si te fijas en las iniquidades, ¿quién podrá permanecer? El salmo enfatiza que todos somos pecadores y dependemos de la misericordia de Dios. Sin embargo, Dios perdona para que su pueblo lo tema y lo reverencie. “Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús” (Rm 3,23-24), “En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia” (Ef 1,7),"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia." (1 Jn 1:9).

Luego aparece una de las imágenes más hermosas de la Biblia: “Mi alma espera al Señor más que los centinelas la aurora.” Esperar al Señor se compara con un centinela que espera el amanecer. Esto expresa una esperanza activa y vigilante en la intervención divina, incluso en tiempos de incertidumbre El centinela no duda de que la luz llegará; simplemente la espera. Así es la fe: una espera confiada, paciente y activa. Aunque a veces la noche parezca larga, el creyente sabe que la aurora llega siempre, porque Dios cumple sus promesas. “Mientras que a los que esperan en Yahvé él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse”. (Is 40,31), "Por tanto, el Señor esperará, para tener misericordia de vosotros; y por eso se levantará para tener compasión de vosotros, porque Jehová es Dios de equidad; Bienaventurados todos los que esperan en él” (Is 30:18) “Espera en Yahvé, sé fuerte, ten ánimo, espera en Yahvé” (Sal 27,14).

El salmo concluye con una exhortación a Israel a confiar en el Señor, cuya redención es abundante. Dios no solo perdona, sino que redime completamente a su pueblo “Aguarde Israel al Señor.” La misericordia que uno experimenta no se guarda para sí, sino que se comparte. Quien ha sido levantado por Dios se convierte, casi sin darse cuenta, en testigo de esperanza para otros. “Esperando la esperanza bienaventurada y manifestación de gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, el cual se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, deseoso de bellas obras” (Tit 2,13-14), “Bendice, alma mía, a Yahvé, nunca olvides sus beneficios” (Sal 103,2).

El Salmo 130 es una brújula para el corazón. Nos enseña a orar sin miedo, a presentarnos ante Dios tal como estamos, con nuestras luces y sombras. Nos recuerda que la última palabra en nuestra vida no la tiene el pecado ni el cansancio, sino la misericordia.

Es una oración profundamente humana: nace “desde lo más profundo”, desde ese lugar interior donde el sufrimiento y la esperanza se encuentran. Es perfecto para esos momentos en los que uno no sabe ni qué decir. Es un grito sincero: un corazón que reconoce su necesidad y a la vez confía totalmente en Dios. Es una oración que empieza en la oscuridad… y termina en la promesa de la luz.

Que este salmo nos ayude a confiar más, a esperar más y a descubrir, cada día, que Dios sale a nuestro encuentro incluso —y especialmente— cuando gritamos desde lo más profundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario