Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio?
Mi auxilio viene de Yahvé, que
hizo el cielo y la tierra.
¡No deja a tu pie resbalar! ¡No
duerme tu guardián!
No duerme ni dormita el guardián
de Israel.
Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu
sombra a tu diestra.
De día el sol no te herirá,
tampoco la luna de noche.
Yahvé te guarda del mal, él
guarda tu vida.
Yahvé guarda tus entradas y
salidas, desde ahora para siempre.
El Salmo 121 enseña tres verdades fundamentales:
- Dios es la fuente del socorro verdadero.
- Dios protege sin interrupción.
- Dios guarda integralmente al creyente —su cuerpo, su alma y su camino.
Recuerda que Dios vela constantemente, por eso es uno de los salmos más recitados en situaciones de riesgo, viaje o cirugía, porque infunde confianza en la presencia constante de un Dios que nunca duerme ni abandona. incluso cuando uno está dormido o bajo anestesia. Es una oración de confianza y protección total: que todo salga bien, que las manos del personal médico sean guiadas y que haya paz en el corazón.
Veamos versículo a versículo.
“Alzo mis ojos a los montes, ¿de
dónde vendrá mi auxilio?” (v.1)
“Mi auxilio viene de Yahvé, que
hizo el cielo y la tierra” (v.2)
Los
peregrinos miraban las montañas que rodean Jerusalén —símbolo de lo alto, lo
divino, lo inalcanzable— y reconocían que su ayuda no viene de los montes en sí,
sino de Dios, el Creador de todo. Esto enseña que la fe no se
pone en medios humanos o naturales, sino en la fuente última del socorro: Dios
mismo. “Ciertamente en vano se espera de los collados y de la multitud de
los montes; verdaderamente en Jehová nuestro Dios está la salvación de Israel.”
(Jr 3:23)
“¡No deja a tu pie resbalar! ¡No
duerme tu guardián!” (v.3)
“No duerme ni dormita el guardián
de Israel.” (v.4)
“Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu
sombra a tu diestra” (v.5)
En la
antigüedad, los viajeros enfrentaban muchos peligros en el camino: caídas,
ladrones, bestias, el calor del día. El salmista proclama que Dios no duerme;
su vigilancia es perfecta e incesante. “Yo Jehová la guardo, cada momento la
regaré; la guardaré de noche y de día.” (Is 27:3). 1 Reyes 18:27 contrasta
a Elías burlándose de los dioses falsos: “Quizá duerme, y hay que
despertarlo.”
Dios no necesita descanso: su cuidado es constante y personal. San Agustín comenta sobre este pasaje: “El que te guarda no dormirá: porque mientras el hombre duerme, Dios vela sobre él.” (Enarrationes in Psalmos, 121)
“De día el sol no te herirá,
tampoco la luna de noche” (v.6)
Esto representa la protección continua de Dios, en todo tiempo y lugar. Algunos comentaristas (como Matthew Henry) explican que el “sol” simboliza las aflicciones externas, mientras que la “luna” representa las internas o espirituales. Dios es la presencia protectora en todo momento, incluso en la oscuridad de la incertidumbre o la enfermedad. “Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube... y de noche en una columna de fuego.” (Ex 13:21)
“Yahvé te guarda del mal, él guarda tu vida.” (v.7)
Aquí la protección trasciende lo físico: abarca el alma, la vida interior. “Nadie las arrebatará de mi mano.” (Jn 10:28–29) “Nada podrá separarnos del amor de Dios.” (Rm 8:38–39). Los teólogos reformados (como Juan Calvino) subrayan que esta promesa no significa ausencia de dolor, sino preservación espiritual: aun en la enfermedad o la muerte, el alma del creyente está segura en Dios.
“Yahvé guarda
tus entradas y salidas, desde ahora para siempre.” (v8)
Es una bendición
de camino y de vida, una promesa de acompañamiento divino en cada etapa. “Bendito
serás en tu entrar, y bendito en tu salir.” (Dt 28:6). “Reconócelo en
todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” (Pv 3:5–6)
Cuando el cuerpo se prepara para el descanso y la mente siente temor, recuerda que Dios no duerme. Él es tu guardador constante, aunque tú descanses, Dios sigue despierto; aunque no veas, Él está obrando.
El mismo que hizo los cielos y la tierra sostiene tu vida ahora. Tu entrada y tu salida están bajo Su cuidado amoroso. Nada escapa a Su mirada, y Su promesa permanece: “Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma.”
Este versículo es especialmente
poderoso para quien va a ser operado, pues expresa que Dios está presente en el
entrar al quirófano y en el salir de él, cuidando tanto el cuerpo como el alma.
Para los que están pendientes de una operación pueden recitar esta pequeña oración:
Señor, levanto mis ojos a Ti,
porque sé que de Ti viene mi
ayuda.
En tus manos pongo mi vida y mi
salud.
Guarda mi cuerpo mientras duermo,
guía con sabiduría las manos de
los médicos,
y llena este lugar con Tu paz.
No temeré, porque Tú eres mi
guardador.
Protégeme de todo mal y
acompáñame
en esta entrada y en mi salida.
Que todo sea para mi bien y para
Tu gloria.
Amén.

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