3. por boca de chiquillos, de niños de pecho, cimentas un baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes.
4. Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste,
5. ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te cuides?
6. Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándolo de gloria y esplendor;
7. señor lo hiciste de las obras de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies:
8. ovejas y bueyes, juntos, y hasta las bestias del campo,
9. las aves del cielo, los peces del mar que circulan por las sendas de los mares.
“¡Qué glorioso es tu nombre en
toda la tierra!” (v. 2)
El salmo comienza y termina con
esta aclamación, estableciendo el tono de asombro y alabanza. Todo el universo
proclama la gloria de Dios. El "nombre" de Dios representa su
carácter, su naturaleza y sus atributos, que son infinitamente grandiosos, visibles
en toda la creación. “Lo invisible de Dios… se deja ver desde la creación
del mundo a través de sus obras.” (Rm 1,20); “Por la grandeza y
hermosura de las criaturas se descubre, por analogía, a su Creador.” (Sb
13,5).
La fe bíblica reconoce que el
mundo no es fruto del azar, sino huella (“huella dactilar”, dirá la teología)
de la sabiduría divina. El salmo invita a contemplar el cielo como un lenguaje
que habla de Dios (cf. Sal 19,2).
“Por boca de niños de pecho
cimentas un baluarte” (v. 3)
Este verso expresa un tema clave: Dios se sirve de lo débil para confundir a lo fuerte. Jesús cita este versículo "¿oyes lo que dicen estos?. Si -dice Jesús- ¿No habéis leído nunca que De la boca de los niños y de los que aun maman te preparaste la alabanza?" (Mt 21,16) para mostrar que los sencillos reconocen su obra antes que los poderosos. “Dios escogió lo débil del mundo para confundir a lo fuerte.” (1 Cor 1,27). Teológicamente, esto muestra la paradoja del Reino: Dios vence no por poder humano, sino por la humildad. Desde los niños hasta la cruz de Cristo, la victoria divina pasa por lo pequeño.
“Al ver tu cielo… ¿qué es el hombre?” (vv.
4–5)
Esta es la pregunta central del
salmo: la paradoja del hombre. Ante la inmensidad del cosmos, el hombre parece
insignificante “¿Qué es el hombre para que lo pienses?” (Sal 144,3), “¿Qué
es el hombre para hacer tanto caso de él?” (Job 7,17). Sin embargo, la
respuesta divina es sorprendente: Dios ha dotado al ser humano de una dignidad
inmensa, haciéndolo "poco menos que un dios" (o "poco inferior a
los ángeles", según otras traducciones): “te acuerdas de él… te cuidas
de él” … Teológicamente, esto afirma la antropología bíblica, el hombre no
vale por su fuerza, sino porque es pensado, querido y cuidado por Dios.
“Apenas inferior a un dios lo
hiciste” (v. 6)
Al contemplar tu creación
celestial, la luna y las estrellas, uno se pregunta qué es el ser humano para
que te ocupes de él. Lo hiciste poco menos que un dios, coronándolo de gloria y
dignidad."
En hebreo, “elohim” puede
significar “Dios”, “dioses” o “seres celestes”. El ser humano es la criatura
más digna de toda la creación visible. Conecta directamente con Génesis: “Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza…” (Gen 1,26–27). “Dios creó al
hombre para la inmortalidad, a imagen de su propia naturaleza.” (Sb 2,23).
Para los Padres de la Iglesia,
esta dignidad encuentra su cumbre en Cristo: “La gloria de Dios es el hombre
viviente.” (San Ireneo); Hebreos 2,6–9 cita este salmo aplicándolo a
Cristo, mostrando que Él es el Hombre pleno, coronado en la resurrección.
