martes, 11 de noviembre de 2025

SALMO 121 DIOS PROTEGE SIN INTERRUPCIÓN

El Salmo 121 es uno de los llamados “Cánticos de ascenso” o “Cánticos graduales” (Salmos 120–134), que los peregrinos israelitas cantaban mientras subían hacia Jerusalén. Es un himno profundamente teológico sobre la protección constante de Dios.

Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio?

Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra.

¡No deja a tu pie resbalar! ¡No duerme tu guardián!

No duerme ni dormita el guardián de Israel.

Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu sombra a tu diestra.

De día el sol no te herirá, tampoco la luna de noche.

Yahvé te guarda del mal, él guarda tu vida.

Yahvé guarda tus entradas y salidas, desde ahora para siempre.

El Salmo 121 enseña tres verdades fundamentales:

  1. Dios es la fuente del socorro verdadero.
  2. Dios protege sin interrupción.
  3. Dios guarda integralmente al creyente —su cuerpo, su alma y su camino.

Recuerda que Dios vela constantemente, por eso es uno de los salmos más recitados en situaciones de riesgo, viaje o cirugía, porque infunde confianza en la presencia constante de un Dios que nunca duerme ni abandona. incluso cuando uno está dormido o bajo anestesia. Es una oración de confianza y protección total: que todo salga bien, que las manos del personal médico sean guiadas y que haya paz en el corazón.

Veamos versículo a versículo.

Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio?” (v.1)

Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra” (v.2)

Los peregrinos miraban las montañas que rodean Jerusalén —símbolo de lo alto, lo divino, lo inalcanzable— y reconocían que su ayuda no viene de los montes en sí, sino de Dios, el Creador de todo. Esto enseña que la fe no se pone en medios humanos o naturales, sino en la fuente última del socorro: Dios mismo. “Ciertamente en vano se espera de los collados y de la multitud de los montes; verdaderamente en Jehová nuestro Dios está la salvación de Israel.” (Jr 3:23)

“¡No deja a tu pie resbalar! ¡No duerme tu guardián!” (v.3)

No duerme ni dormita el guardián de Israel.” (v.4)

Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu sombra a tu diestra” (v.5)

En la antigüedad, los viajeros enfrentaban muchos peligros en el camino: caídas, ladrones, bestias, el calor del día. El salmista proclama que Dios no duerme; su vigilancia es perfecta e incesante. “Yo Jehová la guardo, cada momento la regaré; la guardaré de noche y de día.” (Is 27:3). 1 Reyes 18:27 contrasta a Elías burlándose de los dioses falsos: “Quizá duerme, y hay que despertarlo.”

Dios no necesita descanso: su cuidado es constante y personal. San Agustín comenta sobre este pasaje: “El que te guarda no dormirá: porque mientras el hombre duerme, Dios vela sobre él.” (Enarrationes in Psalmos, 121)

De día el sol no te herirá, tampoco la luna de noche” (v.6)

Esto representa la protección continua de Dios, en todo tiempo y lugar. Algunos comentaristas (como Matthew Henry) explican que el “sol” simboliza las aflicciones externas, mientras que la “luna” representa las internas o espirituales. Dios es la presencia protectora en todo momento, incluso en la oscuridad de la incertidumbre o la enfermedad. “Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube... y de noche en una columna de fuego.” (Ex 13:21)

Yahvé te guarda del mal, él guarda tu vida.” (v.7)

Aquí la protección trasciende lo físico: abarca el alma, la vida interior. “Nadie las arrebatará de mi mano.” (Jn 10:28–29) “Nada podrá separarnos del amor de Dios.” (Rm 8:38–39). Los teólogos reformados (como Juan Calvino) subrayan que esta promesa no significa ausencia de dolor, sino preservación espiritual: aun en la enfermedad o la muerte, el alma del creyente está segura en Dios.

Yahvé guarda tus entradas y salidas, desde ahora para siempre.” (v8)

Es una bendición de camino y de vida, una promesa de acompañamiento divino en cada etapa. “Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.” (Dt 28:6). “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” (Pv 3:5–6)

Cuando el cuerpo se prepara para el descanso y la mente siente temor, recuerda que Dios no duerme. Él es tu guardador constante, aunque tú descanses, Dios sigue despierto; aunque no veas, Él está obrando.

El mismo que hizo los cielos y la tierra sostiene tu vida ahora. Tu entrada y tu salida están bajo Su cuidado amoroso. Nada escapa a Su mirada, y Su promesa permanece: “Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.”

Este versículo es especialmente poderoso para quien va a ser operado, pues expresa que Dios está presente en el entrar al quirófano y en el salir de él, cuidando tanto el cuerpo como el alma.

Para los que están pendientes de una operación pueden recitar esta pequeña oración:

Señor, levanto mis ojos a Ti,

porque sé que de Ti viene mi ayuda.

En tus manos pongo mi vida y mi salud.

Guarda mi cuerpo mientras duermo,

guía con sabiduría las manos de los médicos,

y llena este lugar con Tu paz.

No temeré, porque Tú eres mi guardador.

Protégeme de todo mal y acompáñame

en esta entrada y en mi salida.

Que todo sea para mi bien y para Tu gloria.

Amén.

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