“Todo lo pusiste bajo sus pies” (vv. 7–9)
Este mandato retoma el dominio
responsable dado en Génesis, este dominio no es para la explotación, sino un
ministerio de cuidado y administración amorosa, reflejando la soberanía de Dios
en la tierra.: “Dominen la tierra.” (Gen 1,28). “Puso Dios al hombre
en el jardín para cultivarlo y guardarlo.” (Gen 2,15). El Nuevo Testamento relee
este dominio en Cristo: “Todo lo sometió bajo sus pies.” Efesios 1,22; “Dios
sometió todas las cosas bajo Él.” (1 Cor 15,27). Cristo es el nuevo Adán
que realiza plenamente la vocación humana.
Podemos resumir este salmo en cuatro
afirmaciones teológicas: Dios es grande
y su creación es un reflejo de su gloria, el cosmos no es solo bello; es
sacramental. El hombre es pequeño ante el universo, pero inmenso ante Dios, la
ciencia dice que somos minúsculos; la fe dice que somos amados. El ser humano
es imagen de Dios y representante suyo en la creación, no para explotar, sino
para custodiar. Cristo es la plenitud
del proyecto humano, en él vemos lo que el hombre está llamado a ser: coronado
de gloria y honor, restaurando el orden original.
Aunque el Salmo 8 habla
originalmente de la dignidad del ser humano dentro del proyecto creador de Dios,
el Nuevo Testamento interpreta el Salmo 8 de una manera profundamente
cristológica, viendo en Jesús el cumplimiento perfecto del "hombre"
ideal descrito por David. Las promesas de gloria y dominio, aunque dadas a la
humanidad en general, solo se realizan plenamente en Cristo. Hombre perfecto “Lo
coronaste de gloria y honor; todo lo sometiste bajo sus pies.” (1. Hb 2,6-9),
pero añade algo fundamental: aunque vemos que el hombre no domina completamente
la creación, sí vemos a Jesús, coronado de gloria por su pasión y resurrección.
El autor de la Carta a los
Hebreos aplica directamente el Salmo 8 a Jesús. Señala que, si bien la
humanidad en general no ha visto aún todas las cosas sometidas a sus pies
(todavía hay sufrimiento y muerte), sí vemos a Jesús, quien fue
"hecho un poco inferior a los ángeles" (mediante su encarnación y
muerte) y ahora está "coronado de gloria y honor" tras su
resurrección y ascensión. La humanidad encuentra en Él su verdadera vocación: reinar,
no destruyendo, sino amando y entregándose. "Porque Dios ha sometido
todas las cosas bajo sus pies. Pero cuando dice que todo le ha sido sometido,
es evidente que se excluye a Aquel que le sometió todas las cosas." (1
Cor 15,27). Lo aplica a la victoria de Cristo sobre: el pecado, los poderes
espirituales, y la muerte (el último enemigo).
El dominio del salmo se cumple en
la resurrección. “Todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como
Cabeza.” (Efesios 1,20-22) Aquí aparece el plan: Cristo realiza plenamente
la autoridad humana. La Iglesia participa espiritualmente de ese señorío. Cristo
revela lo que el hombre está llamado a ser, y en Él la humanidad recupera su
dignidad y misión.
El Salmo 8 nos invita a tres actitudes:
1. Asombro: Recuperar la capacidad de admirarse ante la creación. El que se asombra… alaba. El que alaba… se humaniza.
2. Humildad: Recordar que somos pequeños. Que toda grandeza viene de Dios.
3. Responsabilidad: Cuidar lo que Dios ha puesto en nuestras manos: la naturaleza, la familia, nuestra comunidad, nuestra vida interior.
Es un himno de asombro
ante la generosidad de Dios hacia el ser humano. La teología judía lo ve como
una afirmación de la dignidad humana y el mandato de cuidar la creación. Para
los cristianos, este salmo adquiere su pleno significado en Jesucristo. Él es
el "Hijo del Hombre" (un término que Jesús usaba a menudo para
referirse a sí mismo) que, a través de su humildad, muerte y resurrección, ha
restaurado y perfeccionado la dignidad y el dominio que Dios pretendió
originalmente para la humanidad. Nos invita a ejercer nuestra propia
"soberanía" sobre la creación, no con orgullo, sino con el amor y el
espíritu de servicio de Cristo.

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